Zaragoza vive un repunte histórico de sinhogarismo: “Salir de la calle es posible, pero no fácil”

Zaragoza vive un repunte histórico de sinhogarismo: “Salir de la calle es posible, pero no fácil”

El número de personas sin hogar en la capital aragonesa alcanza niveles nunca vistos, con jóvenes migrantes sin papeles, trabajadores que no pueden pagar un alquiler y recursos desbordados

Más allá del parque Bruil: el sinhogarismo se extiende en Zaragoza con más de 600 personas atendidas en 2025

Ibrahim (nombre ficticio) llegó a Zaragoza en agosto de 2019. Seis años después cuenta que su vida cambió gracias a la intervención de una entidad social: “Lo estaba pasando muy mal hasta que un amigo me recomendó la Fundación San Blas. Me ayudaron dándome un piso temporal, buscando trabajo y formándome”. Antes de todo eso, estuvo en situación de calle durante tres meses. Tal y como recuerda, dormía cerca del Puente de La Almozara, por las escaleras del Náutico o en parques cercanos, pero siempre lo hacía acompañado de alguien. “Por si acaso”, apunta.

Su itinerario resume uno de los posibles perfiles del sinhogarismo, aunque hay tantos como personas. En su caso, pasó por un centro de menores cuando llegó de su país de origen, tuvo estancias temporales gracias a entidades, consiguió empleos precarios en la agricultura o la industria y cayó en las adicciones y juegos de apuestas. Sin embargo, al final, consiguió volver a empezar con el apoyo de entidades como la Fundación San Blas, demostrando que la recuperación e integración de las personas que lo han perdido todo sí que es posible.

“Me ayudaron, me orientaron para renovar papeles y encontrar trabajo. Me salvaron la vida”, repite Ibrahim, quien añade que “salir de la calle es posible, pero no fácil”. Hoy comparte un alquiler con un compañero, trabaja como repartidor y aspira a crear un negocio, tener una moto y formar una familia. Aun así, reconoce que no ha recuperado toda la paz: “Cada vez que te tumbas vuelven los recuerdos”.

Los nuevos rostros de la calle

“Estamos en un estado de máximos. Atendemos a más usuarios que nunca”, dice Javier Muñoz, patrono de Fundación San Blas y presidente de la Coordinadora de Entidades de Personas Sin Hogar. 

Nacida en 1989, actualmente está integrada por Cáritas Diocesana, Cruz Roja, Parroquia del Carmen, Hijas de la Caridad, Fundación La Caridad, Fundación Cruz Blanca, Centro Social San Antonio (SERCADE) y Fundación San Blas.

En este caso, la Fundación San Blas y la Obra Social El Carmen coinciden en que el perfil ha cambiado radicalmente en pocos años. Antes, las personas sin hogar en Zaragoza eran mayoritariamente hombres españoles, con muchos problemas de adicción o rupturas familiares. Ahora, también destacan los grupos de jóvenes subsaharianos y del norte de África sin papeles y las personas que, aun trabajando, no pueden acceder a una vivienda debido a sueldos bajos y requisitos de alquiler cada vez más estrictos.

Según explica Muñoz, “hay trabajadores que destinan hasta el 70% del sueldo a la vivienda y, aun así, no llegan a cubrir el alquiler”. Por su parte Joaquín Albesa, coordinador de la Obra Social El Carmen, remarca que “los programas están saturados, sobre todo, por esas personas que no pueden pagar un techo y quedan desamparadas”. “Ya no hay un solo perfil, sino muchos, y eso explica también el aumento de usuarios”, añade.

“Queremos ayudarles a todos, pero no hay continuidad y muchos no pueden salir de nuestros recursos para dejar pasar a otros”, asegura. A su vez, Albesa indica que “a veces basta con un colchón legal y un acompañamiento para que una persona despegue, pero no se les está dando ese margen”.

Recursos al límite

Las cifras y la práctica lo ilustran. Aunque han aumentado la ayuda y los medios, las entidades sociales admiten “no llegar a sostener a todos”. Entre las nueve entidades de la Coordinadora, El Carmen ofrece unas 250 comidas diarias y tiene alrededor de 130 usuarios en acogida; San Blas reparte 150 cenas y 90 desayunos y declara más de 300 personas registradas, y Cruz Roja, que a finales de noviembre realizará un nuevo recuento, ha atendido a 625 personas distintas en el último año.

Además del reparto de comidas y de la puesta en marcha de habitaciones, desde la Fundación San Blas también ofrecen duchas, aseos, lavandería y consignas, un espacio donde más de cien personas sin hogar pueden dejar sus pertenencias cuando lo necesiten.

En cuanto a los pisos, Muñoz admite que “se llenan enseguida”: “Antes, en tres o seis meses, la gente salía del recurso. Estamos creando un cuello de botella. Ahora muchos quedan atrapados porque no tienen continuidad, no tienen ayudas que les permitan salir de ahí y dejar su plaza a otra persona que también lo necesita”, agrega.

