Los jóvenes que hacen memoria de la represión franquista en TikTok: «Me duele ver cómo se blanquea a un dictador»

Los jóvenes que hacen memoria de la represión franquista en TikTok: «Me duele ver cómo se blanquea a un dictador»

Cientos de adolescentes recuerdan en redes sociales a las víctimas de la Guerra Civil y del franquismo. Esta tendencia combina estética, emoción y activismo político en una plataforma plagada de mensajes de extrema derecha

Los bulos del franquismo que perviven: ni la guerra fue inevitable ni hubo una “extraordinaria placidez” en la dictadura

Una joven se ubica de espaldas a la cámara frente a un precioso paisaje. Lleva un vaquero, un top y el cabello suelto. Se gira para mirar fijamente a quien está viendo ese vídeo en bucle. Otro chico con un corte de pelo perfectamente perfilado apunta con su teléfono al espejo del ascensor en el que se hace un selfie. Otra, en una habitación oscura y con la luz del flexo iluminándola, sincroniza sus labios al ritmo de una canción que suena en el vídeo. Todos los que han publicado estos vídeos en TikTok son chavales muy jóvenes, algunos de ellos adolescentes, y parecería que el suyo es un contenido más de redes sociales en el que sus protagonistas se jactan de lo monísimos que son si no fuese por el trasfondo histórico y político que en realidad apuntan.

La canción que acompaña a estos vídeos o carruseles de fotos es ¡Ay, Carmela!, un himno que las tropas republicanas entonaban en la Guerra Civil y que pasó a la historia tras la Batalla del Ebro, pese a que su origen se remontaría al siglo XIX, a la Guerra de la Independencia. Lo más llamativo de todos estos contenidos son los mensajes escritos que los encabezan. 

“Roja, porque el hermano de mi abuelo murió por leer el periódico en el pueblo a quienes no sabían hacerlo”, reza el primer vídeo. “Me podré olvidar de muchas cosas, pero jamás me olvidaré de que el crimen fue en Granada, en su Granada”, escribe el segundo usuario en un carrusel de fotos que cierra con la imagen de la estatua de Federico García Lorca en la Plaza de Santa Ana de Madrid. “Roja, porque mi bisabuelo tuvo que ser fusilado para que en este país hubiera democracia”, expresa la última, Lucía Expósito González. 

Lo que a ella le motivó a compartir esta historia familiar fue observar “la gran desinformación que hay actualmente en las redes sociales”, asegura en una conversación con elDiario.es. “Teniendo una historia como la de mi yayo en la familia, me duele ver cómo hay miles de jóvenes y adultos que blanquean a un dictador, sin importar todo el daño que este hizo a nuestro país y a las familias”, refleja esta joven, que quiso con su vídeo “concienciar” sobre la historia reciente de nuestro país. Decenas de compañeros de generación han decidido utilizar el sonido de ¡Ay, Carmela! en TikTok para recordar a sus familiares represaliados durante la Guerra Civil y el franquismo.

En el apartado de ese mismo sonido, se multiplican los vídeos que recuerdan a familiares fusilados, desaparecidos o exiliados. También a figuras como Lorca o a los milicianos que participaron en las batallas de la Guerra Civil. Se trata de pequeños homenajes que combinan emoción, estética y conciencia política en una red social —como casi todas— cada vez más contaminada por discursos de ultraderecha. “Estos vídeos son una respuesta al auge de la extrema derecha”, explica Sagrario Yayo Aznar, catedrática de la UNED, historiadora del arte y experta en cultura visual. 

“Lo primero que puedes pensar cuando ves esto es que hay algo frívolo en el modo de presentar el tema, una banalización, pero el de las redes sociales es un territorio ocupado incansablemente por el discurso fácil de la extrema derecha y es importante actuar justo ahí”, refleja Yayo Aznar. Algunos usuarios aprovechan para mostrarse y compartir su posicionamiento ideológico, mientras que otros priorizan los mensajes políticos e históricos. En ese sentido, apunta esta experta en cultura visual, “la música y las imágenes utilizadas son importantes y marcan la diferencia”.

La reacción: “Pocos rojos matamos”

La gran mayoría de los vídeos que aparecen en el repositorio de ese sonido muestran, señala Yayo Aznar, “un posicionamiento casi tibio en una izquierda genérica, sin [referencias a] un partido concreto y son inocentes”, pero desatan “una ira irracional” en parte del público que llega a ellos gracias al algoritmo. 

