Nicolás Sartorius: «La historia que nos han contado de la Transición es una gran mentira»
Fue uno de los impulsores de la movilización social que empujó la caída del Franquismo y protagonizó en la sombra acuerdos tan cruciales para la democracia como los Pactos de la Moncloa. Fundador de CCOO, militante del PCE en la clandestinidad, preso político en el franquismo durante seis años y exdiputado por IU. Cansado de la versión “edulcorada y falseada” que se ha dado de la Transición, recientemente ha impulsado la serie documental ‘La conquista de la democracia’. Sabe de lo que habla
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Fundador de Comisiones Obreras, miembro del Partido Comunista de España desde la clandestinidad, preso político del franquismo y después diputado. Nicolás Sartorius (San Sebastián, 1938) es una de las personas clave de la historia reciente de España y también el principal impulsor de La conquista de la democracia, una serie documental de RTVE sobre una etapa que conoce mejor que nadie, la de la Transición. “Franco murió en la cama, pero la dictadura murió en la calle”, explica Sartorius en esta entrevista en la redacción de elDiario.es.
Frente a algunos relatos que pretenden dulcificar esa época, ¿cómo era de verdad la España de la dictadura?
Era una España pobre, cutre, sin libertades de ningún tipo, gris, corrupta. La prueba es que, cuando terminó, no había nada. En las primeras elecciones municipales, en el año 79, los programas de los partidos democráticos eran alcantarillado, que hubiera un centro escolar, que pusieran agua corriente… Los pueblos estaban totalmente abandonados. La dictadura solo se ocupaba de las capas ricas de la sociedad, en Madrid y algunas capitales, pero el resto era un desierto de servicios públicos. Había una corrupción estructural brutal. Los tribunales estaban al servicio de la dictadura. No había justicia de ningún tipo y la represión era durísima.
Es incontestable que Franco muere en la cama, pero también que el régimen estaba en ese momento en descomposición por la presión de la universidad, de las fábricas, de los barrios.
Siempre se ha dicho que Franco murió en la cama. Yo siempre he dicho que Franco murió en la cama, pero la dictadura murió en la calle. Para nosotros lo importante no era el dictador, era la dictadura. Porque un dictador puede morir y venir otro, cosa que ha sucedido en muchas ocasiones. Y la dictadura se la cargan las movilizaciones sociales. España es el único país de Europa occidental que conquista la democracia sin apoyo de ejércitos, ni extranjeros ni de su país.
Todas las democracias occidentales las traen los ejércitos aliados cuando ganan la Guerra Mundial; toda Europa, menos Gran Bretaña, que era un régimen liberal. Y en Portugal, el ejército de su país. Pero no ha habido ni un solo país que haya conquistado la democracia a través del esfuerzo de los propios ciudadanos. Claro, eso explica por qué se tardó tanto. Pero es que una parte del pueblo español nunca dejó de luchar contra la dictadura desde el año 39.
En el 76, tras la muerte de Franco, empieza una gran movilización con más de 17.000 huelgas, una dura represión, muchas víctimas mortales. ¿Cómo es ese primer momento en el que la Transición no ha acabado de arrancar y la presión es muy fuerte en la calle?
Las movilizaciones del primer trimestre del 76 no se explican sin las que hubo antes, desde el 69. La movilización hubo que irla creando, acumulando fuerzas: Comisiones Obreras, el movimiento estudiantil, los barrios, las mujeres, sectores de la judicatura, militares de la UME… Hay que recordar que cuando muere el dictador, deja como heredero a Arias Navarro. Este es un episodio clave. Porque aquí se ha vendido un poco la idea de que muere Franco y llega la democracia.
Y no es así, primero hay un intento de continuidad de la dictadura.
La prueba de ello es que cuando muere Franco, el rey, nuevo jefe del Estado que hereda los poderes de Franco, confirma a Arias Navarro como jefe del Gobierno, al que ya Franco le había nombrado tras la muerte de Carrero y que era un represor tremendo. El carnicerito de Málaga le llamaban por la represión que había hecho allí después de la guerra. Este era el duro, porque había otras opciones más abiertas, como Fernández-Miranda. Pero se escogió el más duro y el rey no solamente lo confirma, sino que después, cuando Arias le presenta la dimisión porque el rey se reúne con los militares sin consultárselo, manda inmediatamente al jefe de la Casa Real, a Mondéjar, para que por favor le pida a Arias que no dimita. ¿Eso qué quiere decir? Que cuando muere Franco, la dictadura continúa. Hubo más procesos del Tribunal de Orden Público en el año 76, ya muerto Franco, que en la época de Franco.
