Alfredo Romero, propietario del Ventorro: un testigo clave que vio su negocio atrapado por la comilona de Mazón

Alfredo Romero, propietario del Ventorro: un testigo clave que vio su negocio atrapado por la comilona de Mazón

El gerente del conocido restaurante declara este viernes en el juzgado de Instrucción número 3 de Catarroja y será interrogado por ser el único testigo de las conversaciones entre Maribel Vilaplana y el presidente de la Generalitat, así como de la hora de su salida del local

La información del parking y la versión de Vilaplana indican que habría abandonado el aparcamiento entre las 19.12 y las 19.47

Alfredo Romero, propietario del restaurante El Ventorro de València declara este viernes como testigo en el juzgado de Instrucción número 3 de Catarroja que investiga las 229 muertes de la dana como homicidios imprudentes por negligencia. El conocido restaurador tendrá que explicar con obligación de decir la verdad todo lo que la magistrada, la fiscalía y las partes le pregunten sobre la comida que tuvieron en su local el pasado 29 de octubre de 2024 el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, y la periodista Maribel Vilaplana entre las 15 horas y supuestamente las 18.45.

Según el auto emitido por la jueza para solicitar la testifical de Romero, “atendiendo a la testifical de Maribel Vilaplana, quien manifestó que el dueño del restaurante El Ventorro es la única persona que entraba y salía en la sala donde se encontraban la testigo y el sr. Mazón, y que incluso durante un periodo en el que el sr. Mazón firmaba unos papeles que le habían sido entregados por el dueño del restaurante, este estuvo a la espera de que se los devolviera, dada la posibilidad de que dicha persona pudiera haber escuchado alguna conversación del sr. Mazón con la sra. Pradas, procede averiguar los datos de identidad del dueño del restaurante El Ventorro y citarlo como testigo”. En ese sentido, el restaurador es una persona clave para averiguar el interés o desinterés del presidente de la Generalitat en la gestión de la dana.

Otro punto importante que podría aclarar el gerente de El Ventorro es la hora de salida del restaurante de la periodista y el presidente de la Generalitat. Si salieron juntos, salieron separados y si alguno de los dos se habría quedado a alargar la sobremesa. En la última versión dada por Mazón y Vilaplana, ambos habrían salido juntos del restaurante para ir en dirección al parking Paz-Glorieta, donde habrían estado un tiempo indeterminado. Recientemente y tras la entrega por parte del aparcamiento de documentación sobre el uso de ese día, la periodista habría sacado su vehículo a las 19.47.

También puede ser importante la declaración de Alfredo Romero para conocer cuándo renunció Mazón a los escoltas. Lo habitual cuando un presidente de la Generalitat está en un restaurante es que el equipo de seguridad inspeccione previamente el edificio y después se quede dentro para controlar mejor la situación. No sería extraño que el gerente del local hubiera tenido conocimiento de la salida de los policías del restaurante.

Por su interés informativo y para entender mejor la importancia del restaurante en la ciudad de València y en su vida política, reproducimos a continuación un fragmento de Las horas del caos. Crónica de una tragedia, libro sobre la catástrofe de la dana editado en 2024 en castellano por la editorial Península y por Bromera en valenciano. El Ventorro ya se ha convertido en un lugar emblemático donde se siguen celebrando comidas privadas y se han celebrado hasta manifestaciones contra Mazón.

Buenas lentejas y rabo de toro

“Alfredo Romero es el propietario y maître del restaurante El Ventorro, una histórica y mítica casa de comidas que abrió en 1967, ubicada en la calle Bonaire de Valencia, una vía perpendicular a la de la Paz. El Ventorro se popularizó hace décadas merced al impulso que le dio la apertura de dos establecimientos de El Corte Inglés en el centro de la capital valenciana. Los jefes de sección, cargos intermedios y la gerencia de los grandes almacenes que fundó Isidoro Álvarez tenían cerca de su lugar de trabajo un restaurante que les garantizaba poder comer todos los días un plato caliente. Buenas lentejas, alubias verdinas a la cazuela con perdiz o rabo de toro. En los años ochenta y noventa, la mayoría de los trabajadores que habían prosperado y se sumaban al proyecto de moda de España aún agradecían poder comer como en la casa de sus madres.

Alfredo ha sido siempre fiel a esta filosofía que le inculcaron sus abuelos, fundadores de la casa de comidas, y continúa ofreciendo una gama de media docena de platos, a los cuales añade carne de primera calidad o pescado del día. Con la llegada del siglo XXI, la clientela de El Ventorro fue cambiando. Su ubicación, próxima a la que fue la city financiera de Valencia y al lado del centro de poder político — a menos de diez minutos a pie están las Cortes Valencianas y el Palau de la Generalitat—, llenó el restaurante de banqueros, empresarios y políticos. Este tipo de comensal, que demanda buena cocina y al que no le preocupa el precio, quiere sobre todo discreción. Y privacidad, la casa de Alfredo ofrece mucha. Diversos reservados muy discretos convierten El Ventorro en un buen lugar para reuniones secretas, cónclaves políticos y encuentros inconfesables. Pero esta búsqueda de privacidad, con los años, se convirtió en búsqueda de estatus: quien no iba a El Ventorro no era nadie en Valencia.

