Xavi Puig, cofundador de ‘El Mundo Today’: “El cómico cínico es una especie de ‘criptobro’ de la risa”
El humorista publica ‘Hacer reír’, un ensayo donde revisa dos décadas de oficio, desmonta tópicos sobre la comedia y reflexiona sobre ética, creatividad y vida digital
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Quienes conozcan a Xavi Puig fundamentalmente por su trabajo al frente de El Mundo Today, el medio digital satírico fundado junto a Kike García en 2009, quizá se sorprendan un poco al leer el libro que el humorista catalán acaba de publicar.
Hacer reír (Debate, 2025) es un ensayo breve pero rico en ideas en el que Puig desvela, para aquellos que todavía no la conocían, su faceta más profunda y filosófica, y en el que reflexiona sobre su propio oficio y sobre el papel del humor en una época tan compleja como la que estamos viviendo.
No obstante, en la apertura de la obra Puig confiesa que le producía “escalofríos” convertirse en el humorista que se pone solemne al hablar de lo suyo y reconoce que publicar un ensayo no formaba parte de ningún plan previo.
Sin embargo, reconoce que está contento con el resultado. “Los compañeros que han leído el libro han agradecido que, por una vez, teorice sobre comedia una persona que se dedica a ella”, dice. Y añade: “Estoy contento de haberme remangado, de haber superado esa pereza inicial. Hacía falta y me hacía falta, pese a que nos cuesta y nos da miedo caer en tópicos (entre ellos, la frase, tan manida, de que ‘el humor es una cosa muy seria’). He intentado evitar clichés y proponer enfoques distintos y sugerentes”.
Puig escribe, en este registro tan diferente al de su medio, con la misma lucidez que en sus piezas satíricas. “Es un ensayo, no un libro de chistes”, resume. “Esto no quiere decir que sea espeso e incomprensible. Me he esforzado por ser claro y por atrapar al lector, pero sin renunciar a la hondura que se le supone a un trabajo así, por breve que sea”.
“Para disfrutarlo, basta con amar la comedia y sentir curiosidad por cómo se hace y por las problemáticas que encierra su práctica, que no son pocas”, afirma. “No es un libro complaciente, lo escribí sintiéndome en crisis con el oficio. Al mismo tiempo, hay mucho amor por la disciplina y por quienes la desempeñan”.
Los dichosos límites del humor
Pero hablando de humor en serio, pocos asuntos han monopolizado tanto la conversación sobre la comedia en los últimos tiempos como los límites del humor. Puig evita repetir fórmulas y en el libro prefiere utilizar una herramienta que, según él, ayuda a ordenar el ruido. “Recurro a un marco conceptual, diseñado por Habermas, que resulta muy clarificador”, explica: “Por resumirlo, defiendo que el humorista, como cualquier autor de ficción, a veces tiene que dar explicaciones, pero no en todos los casos”.
Lo fundamental, para Puig, es no caer en automatismos. “Hay veces que se nos reclaman cosas que no proceden”, afirma. Por eso insiste en separar situaciones, contextos, audiencias. “Mi forma de abordar el debate puede ayudar tanto a los humoristas como a los consumidores de comedia. Ofrece criterios para discriminar unos casos de otros”, dice. Para él, la clave está en no convertir al humorista en un ser intocable, pero tampoco en exigirle una inocuidad que vacíe el oficio. “Ni el humorista es un ser de luz intocable ni tenemos que condenarlo al humor blanco para que no moleste”.
La influencia de las redes: adaptación y vértigo
En Hacer reír, el autor no podía evitar tampoco uno de los cambios más grandes que han tenido que afrontar los humoristas en los últimos años. Sí, en este artículo también toca hablar de las redes sociales, que han impactado en la forma de hacer comedia y en cómo se consume esta, al igual que lo han hecho en tantos y tantos campos.
Ni el humorista es un ser de luz intocable ni tenemos que condenarlo al humor blanco para que no moleste
Puig cree que “han forzado una adaptación del lenguaje (apasionante, por cierto). Los chistes, en el sentido tradicional, ahora se llaman memes”. Y añade algo crucial: “Hay mucha menos verticalidad, el público tiene más voz, y eso ha obligado a la comedia profesional a ser más autoexigente, no solo en el acabado sino en el compromiso ético y social”.
Pero las redes también han fomentado la creación de contenidos fáciles de ver y compartir más, como se dice en el mundo del marketing, ‘snackables’ (literalmente vídeos que se tragan como pipas). Según Puig, estos cambios no han empobrecido el humor. “Es una percepción comprensible por lo fácil que resulta encontrarse con comedia de bajísima estofa”, explica. “Si se quiere, le han dado más viralidad a lo cutre. Pese a ello, si uno busca humor de calidad, lo acaba encontrando. Siempre ha sido así”.
Y realiza un diagnóstico que también sirve para la cultura en general: “A veces, la sensación de que la cultura se ha empobrecido tiene que ver con que vayamos a las redes sociales a buscarla. Hay que buscar de forma activa para encontrar propuestas más genuinas. Pasa en las redes y pasa en las librerías. Pero a mí me encanta rebuscar, es más gratificante encontrar alguna joya”.
La tiranía del desparpajo y otras trampas del presente
Otro concepto que atraviesa el libro es lo que Puig denomina “la tiranía del desparpajo”, que él define como una especie de populismo cómico que opera bajo la lógica de “si te has reído conmigo, aceptas mi tesis”.
Tras haber asistido a juicios por hacer un chiste, tanto por parte de la opinión pública como ante magistratura, cabe preguntarse si ese tipo de humor puede llegar a erosionar el debate democrático. En opinión de Puig, “la comedia no tiene esa capacidad”. Para él, este populismo cómico es simplemente “un truquito barato para ganar ‘engagement’”. Y remata: “No creo que sea tan dañino, en realidad”.
Velar por la calidad de la democracia forma parte de la deontología del periodismo y de la política, no de la ficción. Yo practico la sátira con un evidente enfoque progresista, pero es una obligación cívica, no profesional, y el matiz es importante
El problema, sostiene, no está en los humoristas. “Se nos endosa la responsabilidad de velar por la calidad democrática. Una pretensión paradójica, pues la comedia siempre se ha considerado un arte menor”, aclara. “Pero, lo siento mucho, velar por la calidad de la democracia forma parte de la deontología del periodismo y de la política, no de la ficción. Yo practico la sátira con un evidente enfoque progresista, pero es una obligación cívica, no profesional, y el matiz es importante. Los que han infantilizado a su propia audiencia no son humoristas, precisamente, aunque a veces lo parezca”.
Contra el cinismo
Uno de los pasajes más llamativos del libro trata sobre el abuso de cinismo en el humor actual. Puig lo ve como una anemia estética. “El cinismo, tal y como lo entendemos hoy, hace a la comedia pequeña, mediocre y provinciana”, afirma. “Es el recurso del humorista cobarde y acomplejado, incapaz de entender la comedia como un juego colaborativo”.
“El cómico cínico es una especie de ‘criptobro’ de la risa, siempre pendiente de ser mejor que el de al lado”, continúa. “Aunque suene a frase de autoayuda —y se rían de mí los cínicos—, el cinismo se evita persiguiendo la belleza en vez de revolcándose en el barro. Es una cuestión de ética y de ambición personal. Pero, sobre todo, de valentía, de no tener miedo a mostrarse frágil en público”.