Brasil suma apoyos a su propuesta estrella en la COP30 para preservar las selvas criticada por los movimientos sociales

Brasil suma apoyos a su propuesta estrella en la COP30 para preservar las selvas criticada por los movimientos sociales

La delegación brasileña respira tras diez días de atraso del apoyo alemán al mecanismo propuesto por Brasil en la COP30 para financiar a los países que conserven sus selvas

“No imponer nada a nadie”: ni el encanto de Lula acelera las negociaciones climáticas de la COP30

Tras diez días de espera tensa, Alemania confirmó finalmente la cantidad de su ya anunciada contribución al Fondo Florestas Tropicales para Siempre (TFFF por sus siglas en inglés), la propuesta estrella de Brasil para la COP30. La propia Marina Silva, ministra de Medio Ambiente, anunció a bombo y platillo en la tarde del miércoles que Alemania aportará mil millones de euros para un fondo que pretende remunerar a los más de setenta países que poseen selvas tropicales y subtropicales por los servicios ambientales prestados. La decisión alemana, según la ministra, demuestra que el TFFF es un “instrumento de financiación global muy bien diseñado”. 

Desde que el gobierno de Lula da Silva anunció al comienzo de la COP30 las contribuciones de Noruega (tres mil millones de dólares), Brasil (mil millones), Indonesia (mil millones), Francia (500), Portugal u Holanda (un millón cada), el goteo de apoyos se frenó. El retraso del anuncio alemán provocó cierto cortocircuito. China, Reino Unido o España, entre otros, decidieron quedarse fuera. La diplomacia brasileña confía en que el apoyo alemán signifique la consolidación del fondo. Aun así, la cifra recaudada todavía está lejos de los 125.000 millones de dólares que Brasil espera alcanzar. Garo Barmanian, director de Servicios Forestales del Gobierno de Brasil, destaca en entrevista con elDiario.es que la gran innovación del fondo es su mecanismo financiero. “Ya tenemos otros proyectos basados en donaciones a fondo perdido. Nada contra ello. Pero estamos innovando con el TFFF porque es un fondo de financiación misto, público y privado”, sostiene Barmanian. A comienzos de la COP30, el millonario australiano Andrew Forrest, fundador de las empresas mineras Minderoo Foundation y Fortescue Metals Group, anunció la primera inversión privada al fondo (10 millones de dólares). 

El TFFF genera una especie de renta forestal global asociada a la propia selva en pie, no al mercado de carbono, usado en ocasiones por empresas contaminantes para lavar su imagen. El capital invertido se aplica a activos globales de renta fija de bajo riesgo y produce beneficios a sus inversores. “Era importante este mecanismo para valorar las selvas en pie por los servicios que prestan de biodiversidad, regulación de clima, agua y carbono”, matiza Barmanian. 

A pesar de que grandes organizaciones como Greenpeace y World Wide Fund for Nature (WWF) ven con buenos ojos el TFFF, la resistencia ha crecido a lo largo de la COP30. Más de 200 organizaciones han firmado la declaración No al TFFF: Si a los derechos de los bosques, denunciando la mercantilización de los bosques. 

Hacia los sistemas agro-forestales

Para Lenise Oliveira, la agroecología es “una bandera blanca” a la naturaleza. Desde 2017, cuando se mudó la ecovilla Iandê, situada a sesenta kilómetros de Belém, Lenise vive volcada en la recuperación de 28 hectáreas de selva degradada. Las tres familias involucradas en la ecovilla han ido reforestando parte de un terreno devastado por la monocultura y por la extracción de arena por parte de empresas de la construcción. Poco a poco, la ecovilla Iandê se fue transformando en lo que en Brasil se denomina un “sistema agroflorestal” que combina cultivos y selva. “Nuestras casas y las infraestructuras comunes ocupan dos hectáreas Cultivamos otras tres. El resto es selva. En un sistema agroflorestal extraes frutos de la selva y apenas cultivas una pequeña parte. No usamos fertilizantes”, asegura Lenise a elDiario.es.

