El primer ministro británico peligra en su puesto por el creciente descontento de votantes y diputados
El laborista Keir Starmer, más impopular que Nigel Farage y tanto como Boris Johnson y Jeremy Corbyn en sus peores momentos, puede afrontar el reto en su propio partido del ministro de Sanidad, la ex viceprimera ministra o el alcalde de Manchester
El Reino Unido, siempre en crisis: Starmer intenta reflotar su Gobierno tras la dimisión de su número dos
Keir Starmer no tiene que convocar elecciones generales hasta 2029 y su partido tiene más de 400 escaños de los 650 de la Cámara de los Comunes. Sus principales rivales en la oposición son el mermado Partido Conservador y los cinco diputados de Reform, el partido de extrema derecha liderado por uno de los políticos más detestados del país. Pero muchos en el Partido Laborista dudan de que Starmer siga siendo primer ministro dentro de unos meses; hasta un cuarto de sus votantes quieren que dimita.
Starmer es ya más impopular que Nigel Farage, el líder de Reform que arrastró al país al Brexit que tanto lo ha aislado y empobrecido. El primer ministro laborista es tan impopular como el conservador Boris Johnson en el momento de su dimisión y Jeremy Corbyn en su peor marca como líder del Partido Laborista, según los datos recién publicados por la encuestadora YouGov.
‘Broken Britain’
El descontento sucede mientras la economía apenas crece, los precios siguen subiendo, los servicios públicos no mejoran de manera significativa y gran parte del debate público está centrado en cómo reducir el número de refugiados, trabajadores y estudiantes extranjeros en el país. La factura eléctrica, uno de los grandes golpes a los hogares, sigue subiendo: a partir de enero, la energía volverá a subir y costará a un hogar medio más de 2.000 euros anuales. Los ayuntamientos siguen sin tener presupuesto para pavimentar las calles, las obras públicas se retrasan y los vertidos contaminan los ríos.
El Gobierno laborista ha dado marcha atrás en algunas medidas de recorte de gasto, como la ayuda universal para los pensionistas que quería limitar, por la rebelión de sus propios diputados. Vista la ola de impopularidad del Gobierno, la ministra de Economía, Rachel Reeves, también ha aparcado parte de las subidas de impuestos que tenía previstas para el nuevo presupuesto que presentará el próximo miércoles mientras el Estado se sigue endeudando.
Pese a algunas reformas, como el comienzo de renacionalización de las compañías ferroviarias y la promoción de la construcción de más viviendas, la sensación de “Broken Britain”, el Reino Unido que no funciona, no ha cambiado.
La sensación de insatisfacción dentro del propio Gobierno es constante tras varias dimisiones por violaciones de un código ético estricto.
Algunos laboristas en puestos de poder en el partido se quejan de que, más allá de las medidas para darle la vuelta a un país con problemas estructurales difíciles de solucionar, a Starmer le falta un mensaje más claro de misión colectiva.
“Según la gente que intenta debatir ideas con él, es alérgico a la abstracción, que considera un impedimento para la acción”, escribe el periodista Rafael Behr en el Guardian. “Sus creencias personales son un misterio incluso para su gabinete. Como dice un alto cargo laborista, ‘Keir es un primer ministro muy poco habitual al dar la impresión de que lo que quiera que piense no es de tu incumbencia’”.
Apoyo bajo y fragmentación
En un electorado cada vez más fragmentado, el Partido Laborista está en sus niveles más bajos de apoyo en décadas según todas las encuestas (ronda el 20%) y pierde votantes tanto en las zonas tradicionalmente obreras y ahora más conservadoras como en las zonas más progresistas de las ciudades. Los liberaldemócratas y los verdes parecen estar recibiendo votantes laboristas, si bien el patrón general que reflejan las encuestas es de descontento general.
