24 horas en el despotismo trumpiano: indultar a un narco, llamar «basura» a los somalíes y ‘anular’ órdenes sin poder hacerlo
El presidente de EEUU gobierna de forma autoritaria un sistema que, de momento, no lo es, si bien los frágiles contrapesos le permiten tomar numerosas decisiones basadas en sus filias, sus fobias y su agenda ultra
Trump amenaza a Venezuela: “Vamos a acabar con esos hijos de perra”
A menudo busco cómo conectar el presente con el pasado y el pasado con el presente. Tendrá que ver con que estudié Historia, o quizá estudié Historia porque me gusta conectar puntos en el tiempo. En todo caso, el hecho es que no puedo evitar ver señales del presente en el pasado y del pasado en el presente.
Este fin de semana fui al Museo Hirshhorn, en el National Mall de la ciudad, y en la colección permanente me crucé con un cuadro muy representativo del pintor alemán George Grosz (1893-1959) de hace más de un siglo y, al verlo, no pude evitar pensar en Mar-a-Lago, en las fiestas de Donald Trump rodeado de lujos y dorados mientras su ciudadanía se queda sin ayudas para alimentos o no sabe si tendrá seguro médico dentro de cuatro semanas.
El cuadro, de 1915, se llama Café, en plena Primera Guerra Mundial, y es una muestra del estilo de Grosz, señalando la injusticia social en la vida cotidiana de Berlín.
Café, obra de Grosz de 1915, exhibida en el museo Hirshhorn de Washington DC.
En las primeras páginas de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Karl Marx escribía que Hegel decía que “todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces”. Y Marx apuntaba: “Pero olvidó añadir: una primera vez como tragedia y la otra como farsa”.
Y con Trump existe siempre esa sensación, la de estar viendo cómo pasa la historia repetida una y otra vez como farsa.
Este martes ha sido un verdadero compendio del despotismo trumpiano. Han sido 24 horas que han arrancado con el indulto y puesta en libertad de un condenado por narcotráfico a 45 años de prisión por un tribunal estadounidense. Y todo eso ocurre mientras Trump justifica su escalada con Venezuela por una supuesta guerra contra el “narcoterrorismo”.
Es decir, mientras el Ejército de EEUU asesina extrajudicialmente a 83 ciudadanos en aguas del Caribe y el Pacífico Oriental por supuestamente llevar una droga de la que nunca se presentan pruebas, el presidente de EEUU deja en la calle a un señor, Juan Orlando Hernández, ex presidente de Honduras, de quien sí se acreditó por las fuerzas policiales de EEUU y sus jueces haber introducido 400 toneladas de cocaína en el país.
Y si el día empezaba así, lo que seguía tenía que estar a la altura.
“Los ataques van a empezar pronto, vamos a acabar con esos hijos de perra”, dijo Trump en la reunión de su gabinete sobre Venezuela, en la que también amenazó a Colombia. Una reunión en la que se quedó dormido varias veces de forma muy notoria, mientras hablaban sus secretarios, sin que nadie hiciera nada al respecto en una demostración más de que no hay sistema autoritario sin culto al líder.
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en la reunión de su gabinete, junto al secretario del Interior, Doug Burgum; el secretario de Estado, Marco Rubio; y el secretario de Guerra, Pete Hegseth, en la Casa Blanca el 2 de diciembre de 2025.
En esa misma reunión, Trump mostró hasta qué punto se guía por filias y fobias y se le escapan por la boca comentarios xenófobos incompatibles con el juramento de respetar la Constitución que hizo cuando asumió el cargo.
Así, demostró lo mucho que odia a la representante demócrata por Minnesota de origen somalí, Ilhan Omar, y el racismo que es capaz de mostrar al deshumanizar a un colectivo entero: “Cuando ves lo que han hecho con Somalia, que apenas es un país, que no tienen nada y solo se dedican a matarse unos a otros. Y cuando veo a alguien como Ilhan Omar, que durante años la he visto quejarse de nuestra Constitución, de cómo la tratan. Odia a todo el mundo, odia a los judíos. Es una persona realmente terrible. Su país apesta y no los queremos en nuestro país. Vamos a ir por el camino equivocado si seguimos aceptando basura en nuestro país. Ilhan Omar es basura, sus amigos son basura”.
