Las mujeres prescindibles del PSOE

Las mujeres prescindibles del PSOE

Lo que debe recordar Pedro Sánchez es que las feministas somos coherentes, también a la hora de emitir nuestro voto, aunque nos sintamos amenazadas por la ultraderecha. Aunque le eche un cable Feijóo, que en su ignorancia supina de lo que significa el feminismo se ha limitado a decir que Francisco Salazar es “un guarro”

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El feminismo no es una pancarta ni un argumento para disputar las elecciones ni un regalo condescendiente de los hombres a las mujeres. El feminismo es el movimiento político más importante del último siglo, la revolución urgente y pendiente, la lucha por la igualdad efectiva de mujeres y hombres. El tiempo que el PSOE tarde en hacer realidad dentro de su organización los postulados feministas de los que presume de puertas para afuera se traducirá en votos perdidos y decepción del electorado más fiel con el que ha contado Pedro Sánchez. 

La suma de errores e incoherencias con el supuesto ADN feminista del PSOE en la elección de los hombres que estaban en la cúpula del partido tiene su último episodio en el intento (frustrado gracias a las informaciones de Esther Palomera y José Enrique Monrosi) de enterrar las denuncias de acoso sexual y abuso de poder contra Paco Salazar. Sus comportamientos eran conocidos y tolerados por el partido y sus víctimas, “las chicas de Paco”, eran y son mujeres jóvenes del PSOE cuyas voces se intentan silenciar para proteger a uno de los hombres machistas del presidente. La organización que aupó a Francisco Salazar hasta su cúspide se ha resistido hasta el último momento a dar respuesta a las mujeres que lo denunciaron por los canales antiacoso internos. Es una maniobra que las mujeres con cierta edad y experiencia laboral conocemos muy bien: el hombre con poder es imprescindible e intocable, las mujeres que se atreven a denunciarlo son prescindibles, se duda de su testimonio (las denuncias falsas vuelven a estar presentes en el debate público) y en la mayoría de los casos tienen que abandonar la organización, empresa o institución en la que se ha producido el abuso. 

Cinco meses después de que se publicasen las primeras denuncias, lo que ocurrió en vísperas de que Salazar fuera nombrado secretario de organización en la sombra detrás de Rebeca Torró, Ferraz avanzaba en su intento de que todo se disipara como el mal sueño de un machista. Hoy, cuando todo se conoce, nos enteramos de que Salazar se ha dado de baja como militante y que el “error informático” que había hecho desaparecer las denuncias se ha resuelto. Errores e incoherencias que demuestran que el feminismo del que presume el partido en el gobierno no se practica en su propia casa. 

El poder masculino sigue siendo el elemento central de la toma de decisiones, y el feminismo, en demasiadas ocasiones, solo es el pretexto, una pieza de atrezo de un decorado electoralista. Los techos y los acantilados de cristal siguen marcando la carrera de muchas mujeres que destacan en preparación y aptitudes, pero que tropiezan con los Salazares que pululan por organizaciones que se consideran progresistas. El feminismo es más visible, pero la igualdad real aún queda lejos y se enfrenta a demasiados retos, también desde la izquierda igualitaria. 

Lo que debe recordar Pedro Sánchez es que las feministas somos coherentes, también a la hora de emitir nuestro voto, aunque nos sintamos amenazadas por la ultraderecha. Aunque le eche un cable Alberto Núñez Feijóo, que en su ignorancia supina de lo que significa el feminismo se ha limitado a decir que Francisco Salazar es “un guarro”. Ante estos hechos y reflexiones, a las mujeres solo nos queda hacernos la gran pregunta: ¿Hay algún líder político en este país que sepa de qué va el feminismo?