La represión se endureció con la muerte del dictador.
Claro, se endureció porque también aumentó la movilización. Hubo muchísimos procesos, muchísimas huelgas en el primer trimestre de 1976. Esos tres meses constituyen lo que José María Areilza [ministro de Arias Navarro] llamó ‘una galerna de huelgas que se abate sobre España’. Esa galerna de huelgas. Eso es lo que realmente acaba con el Gobierno Arias.
Juan Carlos al principio tiene miedo de destituir a Arias Navarro porque es el búnker y no se siente seguro de que no haya una revuelta militar. Pero llega un momento en que le dice a Areilza –lo cuenta Areilza en sus memorias– una frase clave. “Esto no puede seguir así, so pena de perderlo todo”. Y para un rey perderlo todo es perder el reino, la corona. Él ve que o quita a Arias o puede ir detrás, como le pasó a su abuelo.
La importancia de CCOO en la lucha por la democracia
Marcelino Camacho, histórico líder de CCOO, saluda al abad del Monasterio de Montserrat en junio de 1977. El monasterio había dado cobijo a las reuniones fundacionales de CCOO en Catalunya en tiempos muy difíciles. A su derecha, Simón Sánchez Montero, durante años dirigente en del Partido Comunista en la clandestinidad. En el centro, un joven Nicolás Sartorius. Esta imagen forma parte del extraordinario trabajo que realizó en esos años el reportero Manel Armengol, unas fotos poderosas que retratan fielmente las tensiones y esperanzas de esa época.
Tras Arias Navarro, el rey nombra a Adolfo Suárez ¿Qué análisis hace ahora sobre su papel?
Yo creo que el papel de Suárez fue importantísimo y muy positivo. Le conocí bastante, hablé con él varias veces a fondo y él es un hombre que comprende que su papel histórico es facilitar la llegada de las libertades y la democracia a España. Suárez es un hombre sin una ideología, ni falangista ni social, pero tiene un sentido social bastante acentuado. En mi opinión, no era un representante orgánico de la oligarquía ni del gran empresariado, sino que era un hombre pragmático, con una idea clara con Juan Carlos, que era que había que facilitar la llegada de la democracia a España o este país no tenía salida.
Suárez aprueba la legalización del Partido Comunista.
Se da cuenta de que si no legaliza al PCE y Comisiones Obreras no hay salida. Él mismo me lo reconoció en una charla muy larga que tuvimos. Me dijo: “Nicolás, no te puedes imaginar las presiones que tuve para no legalizarlos. ¿Pero qué hubierais hecho? ¿Os quedáis tranquilos, os quedáis quietos?”. Me acuerdo que le contesté: “Te hubiéramos montado la mundial”. “Claro, ¿y yo qué hago?”, me respondió. “¿Os meto otra vez a la cárcel a todos? Es que erais muchos. ¿Monto aquí campos de concentración?”.
[El entonces vicepresidente] Osorio cuenta en sus memorias que dijo: “¿Pero qué hago? ¿Les fusilo? ¿Les ametrallo? ¿Les meto en la cárcel otra vez? Si acaban de salir”. Es decir, no era viable. Fue la presión social, la que conquista ese paso hacia la democracia.
¿Y cómo analiza el papel del rey Juan Carlos de Borbón?
Él comprende –por la influencia de su padre y por lo que le dicen otros asesores– que debe facilitar el tránsito hacia una monarquía parlamentaria. El rey tenía muy grabado lo que le pasó a su abuelo, Alfonso XIII, con Primo de Rivera. Y lo que le pasó a Víctor Manuel con Mussolini. Un rey con dictadura dura lo que sea, pero al final acaban tanto la dictadura como el rey.
¿El rey no lo hizo por convicción, sino porque no tenía mejor alternativa?