Lenise, que trabajo toda la vida como veterinaria, define las prácticas de la comunidad Iandê como agricultura de proceso. Si el açaí que desde la región norte de Brasil se exporta a todo el mundo estuviera producido con monocultivo sería una commodity. Creciendo en un sistema agroflorestal como el de la ecovilla Iandê, pasa a formar parte de la bioeconomía, otra de las apuestas de Brasil para la COP30. Un estudio del World Resources Institut (WRI) Brazil revela que mantener la selva en pie aportaría 7.400 millones de euros extra al PIB brasileño y generaría 312.000 empleos extra hasta 2050. La conservación de la selva no sólo permitiría a Brasil cumplir con los Acuerdos de París para mitigar el calentamiento global, sino que provocaría crecimiento económico. La novedad del estudio de WRI es que coloca en el epicentro la bioeconomía proveniente de la selva primaria y de los sistemas agroforestales como el de la ecovilla Iandê. 

El mecanismo del TFFF establece que al menos un 20% de los fondos vayan directamente para las comunidades que cuidan de las selvas tropicales. Las tres familias de la ecovilla Iandê podrían ser beneficiarias. “Han generado bastantes expectativas con el fondo. Es una forma de que el agronegocio no tome cuenta de la tierra”, afirma Lenise. “A pesar de que existen más de setenta países con selvas tropicales, los países con una tasa de deforestación de más de 0,5% no podrán recibir dinero. Esto incentivará la caída de la deforestación”, asegura Garo Barmadian.

La selva está habitada

En la Marcha Mundial por el Clima de la COP30 una serpiente gigante sostenida por indígenas y activistas causó furor. Sobre su cuerpo, una frase: “financiación directa para quien cuida de la floresta”. La serpiente, que ha aparecido en muchos espacios de la COP30, es el talismán de la campaña de la Aliança dos Povos pelo Clima  A gente cobra, un ingenioso juego de palabras (cobra es serpiente y declinación del verbo cobrar). La alianza reivindica más financiación directa para quien cuida de la selva. “Los pueblos indígenas, las comunidades, necesitan ayuda para defender sus territorios y la naturaleza. Y esa ayuda necesita llegar en forma de recursos. La mayoría de la financiación no llega a los territorios”, explicó a la Escola de Ativismo Angélica Mendes, nieta del mítico ecologista Chico Mendes, asesinado en 1988. 

La súper serpiente está sirviendo, entre otras cosas, para visibilizar que la mayoría de la selva tropical está habitada, algo no tan evidente para los países del norte global. La mayor parte de la selva potencialmente beneficiada por el TFFF está habitada por indígenas, quilombolas (afro-descendientes), ribeirinhos (quien vive al margen de los ríos) o comunidades tradicionales. “Cuando la selva está habitada por estos pueblos, ya sea bosque primario o secundario, el combate a la deforestación es más eficiente. A largo plazo, son fundamentales para mantener la selva en pie”, asegura a elDiario.es Ana María Pinto, investigadora del Instituto do Homen e Meio Ambiente (IMAZON), con sede en Belém. Un estudio de 2024 revela que la deforestación es un 83% menor en tierras protegidas por indígenas.


La marcha indígena ‘A resposta somos nós’.

En los últimos días, el porcentaje del TFFF destinado a las comunidades que cuidan la selva está siendo duramente criticado. Los guardianes del clima y los movimientos sociales reivindican al menos un 50% de los fondos. La Aliança dos Povos pelo Clima está solicitando, además, la creación de un impuesto global de un 5% a millonarios y grandes corporaciones para la financiación climática. Además, la cantidad estipulada por el fondo para cada hectárea de selva tropical en pie también está siendo cuestionada. “A los pueblos indígenas y a las comunidades locales se les pagará un máximo de cuatro dólares anuales por hectáreas. Con la lógica del lucro, seguirá siendo más rentable cortar madera, criar ganado o el monocultivo”, recoge un comunicado del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), divulgado al principio de la COP30.

