Un paseo poco conocido por la biografía de Las Palmas de Gran Canaria
Más allá de los grandes monumentos, la ciudad deja ver las claves de su historia en pequeños y grandes detalles repartidos por el callejero. En muchas ocasiones, estos rastros de la biografía local se esconden en lugares poco transitados por los visitantes
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A apenas dos pasos de la Plaza de Santa Ana, con su bullicio de pasos, voces, idas y venidas, hay lugares donde reina el silencio. Aun en una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria es posible pararse a escuchar el gorgoteo de las fuentes, el canto de los pájaros y el aleteo de las palomas. Como en la Plaza de Santo Domingo. Por eso empezamos este paseo diferente justamente aquí, a la sombra de los laureles de indias y entre casas centenarias donde se deja ver la pericia de los canteros, los herreros y carpinteros de antaño.
Ahí, ante nosotros, está la fachada barroca de Santo Domingo de Guzmán. Digno representante de “la Vegueta rica” que se deja ver en tantos puntos del barrio: con sus filigranas de piedra, sus maderas nobles, sus retablos barrocos, sus artesonados mudéjares y su plata americana. Y apenas a 290 metros, calle arriba, oculta por los muros del Hospital de San Martín, la humilde Ermita de San Juan Bautista. Del corazón de la Vegueta de los grandes apellidos castellanos a las primeras cuestas y callejuelas del Risco de San Juan, el barrio de los humildes entre los humildes.
Una ciudad con más de medio milenio a cuestas está llena de lugares como estos. Sitios que sirven para ir explicando el porqué de sus calles, plazas y barrios. Algunos son obvios: la Catedral de Canarias, las salas y patios de la Casa de Colón, el entorno de la Plaza del Espíritu Santo y las grandes casonas de la calle Castillo. Otros pasan inadvertidos en calles solitarias o silenciados por el contexto, como el arco de la Casa Regental.
Plaza de Santo Domingo, en el corazón del barrio de Vegueta.
Arco de la Casa Regental. Esta casa de la plaza de Santa Ana es una de las mejores muestras del Renacimiento en Canarias.
En un paisaje urbano donde el conjunto y la presencia de la catedral eclipsa los pequeños detalles, hay que saber mirar para descubrir este edificio del XVII que, escondido tras los soportales de las Casas Consistoriales, nos regala uno de los mejores ejemplos del Renacimiento de Canarias.
Vamos a ver otros secretos cercanos. Huyendo de la salida tradicional hacia el barrio burgués de Triana, en la calle Obispo Codina, damos un rodeo buscando el pequeño espacio que forman las calles Pasaje Pedro de Algaba, Montesdeoca, Audiencia, Armas y Agustín Millares. Sí, esas callejuelas retorcidas que se encuentran junto a la Plaza del Pilar Nuevo y el gran eje patrimonial que forman la Casa de Colón y la calle de Los Balcones (donde se encuentra el Centro Atlántico de Arte Moderno). Callejea. Ve y vuelve. Y verás que aquí el trazado de los callejones se retuerce en esquinas imposibles y se estrecha hasta el punto de no dejar pasar a dos a la vez. Pues, a lo tonto, estás caminando por las últimas calles medievales de Europa (construidas fuera de Europa; como la propia Catedral de Canarias que es el último de los grandes templos góticos del mundo).
Modernismo oculto. Casa en la calle Villavicencio del barrio de Triana.
Triana más allá de Triana
El Guiniguada separa la ciudad castellana de la ciudad andaluza. La ciudad eclesiástica y noble, de la ciudad artesana y marinera. El carácter de Triana como centro económico se ha mantenido a lo largo del tiempo y hoy es la arteria comercial de la capital por antonomasia, pero la mayoría de los viajeros y viajeras apenas van más allá de la calle Mayor de Triana (con la mayor colección de arquitectura modernista de Canarias), la calle Cano (donde aún suenan los ecos de los pasos infantiles de Benito Pérez Galdós) y el fantástico conjunto que forman la plaza de Cairasco, el Gabinete Literario y la Alameda de Colón. El local, cuando va con prisas, cruza la calle mayor como un rayo. Pero cuando quiere tranquilidad, sube hasta la calle Benito Pérez Galdós.