“Algo haría tu abuelo”, “pocos rojos matamos” o un recurrente “viva Franco” son algunas de las respuestas que los parientes de asesinados en la Guerra Civil y en el franquismo reciben al publicar sus vídeos. Para Lucía Expósito, esos comentarios son “bastante innecesarios y crueles” y nacen, refleja Aznar, de argumentos pobres, repetitivos, que apelan a consignas y no a datos o a razonamientos, “resultado de unas políticas de las que todos y todas somos responsables”.

Puedes pensar que hay algo frívolo en el modo de presentar el tema, una banalización, pero el de las redes sociales es un territorio ocupado incansablemente por el discurso fácil de la extrema derecha y es importante actuar justo ahí

Sagrario ‘Yayo’ Aznar
catedrática de la UNED, historiadora del arte y experta en cultura visual

Estos jóvenes se apropian de la violencia que marcó una época en la que no han vivido, como consecuencia de las batallas políticas que se están librando en parte en el campo de la memoria histórica. El relato colectivo del pasado se ha convertido en una de tantas armas arrojadizas en las peleas políticas, porque es un “instrumento de movilización poderoso que despierta sentimientos fuertes”, manifiesta Sebastiaan Faber, profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College e investigador de cultura y memoria de la Guerra Civil. 

Instrumento político para atraer jóvenes

Los representantes públicos se aprovechan de esas emociones que genera en la población la memoria histórica. La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se preguntaba en una intervención en el pleno de la Asamblea de Madrid durante su primer mandato qué será lo siguiente tras la exhumación de Franco del Valle de los Caídos: “¿Será lo siguiente la Cruz del Valle, todo el Valle, las parroquias del barrio arderán?”. 

“Ese tipo de gesto retórico, de forma muy deliberada, intenta acortar la distancia entre el pasado y el presente”, señala Sebastiaan Faber. Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), uno de los impulsores del movimiento memorialista y nieto de la primera víctima de la represión franquista identificada por una prueba genética en España, afirma al respecto que “cuando una sociedad no resuelve sus problemas con el pasado, los va dejando en herencia”. 

Y esa grieta, la de los problemas heredados, la aprovechan políticamente ciertos partidos. “La forma en que un partido como Vox moviliza la batalla por el relato colectivo del pasado, en particular el franquismo y la guerra, es muy oportunista. Usa las controversias sobre el pasado de una forma muy efectiva y su flirteo con el franquismo es en parte una operación de relaciones públicas para, por un lado, atraer a esos sectores de la sociedad española que realmente son nostálgicos del franquismo, pero también para enmarcar el debate público con la izquierda en torno a esos temas que les convienen”, expresa Faber. Ese instrumento de provocación es el que precisamente atrae a los jóvenes “varoncitos” que silban el Cara al sol a Emilio Silva cuando acude a los colegios a dar charlas sobre memoria histórica. 

Le está funcionando la estrategia al partido de Santiago Abascal. Según sondeos recientes de 40dB, alrededor del 30% de los menores de 35 años votarían a Vox, un porcentaje que duplica —e incluso triplica— a las franjas de edad superiores a 50 años.  

Romper el silencio

Esta tendencia de contar la historia de represaliados deriva del cambio paradigmático con respecto a la memoria colectiva de la Guerra Civil y del franquismo que se produjo a principios de este siglo. De considerar que lo común era el silencio en la familia, se pasó a descubrir historias personales a través del entorno, en el contexto académico o por la cultura popular. 

“Que los jóvenes compartan estas historias implica que las conocen; es significativo”, asegura Faber, que refleja que esto se produce gracias a un “proceso de afiliación”, un intento explícito de establecer conexiones con personas del pasado, para solidarizarse con ellas, identificarlas u homenajearlas. 

Que los jóvenes compartan estas historias implica que las conocen; es significativo

Sebastiaan Faber
profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College e investigador de cultura y memoria de la Guerra Civil

Ocurrió algo similar en Brasil el año pasado con el éxito de la cinta Aún estoy aquí, que se convirtió en la primera película del país en recibir un Oscar. Emilio Silva reconoce que, en ese caso, hubo un “detonante” que llevó a los nietos de desaparecidos y represaliados a contar la historia de sus familiares en redes sociales, pero no identifica qué desencadenó esta tendencia en España. Igualmente, la ve una acción “superinteresante” que aporta a la democracia y fortalece la respuesta a “quienes atacan”. 

En una plataforma dominada por tendencias fugaces y confesiones anodinas, estos vídeos devuelven un reconocimiento que se creía enterrado. Lo hacen con emoción, con orgullo y con un mensaje que, casi un siglo después y tras 50 años de la muerte del dictador, sigue resonando: no hay democracia sin memoria.