Críticas a la mercantilización

El fondo TFFF, según el MST, está enmarcado dentro de “las falsas soluciones del capitalismo verde” y representa “una significativa ampliación de la mercantilización de la naturaleza”. A siete kilómetros de la ecovilla Iandê, Nonato Filho, uno de los coordinadores del asentamiento Abril Vermelho de Santa Bárbara del MST, uno de los más extensos de Brasil, critica frontalmente el TFFF. “Quien va a invertir en dicho fondo son quienes más desforestan. Solo quieren lucro”, afirma Nonato, mientras pasea por una plantación de papaya. 

En 2004, el MST ocupó una antigua plantación de dendê (palma aceitera) en Santa Bárbara. En 2009, consiguieron derechos legales a explotar la tierra. En la actualidad, las 414 familias del asentamiento cultivan dos mil hectáreas (pupuña, cupuazú, cacao, papaya o andiroba, entre otras especies) y mantienen 4.500 hectáreas de selva en pie, con apoyo logístico del IMAZON. Lucimar Souza, una de las coordinadoras del Instituto de Pesquisa da Amazônia (IPAM), considera imprescindible colocar en la ecuación de la conservación la denominada “agricultura familiar”. “Los sistemas agro-forestales restauran selva degradada y por eso generan un servicio ambiental. Al mismo tiempo genera renta para las familias”, asegura Lucimar Souza a elDiario.es.


Isaac, de una de las familias del asentamiento del MST.

El sistema agro-forestal del asentamiento Abril Vermelho despierta admiración en el mismísimo gobierno Lula. “Esto aquí es una verdadera lección. Quise venir a este espacio porque quería ver una selva productiva en la práctica, que es el mejor ejemplo de lo que está en la declaración de la COP30”, aseguró Wellinton Dias, ministro de Desarrollo y Asistencia Social, Familia y Combate al Hambre, tras visitar el asentamiento. ¿Cómo beneficiaría el TFFF al sistema agroflorestal del asentamiento? Si las 4.500 hectáreas selva en pie del asentamiento fueran compensadas por el TFFF, el MST recibiría apenas 18.000 reales al año (algo menos tres mil euros). Unos siete euros para cada familia. 

La Declaración de la Cúpula de los Pueblos criticó el cariz financiero del TFFF: “Luchamos por la financiación pública y la tributación de las corporaciones y los más ricos. Los costos de la degradación ambiental y las pérdidas impuestas a las poblaciones deben ser pagados por los sectores que más se benefician de este modelo”. A su vez, la declaración rechaza que “instituciones que profundizan la desigualdad entre el Norte y el Sur, como el FMI y el Banco Mundial” administren el TFFF. Por otro lado, más de 200 organizaciones ha firmado la declaración No al TFFF: Si a los derechos de los bosques: “El TFFF considera de manera equivocada que la deforestación es un fallo del mercado que se resolverá colocando precio a los servicios ecosistémicos de los bosques tropicales para atraer inversiones privadas”.  

A pesar de las críticas, científicos de renombre internacional presentes en la COP30 consideran el TFFF una iniciativa acertada para combatir el cambio climático. El científico brasileño Carlos Nobre, uno de los mayores especialistas mundiales en el clima, aseguró el lunes la comunidad científica está “deseando que el TFFF empiece a funcionar”. Nobre, en un vídeo viral en el que se le ve recorriendo los pasillos de Zona Azul, alerta sobre la importancia de frenar en seco la degradación de las selvas tropicales: “Tenemos que acabar con toda la deforestación de selvas tropicales y hacer una gran restauración. Si continuamos degradando las selvas tropicales, vamos a tener innumerables epidemias y una o dos pandemias por década”.