Julia Ducournau, cineasta: “Nunca ha habido reparación ni disculpas para los enfermos de sida de los 90”

Julia Ducournau, cineasta: “Nunca ha habido reparación ni disculpas para los enfermos de sida de los 90”

La directora, que ganó la Palma de Oro con su anterior filme, ‘Titane’, regresa con una arriesgadísima y personal mirada de género al sida y el estigma

Oliver Laxe, Albert Serra y el filme de animación ‘Olivia y el terremoto invisible’, nominados a los Premios del Cine Europeo

Julia Ducournau tiene un mapa de cada película que hace dentro de su cabeza. Tiene clara cada decisión que toma, cada línea de guion. Lo hace porque cada filme que dirige es importante para ella. Después de ganar la Palma de Oro por Titane podría haber hecho cualquier cosa, cualquier proyecto de terror en Hollywood. Y, sin embargo, afrontó una película como Alpha, rodada en Francia, con parte de sus diálogos en farsi, que afronta desde el género el sida en los 90 y que llega este viernes a las salas.

Pero, si Titane destrozaba los géneros para cuestionar el retrato del género como constructo, Alpha pone patas arriba la forma en la que el cine ha representado el sida y aquellos que fallecieron esos años. Los cuerpos de los contagiados son de mármol, y en una narrativa compleja e intrincada, Ducournau construye un ejercicio de memoria que haría un hermoso programa doble con Romería, de Carla Simón.

Todo sin renunciar a sus señas de identidad. A esa intensidad que tanto le critican, a esos arrebatos de body horror, y al amor indudable por sus personajes. Alpha es una película con la que salta sin red, pero de la que tiene clara cada decisión tomada.

Recuerdo que dijo que Titane era una película de amor. Creo que Alpha, aunque hable del sida, de memoria, es una historia de amor también.

Sí, absolutamente. Hay una correlación con Titane. Para mí, el cine es como un flujo continuo. Con cada película intento indagar en mis emociones, en mis obsesiones, en mi interior. Llegar a un lugar, no desconocido, pero sí inesperado, donde no me espero a mí misma, donde encuentro cosas que siento que están sin decir. Cosas de las que me cuesta hablar y va a ser un reto abordarlas. 

Cuando hice Titane, toda la estructura de la película se construyó en torno a los últimos 15 minutos, ese clímax de amor incondicional entre dos personajes que no debían conocerse jamás y que, de conocerse, se suponía que se matarían. Para mí, lo esencial era ver cómo estas dos personas se elegían mutuamente y se amaban incondicionalmente, formando un amor absoluto basado en el amor familiar, filial y romántico. Un amor absoluto. En la última escena se dicen “Te amo”, y me resultaba muy problemático. Al escribir el guion, lo escribía y lo borraba una y otra vez. Durante el rodaje, grabé tomas con “Te amo” y sin él, incluso en la sala de edición lo ponía y lo quitaba.

¿Por qué?

Precisamente me preguntaba que por qué me cuesta tanto usar tres palabras que son las más usadas en todas las películas, en todos los idiomas del mundo, desde los inicios del cine. Creo que mi mayor problema es que, primero, soy muy tímida con las palabras. Siempre me da miedo que las palabras expliquen una situación o disminuyan una emoción que solo la imagen y el sonido pueden transmitir. Y también porque “Te amo” me parecía un cliché en ese momento de mi vida. Y me daba miedo usarlo. Al final decidí dejarlo porque pensé: “Si es un cliché, es por algo”. Porque cuando dices eso, es una verdad tan universal que, de alguna manera, mis personajes dejan de ser solo personajes de Titane y se convierten en verdaderos héroes universales. Por eso decidí conservarla. Cuando empecé con Alpha, pensé: “Vale, tenías muchos problemas con esa palabra. Creo que tienes que entender por qué”. Así que decidí hacer una película que era un gran “te quiero” de principio a fin. Y ese es el vínculo entre estas dos películas, cómo intento expresarme más en la propia expresión del amor.

Otra cosa en común es la forma en la que ama a sus personajes, a pesar de que recurra al género, o al body horror, creo que es un cine incluso humanista. Eso en un momento donde muchos cineastas apuestan por el cinismo. ¿Es su cine una forma de combatir esto?

Es una buena pregunta. Digamos que no es algo que planee hacer. Tampoco diría que todos mis colegas cineastas son unos cínicos. Creo que, lamentablemente, hoy en día el odio prevalece en el mundo. El odio es un refugio para todos los que se sienten impotentes. Y lamentablemente, cuando el miedo se extiende por la sociedad, trae consigo rechazo y odio, que es precisamente lo que estamos viviendo. Es precisamente de lo que hablo también en la película. No es que esté intentando combatir eso conscientemente, sino que para mí, el arte se trata de amor.

Carlos Saura, probablemente junto a Fellini, de una manera muy diferente, es quien más se acercó a representar la infancia, quien más se acercó a cómo yo la sentía

Julia Ducournau
Cineasta

Se trata de poder conectar con la experiencia de personajes desconocidos, de artistas desconocidos, y a la vez intentar alcanzar esa humanidad común que compartimos todos, para que podamos crear una comunión en torno a la obra, ya sea una pintura, una canción, una película o lo que sea. Pero para mí, el propósito del arte es plantear preguntas. Nunca dar respuestas, siempre plantear más preguntas, cuestionar nuestra humanidad y entablar un diálogo. Mientras se entable un diálogo, se puede usar como base para la empatía.

Seguro que le han mencionado la coincidencia de su película con Romería de Carla Simón. Ambas, desde un sitio diferente cada una, hablan del sida, y lo hacen dignificando a una generación olvidada y demonizada, ¿hay en su proyecto una voluntad de rescatar a esas personas?