Obviamente que hay que pasar por Triana y culminar el paseo en el Parque de San Telmo, y no dejar de entrar a la Ermita de San Telmo y ver sus preciosos artesonados o tomar un café admirando los azulejos del Kiosko Modernista. Pero también tienes la oportunidad de ir más allá e ir descubriendo algunas joyas escondidas: el edificio modernista del número nueve de la calle Villavicencio; el Palacio Quegles, la Iglesia conventual de San Antonio de Padua, un precioso templo barroco del siglo XVII; o el conjunto de casas de la calle Buenos Aires, ejemplo paradigmático de la revolución urbana del siglo XIX.
Iglesia anglicana Holy Trinity. La huella inglesa puede verse por todas partes en Ciudad Jardín.
Otra de las ventajas de salir de Triana por Pérez Galdós es que no te dará pereza subir hasta el Castillo de Mata, una de las cuatro fortalezas que aún pueden verse del complejo de muros, castillos y baluartes que protegía la ciudad de visitantes no deseados.
Y se impone otra parada. Plántate en la calle Bravo Murillo. A primera vista es una más —un poquito más ancha que lo que se acostumbra en esta zona— donde ver un par de ejemplos de arquitectura racionalista de gran calidad (destacan el Cabildo de Gran Canaria y la Casa Ponce Arias). Pero, para la biografía oculta, este gran tajo fue la frontera entre dentro y fuera, ya que justo por aquí corrían las murallas que iban hasta el puerto (en el actual Parque de San Telmo). Fueron demolidas a partir de 1850. Qué lindo hubiera sido conservarlas.
Iban un inglés, un alemán, un canario…
Este paseo nos ha llevado desde 1478, año de la fundación, hasta ese XIX en el que Las Palmas de Gran Canaria se desborda de los límites de las viejas murallas. En esos años de mitad del diecinueve el centro de la vida económica se desplaza hacia el puerto. Cochinilla, plátanos, tomates… Y los antiguos enemigos se convierten en socios que colocan los productos de la isla en los mercados europeos. Fluyen las libras esterlinas. Aprovechando este traslado del péndulo del poder hacia las Ysletas nos fijamos en dos iconos del Puerto Franco (figura fiscal instaurada en 1852 que permitió la incorporación —a lo bestia— de la isla al capitalismo internacional): Ciudad Jardín y el “Catalina Park”.
Casa de la Torre. Este chalé de balneario es una de las pocas casonas burguesas que sobreviven en la Playa de Las Canteras.
Ciudad Jardín es uno de esos lugares donde casi no hay nadie más que los vecinos. Incluso los locales no se aventuran más allá del Parque Doramas (con grandes hitos como el Hotel Santa Catalina o el Pueblo Canario) dejando de lado sitios como la Calle Brasil, por ejemplo, una de las más bonitas y tranquilas de la capital. Aquí se encuentra una de las huellas más importantes de esos tiempos en los que la ciudad se llenó de empresas británicas: la iglesia anglicana Holy Trinity. Y muy cerca, junto a lo que un día fue el Hotel Metropole (hoy sede de las Oficinas Municipales), el British Club of Las Palmas de Gran Canaria, uno de los pocos edificios de esta época que apenas ha sufrido cambios.
Y terminamos en el Parque Santa Catalina mirando ya hacia la Playa de Las Canteras. Aquí también podemos tener una mirada diferente pese a ser dos de los espacios más multitudinarios. Hablamos del papel del puerto como centro comercial internacional: se exportaban productos agrícolas —de estos tiempos ingleses datan los edificios Elder, actual Museo de la Ciencia y la Tecnología, y Miller— y llegaron los primeros turistas. Al principio por salud. Los aires de la isla eran famosos para curar afecciones pulmonares. Y después por puro placer. Como una tal Agatha Christie, una de las pioneras del surf a nivel mundial. ¿El secreto? Salvar la tentación de ir hasta la playa por Luis Morote y buscar otras calles secundarias, como el tramo final de Franchy Roca, donde puedes hacerte una idea de lo que era esta zona; viejas casas terreras de dos o tres plantas pintadas de colores alegres, carteles en todos los idiomas y esos antiguos chalés de playa que sobreviven entre las edificaciones modernas. Y así, frente a uno de los paisajes urbanos de costa más gloriosos del mundo (por qué no presumir de playazo), podemos descansar en nuestro siglo XXI tras un paseo de cinco centurias.
Para más información @LPAvisit.