Eso no lo sé. A mí me han dicho que él era un hombre que siempre tuvo ideas liberales como su padre, en el sentido de que sabía que la dictadura no podía continuar. Él no quería ser un dictador porque los poderes de Franco pasaron a él, no pasaron a Arias. Entonces él pensó: el día que se acabe con la dictadura se acabará conmigo. Por encima de todo, yo creo que un rey lo que quiere es salvar la corona.
Los llamados Pactos de Moncloa del 25 de octubre del 77 son el inicio de un periodo de cierta estabilidad. También es un reconocimiento de los sindicatos como protagonistas activos del cambio, tras muchos años de trabajo y de militancia.
Los Pactos de La Moncloa tienen una historia previa. Suárez, en el verano del 77, nos llama a la Moncloa a los sindicatos, a UGT, a la USO y a Comisiones. Nos propone hacer una ley laboral que se llamaba el Estatuto de los Trabajadores, pero sobre todo nos propone unas conversaciones en el Ministerio de Economía a partir de septiembre para llegar a un pacto social, un pacto de rentas para controlar la inflación, que estaba en el 27%. Nosotros dijimos que no, que no íbamos a hacer un pacto de rentas para bajar salarios y no obtener nada a cambio. Y sobre todo les dijimos: “Este país lo que necesita es un pacto político en serio, con muchas cosas que nosotros apoyaríamos”.
Es entonces cuando Suárez convoca a los partidos políticos a la Moncloa y de ahí salen los pactos de la Moncloa. De todo lo que se pactó, solo se cumplieron dos cosas. Una, que se controló la inflación, ligando los salarios a la inflación futura y no la pasada. Y dos, que se empezaran a pagar impuestos. Fue la contrapartida: yo controlo el crecimiento de la inflación, pero tú empiezas a pagar impuestos. Es que en España no existía el IRPF.
Teníamos un sistema fiscal completamente inexistente.
Uno de los botines de la Guerra Civil para los vencedores fue la fiscalidad. En la época de Franco, había una presión fiscal que nunca pasó del 15%. El gran botín de la guerra fue la parte agraria, la de las fincas. Se cargaron la reforma agraria que había hecho la II República y se instauró el imperio total de los terratenientes. Y luego también se llevaron el botín de no pagar impuestos.
Y así se acabó con cualquier capacidad de servicios públicos.
Con el 15% de presión fiscal, que es la que tienen normalmente los países de América Latina, no tienes educación, ni sanidad, ni carreteras, no tienes nada. Solamente da para pagar a la policía. Es muy interesante ver los presupuestos de la época de Franco: entre el Ejército, la Guardia Civil y la Policía, se llevaban el 80%.
¿No tenemos una visión muy edulcorada de la Transición? Se ha vendido que fue muy pacífica, cuando en realidad hubo mucha sangre.
La versión de la Transición que nos ha llegado no solo es edulcorada, sino que ha sido falsificada. Ya conoces el documental que hemos hecho.
‘La Conquista de la democracia’, un excelente documental.
En el que le damos la vuelta a la historia de este país. Porque, ¿qué me está contando? ¿Que la democracia la trajo el rey, Adolfo Suárez, y cuatro más? Por favor, eso es una gran mentira. Entonces, por un lado, se vende la idea de que la democracia la trae el Rey, poco menos, y Suárez y unos cuantos más. Y, por otro lado, se nos cuenta que fue todo bueno, todo pacífico, todo sin víctimas. ¿Cómo que no hubo víctimas? Hubo centenares de víctimas, de las fuerzas de represión y de las bandas ultras. Hay cifras que se acercan a unos 700 muertos. No fue la violencia de otra guerra civil o matanzas enormes, pero hubo bastantes muertes, bastantes víctimas.
¿Y acabamos del todo con la dictadura? ¿O una parte sobrevivió dentro de las estructuras del Estado?