Las entidades gestionan pisos temporales y procesos de acompañamiento, pero denuncian que las salidas estables no crecen a la misma velocidad. “Si le estamos ayudando a salir de la calle, no vamos a dejarles otra vez en esa situación cuando pasan esos meses”, subraya.

La demora en la regularización de la situación de algunas personas sin hogar y los largos procesos de asilo no ayudan a la situación. Aunque reconoce que “Zaragoza antes tenía fama de tramitar la documentación rápido, ahora el proceso se ha atascado”. “Antes había dos funcionarios para cuatro casos y claro que iba rápido. Ahora son esos dos, pero para cuarenta personas”, explica el presidente de la Coordinadora de Entidades de Personas Sin Hogar.

Ante la pregunta de si existe un “efecto llamada” por la agilización de papeles en la ciudad, Albesa reconoce que, en su momento, sí pudo atraer a personas en búsqueda de asilo. Sin embargo, afirma que “el verdadero problema no es la llegada, sino la falta de capacidad para resolver trámites con agilidad cuando la gente ya está aquí”.

El problema de la salud mental

El deterioro psicológico aparece como consecuencia y causa. “Hay jóvenes que llegan con ganas de trabajar y, tras dos años sin papeles ni empleo, se hunden. Recuperarlos es muy difícil”, alerta Muñoz. De hecho, la espera y la exclusión alimentan adicciones, autopercepciones de fracaso y problemas de salud mental que demandan recursos especializados que hoy son insuficientes.

“Si una persona viene de Senegal con ganas de trabajar, ¿por qué esperar dos años para darle papeles? En ese tiempo la persona puede perderse. Y es lo más normal”, resume Muñoz, quien comparte que intervenir antes resultaría además “más económico, humano y digno”.

Aunque la mayoría de las personas sin hogar siguen siendo hombres, el número de mujeres ha crecido. “Cuando una mujer pide ayuda se hace un esfuerzo mayor porque la calle es especialmente peligrosa para ellas”, remarca el patrono de la Fundación San Blas. De hecho, según sostienen ambos, las entidades recurren incluso al pago de habitaciones de hotel en emergencias para evitar que duerman a la intemperie. 

En definitiva, las personas sin hogar acuden a entornos como la ribera del Ebro, los alrededores de la Estación de Delicias, la zona del Portillo o el Parque Bruil. Concretamente, este último espacio ha sido objeto de tensión en las últimas semanas, ya que se ha llegado a contabilizar casi un centenar de personas sin hogar durmiendo allí.

Esto, según las asociaciones vecinales y partidos políticos como Zaragoza en Común, se debe a que el albergue municipal de Zaragoza continúa saturado y con parte de sus espacios de acogida por frío cerrados. Esa falta de recursos ha convertido, por lo tanto, el Bruil en un refugio improvisado y precario para personas que no tienen otra alternativa.

Vecinos, parques y protestas: la tensión local

El sinhogarismo también hace aflorar tensiones comunitarias. Asociaciones de vecinos reclaman medidas y, muchas veces, critican lo que consideran inacción municipal. En un Pleno del Ayuntamiento de Zaragoza, Pilar Pina, de la Asociación de Vecinos Parque Bruil-San Agustín, denunció la respuesta del consistorio, ya que se basaba en “verjas y desalojos”. Por ello, exigió recursos humanos especializados, espacios de integración y un plan de choque urgente. “Para 100 personas no hay ni una carpa provisional, pero cuando se trata de construir estadios para 15.000 sí”, lamentó.

Desde Picarral, Ana Lasierra reclamó que el Ayuntamiento dejara de eludir responsabilidades: “No se pueden echar balones fuera. Es un problema social y ciudadano. Cualquiera puede acabar en la calle”. Al mismo tiempo, la AMPA del colegio Tenerías, representada por Julia Laliena, sostiene que “defender el parque no es oponerse a nadie, sino exigir responsabilidad para que los niños recuperen un espacio seguro”.

Asimismo, aunque desde la Coordinadora ven de manera positiva manifestaciones como la del pasado mes de septiembre en la que se unieron vecinos y personas sin hogar del parque Bruil, piden no cesar con la reivindicación.

“Todo el mundo dice hay que ayudar, pero luego no quieren un centro de acogida en su barrio. Es el clásico sí, pero aquí no. La empatía no puede ser selectiva y hay que reflexionar sobre si las quejas son porque preocupa la dignidad de esas personas o porque no quieres que estén en tu portal”, añaden.

Respuesta institucional

Frente a esta realidad, y más todavía cuando se acercan meses de bajas temperaturas, partidos como Zaragoza en Común reclaman la apertura inmediata de los pabellones de frío del albergue y la habitación de espacios extraordinarios, como ya se hizo durante la pandemia de la COVID-19. Tal y como señala Suso Domínguez, es “urgente” abrir estos pabellones de manera indefinida para dar respuesta a este “colapso habitacional” que tiene el albergue.

