Los secretos detrás de ‘Anatomía de un instante’: Alberto Rodríguez analiza su serie sobre el golpe de Estado del 23F
El director cuenta en ‘Anatomía de una escena’ las claves detrás de cuatro momentos de la serie de Movistar+ que adapta el libro de Javier Cercas
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Alberto Rodríguez es uno de los cineastas que más y mejor ha mirado a las cloacas de España. Lo hizo en La isla mínima, donde un crimen en las marismas del Guadalquivir servía como metáfora de una Transición que consistió en mirar hacia adelante sin cuestionar nada. También lo hizo en El hombre de las mil caras, retrato del ex espía Paesa que avanzaba en el tiempo hasta el gobierno del PSOE para mostrar lo que ocurría entre bambalinas mientras todo parecía avanzar.
Estaba claro que, si alguien se atrevía a adaptar un libro tan inadaptable como Anatomía de un instante, la reconstrucción de Javier Cercas del golpe de Estado de Tejero el 23 de febrero de 1981, debía ser él. De la mano de su inseparable Rafael Cobos en el guion, y ayudados de Fran Araújo, han convertido aquel poliédrico libro en una miniserie de cuatro episodios que ya se puede ver en Movistar Plus+.
Una serie imprescindible donde miran a ese momento en el que nuestra historia pudo cambiar, y especialmente a aquellos personajes que se resistieron sin tirarse al suelo mientras Tejero disparaba en el Congreso. Un ejercicio de puesta en escena que el propio Alberto Rodríguez analiza en una nueva entrega de ‘Anatomía de una escena’.
Los tres traidores
Alberto Rodríguez ha elegido para empezar las tres escenas que abren los tres primeros episodios de Anatomía de un instante. Cree que ahí se refleja muy bien varias de las intenciones de la serie, y también introduce a “los tres traidores”. Las personas que no se tiraron al suelo, y que para los miembros de sus partidos y sus instituciones habían traicionado todos sus principios. Ellos son Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y Manuel Gutiérrez Mellado.
La idea era que la serie tomara el punto de vista de cada uno de ellos, y a la vez que se convirtieran en puntos de vista “inusitados e inéditos” sobre el golpe. Por eso Rodríguez cree que “no solo introducen los capítulos, sino que ponen el golpe en primera persona”. Para él, las imágenes originales son insuperables. Considera, de alguna forma, aquel suceso, como el asesinato de Kennedy para los españoles, y sabía que recrear ese momento era clave.
Para ello, ensayaron en una nave “unas 100 o 150 veces” para llegar al momento clave, los tres días que les permitieron rodar en el Congreso de los Diputados. Tres jornadas donde se usaron tres unidades a la vez, donde se decoró todo para que pareciera del 81, y donde solo había una norma: si había un pleno de emergencia, había que desmantelar todo en solo tres horas.
Un encuentro entre cigarrillos
El segundo momento elegido por el director pertenece al segundo episodio, y es el encuentro entre Adolfo Suárez y Santiago Carrillo en la clandestinidad. De esta escena destaca el uso de la voz en off, clave en toda la serie, pero fundamental en momentos como este, donde la voz de Raúl Arévalo aporta un punto de “ironía” que Rodríguez usa para “desmontar momentos históricos que son como piedras de molino”.
Es uno de sus momentos favoritos de toda la serie. Un momento que ocupaba en torno a las siete páginas de guion y que le planteó el dilema de cómo rodarlo para que no se hiciera monótono. Al final, la decisión que tenía más sentido era que los actores estuvieran sentados, porque “el capítulo gira en torno a la palabra y cómo la política se hace con la palabra”. Una conversación donde compartir un cigarrillo se convierte en algo crucial y donde se puede observar el increíble casting que han conformado Eva Leira y Yolanda Serrano. Algunas opciones Rodríguez las tenía claras, pero la de Álvaro Morte no. Ahora, no puede pensar en otro Adolfo Suárez.
Auge y caída de Suárez
Cada episodio tiene el punto de vista de uno de esos traidores. El tercero es el que hace referencia a Manuel Gutiérrez Mellado, al que interpreta Manolo Solo, amigo de Alberto Rodríguez desde jóvenes. Sin embargo, hay un momento en este episodio, que dirige Paco Baños, en el que de una forma “brillantísima” cuenta en un instante el momento de más esplendor de Adolfo Suárez y su caída a los infiernos.
Con un baile rodado en plano secuencia y la voz en off se explica todo lo que había logrado. De repente una bomba. Un estallido que da paso a un montaje muy picado de numerosos atentados terroristas. Los que ocurrieron en aquellos años y que convirtieron a Gutiérrez Mellado en el militar más odiado. Una escena que planteó a su creador un dilema moral, usar o no material de archivo para estas escenas, algo que descartó porque le parecía “ilícito e incoherente”.
Un juicio de pantomima
Mientras que del golpe de Estado hay un documento televisado que sirve de referencia. Del juicio del golpe no hay ni una imagen. No se permitieron fotos. Para recrearlo, el equipo de Anatomía de un instante recurrió a las crónicas periodísticas, donde se podían leer las “barbaridades” que se oyen en este episodio.
Un juicio que muchos consideraron “una pantomima” y cuyas sentencias tuvieron que ser modificadas por el Tribunal Supremo por ser “ínfimas”. Es el centro de este episodio, que también cuenta con una cena que parece sacada de El Padrino donde los militares se juntan ante una mesa y acaban gritando: ‘España’. “Una palabra que se ha tergiversado y que cuesta trabajo decirla porque te significas depende de donde la digas”, como recuerda Alberto Rodríguez.
Con esta escena también aprovecha para resumir la intención de su serie, que cree que habla sobre “lo frágil que son nuestras libertades”, y para ello lo hace usando un estilo diferente para cada episodio: “El primero es más pop; el segundo una película de espías sobre la palabra; el tercero sobre la violencia y lo serio que era este juego; y el cuarto un episodio seco con una puesta en escena mínima”.