¿De qué color son los blancos?: Odome Angone reflexiona sobre los discursos marginados de quienes “no hablan lenguas occidentales”
La filóloga invita a revisar el contenido de los ámbitos académicos para que se integren otros saberes que no han sido producidos en Occidente pero que son igualmente válidos
Durante años reconoce que ha sentido el síndrome de la impostora. Odome Agone es gabonesa, filóloga hispanista, doctora por la Universidad Complutense de Madrid, investigadora, profesora de Literatura hispanoafricana en la Universidad Cheikh Anta Diop de Dakar y cuenta con cuatro libros en el mercado en los que aborda las cuestiones de género, raza, colonialidad e interseccionalidad. Y también en la actualidad, ha sentido que no es lo “suficientemente válida” para dar voz a contextos y saberes debido a su procedencia. Por eso, su trabajo, reivindica, no es solo académico, sino también político, con el que llama a hacer una revisión del contenido de los ámbitos académicos para que se integren otros saberes que no han sido producidos en Occidente pero que son igualmente válidos.
“Debemos dejar de asociar únicamente las lenguas occidentales con el saber académico”, enfatiza. La filóloga, que ha estado recientemente en Las Palmas de Gran Canaria en el Congreso Compass organizado por la universidad pública de la misma ciudad, critica la marginación que han sufrido los discursos y conocimientos de “las periferias”, creados por personas que no son de Occidente y que además no transmiten sus conocimientos en alguna lengua occidental. Es lo que se denomina injusticia epistémica. Ejemplifica que personas como ella, procedente de otros contextos, han tenido que leer a los grandes clásicos occidentales en detrimento de sus grandes clásicos porque no escribían en lenguas occidentales. También recuerda a su abuela, quien le enseñó las herramientas del feminismo pero que, a su vez, nunca podría estar en la academia porque no habla una lengua colonial: “En la ciencia, llevamos siglos excluyendo a media población humana porque no habla lenguas occidentales”, revela.
Para luchar contra este desequilibrio, la filóloga recurre a la justicia epistémica. Para ello habría que dar voz a los que históricamente han sido ocultados, empezar a asociar las lenguas no occidentales también con el saber académico y permitir que idiomas de otras latitudes entren en la academia para que sean tratadas como iguales. Además, esta lucha, a juicio de Angone, debe hacerse desde los sures, desde sus contextos, realidades y sistemas donde buscar mecanismos para incluir esos saberes en los círculos académicos. “Occidente, en mi opinión, no nos reconocerá mientras sigamos autoexcluyendo nuestros propios saberes”, asevera.
Odome Angone, autora del libro ¿De qué color son los blancos?
Sobre Occidente también hay cuestiones que plantearse y para ello la filóloga propone redirigir el foco. Angone considera que del mismo modo que se dice que hay personas afrodescendientes, habría que interrogarse “de qué color son los blancos, aquellos que se consideran el paradigma de la humanidad, de qué color es el corpus que estudiamos desde una perspectiva eurocéntrica y de qué color es el discurso dominante”. En su último libro ¿De qué color son los blancos?, la investigadora se cuestiona sobre las implicaciones que conlleva pertenecer a cada grupo. “Es importante que cuando hablemos de negros, de personas no blancas, entendamos que la blanquitud forma parte también de ese colectivo. Las personas racializadas somos todos, como negros y como blancos. Ya que los cuerpos son marcados históricamente para actuar de determinada manera”.
Uno de los mecanismos que la profesora ha puesto en marcha es la incorporación de textos y libros de autores africanos o afrodescendientes en sus clases en la Universidad pública de Dakar. “La universidad es para mí altamente política”, revela y por ello, empezó a buscar materiales de autores contemporáneos, que hablen, por ejemplo, de las migraciones, pero desde sus puntos de vista, desde sus saberes y que, además, pocas veces son escuchados en los “espacios dominantes”. “Siempre en clave decolonial para desmontar los mitos y, también, los discursos erróneos que algunas veces se divulgan en los espacios públicos, en la televisión y en la narrativa dominante”, matiza.
Sus clases hacen un recorrido literario por varias figuras y realidades diversas. Están presentes libros como Tierra de la luz, de Lucía Mbomio; La luna está en Douala, de Sani Ladan y otros de autores guineanos como Tomás Ávila Laurel o Francisco Zamora Loboch, que en su libro La república fantástica de Annobón refleja la etapa de la colonización española en Guinea Ecuatorial. La profesora destaca también No hay país para negros, del camerunés Oscar Kem, en el que relata el sueño de muchos jóvenes africanos por convertirse en futbolistas y que terminan cayendo en mafias que juegan con su dinero. “El texto es un mecanismo de socialización para quienes aprenden en este contexto, como es la juventud africana. Yo creo que es importante que también se legitime su voz”, subraya.
Para llegar a esta lucha, Angone pasó por un doctorado en la Universidad Complutense, donde descubrió que también podía especializarse en filología hispánica teniendo en cuenta su lugar de origen. Su tesis doctoral fue una comparativa entre la literatura francófona africana y la literatura cubanoamericana, en la que habla de las identidades transfronterizas y con la que comprendió que su estudio estaba ligado a su propia experiencia: mujer nacida en un país colonizado en el que seguía teniendo un gran peso la lengua occidental y el imaginario colonial. “Comprendí que hay una relación directa entre la sociedad y la academia, y no puedo seguir estudiando otros corpus de otros espacios sin poner en perspectiva mi contexto personal y político”, apunta.
También ha ido reforzando esta lucha su condición de madre. Su hija es de padre español blanco y de madre africana universitaria y reconoce que empezó a dar contenidos en literatura afrodescendiente española contemporánea porque hasta entonces no veía a su hija reflejada en los textos. “Si quiero transmitir el concepto de justicia epistémica en la academia debería empezar por mi hija, haciéndole justicia a ella”, enfatiza. Reconoce que no puede considerarse únicamente como una docente sino también como una madre universitaria que “politiza su existencia”. “Históricamente soy consciente de que cuerpos como el mío no iban a las academias para ofrecer contenido y tener la legitimidad hablar en nombre de un todo. Por eso digo que no soy solo universitaria, sino que soy madre y universitaria como sujeto político en la academia”, reivindica.