No estaba conectado. En los años del boom inmobiliario, los banqueros pasaron a ser habituales: los cuarteles generales de Bancaja, Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM), Banco de Valencia, Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) o Santander se ubicaban en un radio de poco menos de 300 metros y a cinco minutos del restaurante de Alfredo. A los financieros se sumaban los constructores y promotores que amasaron cientos de millones de euros hasta el estallido de la burbuja del ladrillo y financiera en 2008.

Aquel poder empresarial se mezclaba con el político y periodístico de la ciudad y de la Comunitat Valenciana. Negocios, pactos, exclusivas, campañas mediáticas o cambalaches urbanísticos. Todo ello cocinado alrededor de un buen plato de lentejas y una o varias botellas de tinto. La crisis económica de 2008 vació el centro de Valencia de inmobiliarias, promotoras y constructoras e hizo desaparecer el sistema financiero valenciano, con la fusión, gracias al Estado español, de las tres joyas de la corona valenciana con entidades ajenas a la idiosincrasia de la ciudad: dos catalanas y una madrileña. En los tres casos, Bancaja, la CAM y el Banco de Valencia fueron absorbidos con importantes ayudas públicas y desaparecieron.

Pero El Ventorro siguió funcionando de manera razonable y mantuvo su espíritu y sus precios. La ciudad continuaba necesitando un lugar para cónclaves discretos. Los políticos y los periodistas seguían acudiendo, pero el tipo de empresario había cambiado. A los conspiradores de turno se añadían ahora los administradores concursales que desplumaron a muchos empresarios, despachos de abogados y empresas de servicios, que habían sustituido a los grandes patronos del ladrillo.

La recuperación económica y la victoria de la izquierda en la Comunidad Valenciana en 2015 también significaron un hito para El Ventorro. Mantenían la buena clientela y, además, sumaban comensales vinculados al nuevo Gobierno valenciano. Cuenta Fernando González González, ‘Gonzo’, el periodista gallego que ha dirigido la segunda etapa de Salvados, que él solo ha estado una vez en El Ventorro, invitado por una líder de la izquierda alternativa valenciana. «Me dijo que era un sitio discreto, pero no llevábamos ni diez minutos en la mesa y ya se habían parado a saludarnos cargos políticos del PP, PSOE, conocidos empresarios y directores de medios de comunicación», explica. En el restaurante de Alfredo, además de los reservados en los tres pisos de altura que tiene, aparte de la planta baja, dispone en el primer piso de unas mesas donde todo aquel que sube o baja puede ver y ser visto. Es la parte del edificio más similar a un restaurante abierto al público. Más que discreción, lo que quería mostrar aquella política valenciana era poder.

‘Cuidado, élites de la ciudad, aquí estoy yo almorzando con un tótem de la información española’: El Ventorro como escenario de los equilibrios de poder de los nuevos tiempos. La victoria de la derecha y de la extrema derecha en 2023 tampoco afectó al día a día del restaurante. Es más, se convirtió en uno de los sitios favoritos del presidente de la Generalitat y de su mano derecha en el PP valenciano, Juan Francisco Pérez Llorca. Pérez Llorca es de Finestrat y Mazón de Alicante capital, así que para las reuniones más comprometidas y para decir a la ciudad de Valencia ‘aquí estamos nosotros’, los dos políticos hicieron de El Ventorro una extensión de sus despachos. Mazón, ya como presidente de la Generalitat, necesitaba un lugar discreto donde comer con otras personas sin ser visto. En el caso del jefe del Consell, el restaurante le permitía entrar y salir por una puerta alternativa sin tener que pasar por el primer piso, donde cualquiera podría verlo.

En tan buenos clientes para El Ventorro se convirtieron los recién llegados alicantinos que los conservadores abrieron una cuenta a nombre del partido. Los almuerzos inconfesables, como el de Mazón y la periodista Maribel Vilaplana, se pagan a cargo del PP, así se ahorran el dar explicaciones a los interventores de la Generalitat en caso de que salte algún escándalo. Una factura de este restaurante con un precio excesivo podría haber sido una buena munición para la oposición, que habría podido denunciar conductas inapropiadas de los nuevos inquilinos del Palau de la Generalitat. En el caso de la comida entre la periodista y el presidente, el coste del almuerzo fue de 170 euros, cantidad que no ha podido ser confirmada porque el presidente de la Generalitat y del PP nunca ha mostrado la factura.

El Ventorro es una casa de comidas muy especial. Cuenta con cinco reservados: uno en la primera planta; tres en la segunda, donde también hay un baño, y uno más grande en la tercera, cerrado habitualmente, pero que abre cuando hay mucha clientela o reuniones más numerosas. Es el típico establecimiento de servilletas de tela muy limpias, de copas clásicas y un servicio muy personalizado. A pesar de lo que se ha dicho y escrito, en el restaurante de Alfredo Romero no hay habitaciones, ni camas ni sofás. Solo mesas y sillas, eso sí, en unas estancias amplias donde se puede conversar con tranquilidad y donde los comensales disponen de suficiente espacio para poder repantingarse. El edificio de al lado del restaurante es del mismo propietario, pero lo que ofrece son apartamentos turísticos, tan de moda con la llegada masiva de visitantes a las ciudades. La mayor parte del tiempo, Alfredo los tiene llenos. Y el acceso es independiente del restaurante“.