Estoy bastante segura de que Carla y yo compartimos la misma indignación por el hecho de que nunca se ofrecieron reparaciones ni disculpas por la forma en que los pacientes y sus familias fueron tratados en los años 90. A nivel mundial, por toda la sociedad. La forma en que fueron aislados socialmente, estigmatizados, avergonzados por sus estilos de vida. Carla y yo somos más o menos de la misma generación, y hemos visto cómo se hizo creer que solo afectaba a una parte de la población y que era culpa suya. Básicamente, deberíamos haber cuidado de quienes lo necesitaban. El hecho de que nunca se reconociera este abuso es algo que la siguiente generación presenciamos de primera mano. Fue como si se hubiera ocultado este maltrato y mucha gente olvidó lo grave que fue y hasta qué punto la sociedad se desentendió de las personas infectadas por el virus. Y esto, generó mucha ira en nuestra generación.

Es una película sobre la memoria, y sobre cómo la memoria es algo político.

Es muy cierto lo que dices. Creo que la memoria, en general, es un tema político al cien por cien. Y realmente creo que todo aquello que se oculta, se esconde bajo la alfombra, se deja sin decir, no se reconoce y no se repara, se convierte en tabú, y solo puede agravarse con el tiempo. Solo puede generar más y más traumas. Creo que incluso hoy en día, si piensas en las consecuencias de la Covid, si bien no hubo una estigmatización de la población por sus estilos de vida durante la pandemia, luego hemos vivido la recesión económica, la inflación.

Muchos jóvenes vieron interrumpidos sus estudios y no han podido encontrar trabajo después y todavía tienen que vivir con sus padres, y también existe una forma de estigmatización de esa generación más joven. La gente mayor tiende a decir: “Todavía vives con tus padres porque eres perezoso y no quieres trabajar”. Eso es mentira. Sabemos que no es así. Lo sabemos. No es que no quieran trabajar. Es que no hay trabajo y todo es tan increíblemente caro que no pueden pagar el alquiler. Y así, de nuevo, se genera vergüenza, y es algo que hay que reconocer y decir, porque de lo contrario, dentro de 15 años, esta generación joven será la adulta de hoy y no sé qué consecuencias tendrá, pero solo puede avivar aún más la ira.


Julia Ducournau en un momento del rodaje de ‘Alpha’

Busca la belleza en los cuerpos de los infectados, son estatuas de mármol, mientras que el cine solía representarlos de una forma completamente opuesta.

El tema de la belleza es muy complejo, ya que no es un concepto objetivo. Lo que yo considero bello, tú podrías considerarlo feo, repulsivo o asqueroso. Sin embargo, para mí fue de suma importancia, especialmente dada mi reputación como cineasta y las dos películas anteriores que había hecho. Tenía miedo de que la gente viniera esperando algo impactante, que les asustara, que les resultara desagradable e incómodo. Yo quería que el público sintiera empatía inmediata por los pacientes y que no los vieran como extraños, sino que los aceptaran como personas, como si nosotros necesitáramos atención o estuviéramos enfermos. Sin ninguna distancia de seguridad entre nosotros y ellos. 

Quería que los encontraran hermosos. Pero pensé: ¿qué es la belleza? La cuestión de la belleza no tiene por qué ser objetiva. Mi punto de vista, como Julia Ducournau, no importa. Lo que importa es lo que Alpha piensa de ellos. Y si Alpha piensa que alguien es guapo, todo el mundo pensará que lo es. Así que ese fue el primer punto con respecto a la belleza. Usar mármol fue para mí algo inmediato, obvio desde el principio, porque el mármol es un material muy noble que se suele usar para representar a los santos en catedrales e iglesias. Es un material muy noble y sagrado. Y, de hecho, quería usar esto para, de alguna manera, dignificar la vida y la muerte de quienes hemos perdido, personas consideradas parias por la sociedad, marginadas, para elevarlas a un nivel sagrado, a un nivel de nobleza y de absoluta dignidad.

Vi el vídeo en el que iba al videoclub de Konbini y cómo hablaba de Cría Cuervos, de Carlos Saura, quería preguntarle por esta influencia, porque aquí es uno de los grandes directores, pero fuera no es tan reconocido.

Es que esta película cambió por completo mi relación con el cine en general y me marcó profundamente. La vi cuando era muy joven. La primera vez que la vi, tenía ocho años, más o menos la misma edad que Ana en la película, interpretada por Ana Torrent. Y fue la primera vez en mi vida que vi una película no como un simple espectáculo o entretenimiento, sino que sentí que un personaje podía conectar conmigo y yo con él, como si fuera real, como si me entendiera y como si yo lo entendiera a él. Me obsesioné con Ana, hasta el punto de que era casi como una amiga, como si fuera parte de mí. Y fue la primera vez que me di cuenta de que el arte se creó para eso. Para encontrar, como dije, esa humanidad compartida entre nosotros. Para mí fue una revelación. No se trataba de ver la historia desde fuera, sino de crear un vínculo interno con el personaje. Y eso cambió mi perspectiva del cine.

Luego, al crecer, me di cuenta de que ese vínculo que tenía de niña de ocho años, en realidad lo tenía con un hombre de unos sesenta años que creó a Ana, lo cual, de nuevo, es desconcertante cuando lo piensas. Creo que Carlos Saura, probablemente junto a Fellini, de una manera muy diferente, es quien más se acercó a representar la infancia, quien más se acercó a cómo yo la sentía. No una edad de inocencia en absoluto, sino una edad que, a través de su hipersensibilidad, es una edad en la que lo entiendes todo y te das cuenta cuando te mienten, y entiendes que también tienes partes extremadamente fuertes. Siempre decimos que los poetas son niños y los niños son poetas. Creo que Carlos Saura, en este nivel, sin duda lo plasmó.