Es evidente que en un primer momento no se hizo una depuración de las fuerzas de seguridad ni hubo una depuración del Ejército, ni hubo una depuración de la judicatura. Eso es verdad. Porque a pesar de que la democracia llega a través de la movilización social, no es lo suficientemente fuerte como para poder hacer esa depuración. Claro, si nosotros hubiéramos tenido al lado al Ejército, como lo tuvieron los portugueses, pues sí les bajamos los pantalones a los de la PIDE [la policía secreta de la dictadura de Salazar] como pasó en Portugal. Pero aquí no, porque el ejército no estaba con nosotros. El ejército de entonces estaba enfrente.
¿Hay restos de eso? Yo creo que, más que restos de la dictadura, porque han pasado 40 años y están todos muertos, creo que lo que ha sobrevivido es una mentalidad conservadora. Sí, pero también en Francia, o en Inglaterra, porque esos sectores del Estado generalmente son mayoritariamente conservadores. Por ejemplo, en la judicatura no se tocó a nadie, ni tan siquiera a los magistrados del Tribunal de Orden Público. Pero claro, ahora ya no queda ninguno de esos.
Pero estos fueron los que formaron los siguientes.
Claro, ahí queda un poso que, más que una herencia de eso similar o igual, pues quedan, digamos, unas formas, sobre todo en la judicatura. He tenido bastante relación posterior con el Ejército y debo decir que me he encontrado a gente más abierta mentalmente en las Fuerzas Armadas y menos en las altas esferas de la Judicatura, el Tribunal Supremo y sobre todo la Sala Segunda. Ha quedado algo, pero no se puede decir que sean herederos de eso. Yo soy un gran defensor de lo que se hizo. Es decir, las críticas que hemos recibido de sectores más izquierdistas de que hubo una especie casi de traición no son ni rigurosas ni son verdad.
La Constitución española es la más progresista de Europa. Yo he hecho el estudio comparado. He leído todas las constituciones europeas y resulta que los sindicatos no aparecen en ningún lado. Y sin embargo, en la Constitución española están en el título preliminar, o sea, en el título más importante de la Constitución. O el derecho de huelga como derecho fundamental. Hay una serie de cosas muy avanzadas en la Constitución. Ahora, que no hubo una depuración de los aparatos represivos. Sí, claro, no hubo una depuración. Ante esa crítica, hay una manera un poco plástica de explicar qué pasó: ‘Mira, si los toros no tuvieran cuernos, yo sería torero’. Ese es el resumen.
¿Qué le parece que hoy en día haya cargos públicos hablando con nostalgia y con admiración de los años de la dictadura?
Yo creo que es un fenómeno mundial. Es muy curioso, por ejemplo, que en Italia esté gobernando la señora Meloni. Con la resistencia que hubo en Italia, con el Partido Comunista que hubo en Italia y, sin embargo, le dan el poder primero a Silvio Berlusconi, que era un sinvergüenza notable, y ahora a Giorgia Meloni, que ya viene de la tradición del fascismo. Pero es que eso mismo está ocurriendo en Francia con el Frente Nacional, que viene también de la época de Pétain y de Vichy. Y lo más peligroso, en mi opinión, es lo de Alemania.
Es verdad que en España empieza a haber un cierto revisionismo del tema de la dictadura. Hace 20 años escribí un artículo en El País diciendo ‘Qué le pasa a la derecha’. En ese artículo sostenía que la derecha del PP no es heredera de la Transición.
Ellos venían del franquismo, de los siete magníficos de AP. La derecha democrática era la UCD.
Pero, a pesar de eso, ellos dicen que son los herederos de la maravillosa Transición. No, ellos vienen de Fraga y de los siete magníficos. No votaron a favor de la Ley de Amnistía. No votaron el título 8.º de la Constitución. Y alguno, como Aznar, creo que en un momento determinado dijo que él no había votado la Constitución.
Sí, hay artículos suyos de esa época en contra.
Eso es. Entonces el PP no es heredero de Suárez, no es heredero de Calvo-Sotelo, no es heredero de la UCD. La prueba es que cuando crean el PP, Suárez no se va a ese PP, crea el CDS. Uno de los dramas de España es la derecha que tenemos, que no procede de aquella derecha que luchó contra Franco. Todos los de Múnich, a los que exiliaron, encarcelaron y desterraron. Ahí había liberales, monárquicos, democristianos, socialdemócratas liberales… Toda una serie de personajes muy valiosos que se enfrentaron con la dictadura. Torcuato Fernández-Miranda, primer presidente del Congreso de los Diputados, era un cristiano demócrata que si ve hoy las cosas que dicen los del PP se muere.