Y todo esto lo dice Trump mientras las autoridades federales están preparando una operación contra los somalíes en Minnesota, donde la mayoría de los 84.000 que viven allí tienen la ciudadanía estadounidense.
Fotografía tomada de la cuenta oficial @WhiteHouse en la red social X de la Casa Blanca que muestra un bolígrafo automático o ‘autopen’ en el lugar del retrato del exmandatario Joe Biden en la galería de fotos presidenciales, en la sede del Ejecutivo estadounidense, en Washington (EE.UU.). EFE/@whitehouse
Para terminar el día, Trump hizo otro aspaviento despótico: decretó en Truth Social la invalidez de todas las órdenes firmadas por Joe Biden con el bolígrafo automático, aquí llamado autopen. ¿Y cuál es el problema? Que por mucho que lo enuncie Trump, por mucho que pueda firmar decretos, y quiera cambiar el nombre de los cuarteles y el Golfo de México, el autopen es un mecanismo perfectamente legal que él mismo ha reconocido haber usado en el pasado.
Aunque los presidentes están legalmente autorizados a revocar las órdenes firmadas por sus predecesores, una a una, no tienen autoridad para revocar los indultos de su predecesor, por ejemplo, según los expertos jurídicos.
Como explicaba The Guardian, desde Thomas Jefferson, quien utilizó una versión temprana del dispositivo, según la Shappell Manuscript Foundation, numerosos presidentes han utilizado el autopen. Al igual que Harry Truman, Gerald Ford y Lyndon B. Johnson, quienes permitieron que el dispositivo fuera fotografiado en la Casa Blanca.
Otros presidentes que lo han usado han sido John F. Kennedy y Barack Obama, quien utilizó el dispositivo para firmar varias leyes, entre ellas la Patriot Act y una ley de asignaciones presupuestarias, mientras se encontraba en el extranjero. En marzo, Trump dijo que él también había utilizado el autopen para lo que describió como “documentos sin importancia”.
Y una duda razonable… ¿Firmó Trump de su puño y letra los 1.600 indultos y conmutaciones de los asaltantes del Capitolio, por ejemplo?
Un pavo que es mucho más que un pavo
En estas crónicas he hablado muchas veces de cómo al llegar a este país, recibí la ayuda impagable de dos amigos, Pablo y Alba, que me acogieron y me alojaron en su casa hasta que encontré la mía. Durante todos estos meses me han seguido cuidando, pendientes de que todo vaya bien.
Pues bien, la semana pasada me ocurrió algo que, para un novato en este país, es muy especial. Disfruté de mi primera cena de Thanksgiving gracias a otros dos generosos amigos, Cristina y Pedro, que me acogieron junto a otros amigos en su mesa.
Acción de Gracias –el último jueves de noviembre– es una fiesta que difícilmente puede entenderse si no se vive en EEUU: es la celebración más estadounidense que existe, es el fin de semana en el que todas las familias recorren el país para cenar juntas un enorme pavo.
Y la perspectiva de no tener plan esa noche era descorazonadora para un novato como yo. Son experiencias que nunca se olvidan, quién te ayuda y quién te acoge cuando te sientes más vulnerable, y por eso hay que sentirse afortunado cuando tienes alrededor personas que lo hacen.
Pavo de Pedro y Cristina en Washington DC.
Y, además, el pavo hecho por Pedro estaba buenísimo, con sus acompañamientos, su stuffing –relleno–, sus guarniciones, los postres hechos en casa por otras amigas, los vinos ricos españoles que bebimos… Es una noche que no se me olvidará nunca. Estar lejos de casa, de tu familia, de tu barrio, es difícil, pero se hace menos difícil en noches como esta.
Y con esto lo dejo por hoy.
Un saludo y muchas gracias por estar ahí.
Andrés