Del mismo modo, denuncian el “silencio” del Gobierno municipal, sobre el que remarcan que “está absolutamente ausente de cualquier medida de lucha contra la pobreza y se dedica a intentar esconderla debajo de una alfombra”.

Mientras tanto, la consejera de Políticas Sociales, Marian Orós, señala directamente al Gobierno de España, ya que, según denuncia, 29 personas del entorno del Bruil son migrantes con derecho a protección internacional que tendrían que estar atendidos por los recursos estatales. Además, la responsable municipal, pese a asumir que “la inmigración es una oportunidad”, incide en que “la gestión muy mejorable la está convirtiendo en un problema”.

“Se lanzan la pelota y se trata de ir todos a una”

Ante un escenario en el que las instituciones “se lanzan la pelota”, desde las entidades sociales exigen que “deje de politizarse el sinhogarismo” porque “estamos hablando de personas y no de números”. Además, Muñoz remarca que, “mientras se habla de quién hace más o menos”, las personas sin hogar “continúan en una situación nada deseable”.

Por todo ello, las entidades sociales piden coordinación porque la competencia municipal en materia de sinhogarismo convive con la responsabilidad estatal en protecciones internacionales y asilo.

“El Ayuntamiento dice: ‘Tú no los atiendes’. El Gobierno dice: ‘Tenemos plazas, pero no las gestionan’. Al final hay un cruce de reproches y no se hace nada, o mucho”, critica Muñoz, quien remarca que las instituciones “dejen de echarse las culpas”.

Además, solicita “una misión común, real y de todos”, así como conocer la realidad desde la calle porque “muchos opinan sin haber visto lo que hay que ver”.

De hecho, insiste en que el problema es “estructural y no ideológico”, por lo que “hay que despolitizar este asunto y todos los organismos debemos remar en la misma dirección”. Albesa coincide en que “no podemos pasar más inviernos con gente fuera, sabiendo que la solución es posible si hubiera coordinación”.

“La base es agilizar la burocracia, sí. Muchos jóvenes solo necesitan un contrato para regularizarse, pero la ley exige un precontrato de duración incierta. ¿Quién puede esperar tres o cuatro meses? Pedir cita en extranjería es casi imposible. Hemos llegado al punto de tener inteligencia artificial, pero seguimos sin facilitar algo tan básico como pedir una cita. Es absurdo”, denuncia Javier Muñoz.

Más allá de los recursos

Para las entidades, la solución no son solo más recursos, sino una articulación operativa. Para eso, proponen más personal en Interior para acelerar trámites, mayor sensibilidad en el diseño de políticas municipales y procesos que prioricen la laboralización temprana de personas migrantes con ganas de trabajos.

“Esa situación, además, crea una inserción laboral y social rápida. Si mañana un joven senegalés empieza a trabajar con dos españoles y un ecuatoriano, se crea tejido social. Ya no es ‘el sin papeles’, sino un compañero más”, destaca Muñoz.

Asimismo, las entidades reivindican su modelo y no solo cubrir necesidades básicas como comida y cama. Según ellas, se trata de ofrecer acompañamiento integral, tramitar documentación, insertar laboralmente, formar en idiomas, cuidar la salud mental, dar apoyo jurídico e impulsar la búsqueda de vivienda estable. “No somos las hermanitas de la caridad; trabajamos por la integración”, aclara Muñoz.

Para ello, tal y como apuntan ambos representantes, desde la Coordinadora se está trabajando en crear una base de datos compartidas que “servirá para evitar duplicidades, para saber cuántas personas atendemos y para optimizar recursos”. A su vez, remarcan que “entre nosotras no somos competencia, sino que sabeos que la coordinación siempre suma”.

Sensibilizarse para ayudar

Ambos piden a la ciudadanía que “se ponga en el lugar de quien está pasando por una situación de calle porque la dignidad es fundamental” y “nadie está exento de que esto le pueda pasar”, ya que “la vida te da dos o tres golpes fuertes y, si te pasan juntos, te puedes romper”. 

“Es tan básico como hacer por ellos lo que te gustaría que te hicieran a ti”, aclara Muñoz, quien, aun así, reconoce que “esa persona que veías tumbada en el suelo y no mirabas, ahora tiene rostro” gracias a la visibilidad que se ha dado a este tema en los últimos meses.

Y aunque Ibrahim ya no se encuentra en esta situación y ha conseguido salir adelante, todavía hay muchas personas sin recursos ni hogar. Para él, algo que aprendió durante esos tres meses de incertidumbre y de no contar a su familia de Marruecos lo que pasaba para “no preocuparles”, “en la calle no solo hay pobreza, sino solidaridad entre los que no tienen nada”. 

Ahora, pese a estar lejos de esta situación y tener una sonrisa permanente por haberlo conseguido, cuando se le pregunta qué espera del futuro, se emociona. “Poder vivir tranquilo, sin miedo. Y bajar a Marruecos a ver a mi madre y a mi hermana. No pido más. Bueno, que no haya gente que pase por lo mismo”, confiesa.