¿Qué sensación le produce ver a jóvenes cantando el ‘Cara al sol’?
Me produce una impresión negativa, pero creo que no son mayoría para nada, aunque sean demasiados. Y creo que tiene origen en varias cosas. Primero, en que ese documental que hemos hecho se tenía que haber hecho mucho antes, al menos hace 30 años.
¿Ha fallado el contar a los españoles qué pasó?
Claro. El problema es que aquí se cuenta una historieta de cómo llegó la democracia a España. Que había un dictador que en sus años finales tampoco era tan dictador, sino un ‘ancianete’, buena persona que tenía unos nietos que acariciaba y tal. Y que luego murió en la cama y llegó un rey benevolente con la gente y nos regaló la democracia. Si tú no haces una crítica dura a fondo de lo que fue la dictadura y cómo se consiguió la democracia, pues los jóvenes no tienen ni idea. Es que los jóvenes creo que no tienen ni idea ni de lo que es el ‘Cara al sol’.
Nicolás Sartorius
No se estudia en los colegios el siglo XX español.
No se estudia nada, cero. Lo he comprobado con nietos, con amigos de los nietos. Ven el documental y se quedan con la boca abierta y dicen: ‘¿Pero cómo?, ¿que esto pasó?’. De 65 años para abajo, no se tiene ni idea ni de lo que fue la dictadura ni de cómo acabó la dictadura. Y esa responsabilidad la tienen los que han tenido el poder. Yo creo que, por un lado, por una malentendida reconciliación, ese decir ‘no abramos heridas’. Por otro lado, no ha habido interés porque los que más lucharon contra la dictadura fueron los comunistas.
¿Al PSOE de Felipe González no le venía bien poner en valor el papel del PCE en la Transición?
Yo creo que ahora ha habido ya un reconocimiento de que fue Comisiones Obreras, el PCE los que más, no los únicos, pero sí los que más. Y luego alguna explicación: el Partido Socialista, y sobre todo Felipe González. Cuando ellos llegaron al poder Gutiérrez Mellado le pidió por favor a Felipe que no fuera a dar la vuelta a la tortilla, que el ambiente que había… Que es verdad que había el ejército que había, que había el Estado que había y que había que ir poco a poco, pero que fuera con cuidado, que no fuera una sensación de que estaba llegando la izquierda al poder…
El PSOE llega al poder justo después de un intento de golpe de Estado.
Exactamente. Yo creo que ha habido una falta de información en todo, en televisión. La imagen que salió de la transición fue la que dio Victoria Prego, [periodista] de derechas, a la que le encargaron hacer 14, 20 capítulos, y en ellos jugaban un papel esencial el sobrino de Franco o Colón de Carvajal, que aparecían como grandes muñidores de la Transición que habían hecho cosas importantísimas, y no se hablaba para nada de las luchas de la gente. Esa es la versión canónica que ha quedado. Una transición ejemplar y sin víctimas.
Sin ganadores ni perdedores, sin vencedores ni vencidos, donde se perdonan los unos a los otros y pasamos a otra cosa.
Claro, por eso ahora la derecha le echa en cara al Partido Socialista, a partir de José Luis Rodríguez Zapatero, que hace la primera Ley de Memoria Histórica y es el único que empieza a reivindicar el tema. Y luego ya está la Ley de la Memoria Democrática, que es una ley avanzada, estupenda y fantástica. Pero claro, a ellos les hunde toda su versión de las cosas. Por eso la derecha, sobre todo Ayuso y otros, están diciendo: “Es que os queréis cargar la Transición y la Constitución”. Porque claro, ellos tienen una versión completamente diferente. Mira Esperanza Aguirre diciendo que el franquismo fue a la larga mejor que la República. O sea, que una dictadura es mejor que una democracia.
¿Podemos ir a una involución, a un Estado autoritario?
Podemos ir a una involución, podemos ir a una situación como la que se está viviendo en Hungría, como la que empieza a vivirse en Polonia. Sí, si gobierna esta derechona con Vox podemos ir a una situación así.