Por ejemplo, la opción más repetida cuando se pregunta quién gestionará bien la economía es “ninguno” de los partidos o “no sé”, según datos de Ipsos: el 43% opina esto frente al 10% que opta por los laboristas y el 17% por los conservadores. Un año y medio después de la derrota de los conservadores en las elecciones generales, la mayoría de los británicos responsabiliza del estado de la economía a las decisiones tomadas por el Gobierno de Starmer, la pandemia y el Brexit, en este orden.
Después de 14 años de Partido Conservador en el poder, más del 70% de la población cree que el Gobierno laborista “parece más de lo mismo”, según la encuestadora More in Common.
Un cisne nada junto a una papelera tras el desbordamiento del río Severn en Worcester, en enero de 2024.
Posibles sustitutos de Starmer
A diferencia de lo que sucede en España, en el Reino Unido hay reglas sencillas y tradición de que los partidos cambien a su líder en mitad de una legislatura incluso si se trata del primer ministro. El mecanismo del Partido Laborista es menos automático que el del Partido Conservador, pero los diputados laboristas también pueden lanzar un proceso para sustituir al primer ministro si hay candidatos con respaldo suficiente. Los aspirantes a reemplazar al líder deben tener al menos el 20% de apoyos de los diputados —en este caso, 81— para ser candidatos y luego someterse a la votación de afiliados y sindicatos.
Ya hay varios laboristas posicionados para sustituir a Starmer en los próximos meses. Una fecha que acecha al primer ministro es el 7 de mayo de 2026, el día de las elecciones locales, que ahora mismo pintan especialmente mal para los laboristas. El entorno del actual líder ha lanzado ataques preventivos contra sus rivales dentro del partido para evitar retos antes de esa fecha.
El ministro británico de Sanidad, Wes Streeting, en Londres, en septiembre de 2025.
Hace unos días, fuentes identificadas en público como “aliados de Starmer” empezaron a criticar de manera espontánea a Wes Streeting, el ministro de Sanidad, sugiriendo que estaba intentando reemplazar a Starmer con una estrategia que ponía en peligro la estabilidad del país. Streeting lo negó y, unas horas después, Starmer desautorizó a las voces que habían hecho esas acusaciones ante la prensa, sin aclarar quiénes eran (los reporteros no pueden desvelarlas por la protección de las fuentes habitual en la labor periodística). El ministro de Sanidad ha sido crítico con algunas medidas de su propio Gobierno, como propuestas de recortes del gasto social o los últimos planes de la ministra del Interior contra refugiados y migrantes, pero insiste en que no tiene ninguna intención de presentarse contra el actual primer ministro.
Quien no ha querido descartar una posible carrera para líder del partido es Angela Rayner, la viceprimera ministra que dimitió en septiembre por haber pagado menos impuestos de los debidos en lo que ella atribuyó a un error. En su primera entrevista después de la dimisión, dijo hace unos días que no ha “desaparecido” de la vida pública.
Angela Rayner, la ex viceprimera ministra británica, durante un acto de campaña en Hamilton, Escocia, el 28 de junio de 2024.
Andy Burnham, alcalde de Manchester y que ya se presentó sin éxito a líder en 2015, coquetea desde hace meses con la idea de sustituir a Starmer. Esta semana, un diputado se ofreció a dimitir para que el alcalde se pueda presentar a su escaño y así, si gana, ser parte del Parlamento nacional. Sólo los diputados pueden ser candidatos a liderar el partido. Burnham no quiso descartar esta posibilidad durante una entrevista este jueves en la BBC.
Cuando la prensa le preguntó este viernes por su posible rival, Starmer dijo: “Está haciendo un gran trabajo como alcalde de Manchester”.
En todo caso, un nuevo líder laborista no necesariamente significaría mayor satisfacción entre los ciudadanos. De hecho, muchos reconocen ya que probablemente no cambiaría gran cosa: según Ipsos, el 46% de los adultos cree que el cambio “no supondría diferencia” y el 17% que tendría “un efecto negativo”.