Ayuso, ETA y Franco

Ayuso, ETA y Franco

Hoy resultaría injusto que a un afiliado al PP se le llamara franquista solo por ser del PP. Lo mismo que a un afiliado de Eusko Alkartasuna o de Alternatiba, miembros de EHBildu, se le llamara etarra

Ayuso oye voces

Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, ha vuelto a poner de actualidad el fantasma de ETA. No para.

En vez de dedicarse a solucionar sus propios problemas derivados, por ejemplo, de la gestión público-privada de la sanidad que expulsa del sistema a quien no puede pagar, y se preocupa del EBITDA y del retorno de la inversión, en vez de la salud para todos y en condiciones adecuadas, saca de la chistera una y otra vez el fenecido terrorismo.

“ETA está preparando su asalto al País Vasco y a Navarra, mientras sostiene a Pedro Sánchez, que digan que es mentira, porque no cabe mayor corrupción moral, ni mayor traición a España que esto, no puede ser, no puede ser que Bildu mantenga a Sánchez”.

Lo decía con motivo de la última manifestación convocada por el PP en Madrid. Leyó el mensaje mirando al papel en el atril, con el fin de no olvidar ni una palabra, como buena alumna aplicada.

Hay que recordarle, a riesgo de ser ingenuos, que ETA anunció el cese de sus acciones terroristas en 2011, y que se disolvió definitivamente en 2018. Pero esos datos no le interesan a Ayuso cuando pone en la balanza la verdad y el interés político. Su utilización de ETA en el marketing goebbeliano que le permite avivar los impulsos más populistas, no es algo nuevo. Sabe que revolver en ese contenedor de la memoria histórica, la de ETA en concreto, le da votos y continúa en ello, erre que erre. 

Lo malo es que se olvida de la memoria histórica en general, que no le interesa. Por ejemplo esa memoria histórica que afecta a su propio partido, y la de su creación, integrada plenamente en las esencias del Movimiento Nacional, el movimiento que sostuvo la dictadura de Franco.

En enero de 2024 Ayuso participaba en el homenaje a Gregorio Ordóñez, asesinado por ETA y decía: “hoy estamos de luto, mientras Sánchez vota a quien nos puso de luto”.

De inmediato recibía la respuesta de la hermana del propio Ordóñez: “Nuevamente, la utilización de mi hermano Gregorio, como del resto de víctimas del terrorismo, para sus exclusivos fines políticos. Así no”.

“Así no”, se lo decía a la cara la propia hermana de Ordóñez, presidenta de CovIte. Pero es inútil, Ayuso sigue empecinada en utilizar el fantasma de ETA para lograr votos mediante el uso de aquella máxima de Joseph Goebbels, los mensajes sencillos, falsos si hace falta, simples, reconocibles y repetidos una y otra vez. El estratega nazi explicaba que “hay que convertir cualquier noticia de poco valor en amenaza grave”. Y así, con esa reiteración en el mensaje, Ayuso va calando en aquellos que la escuchan y no distinguen, o no quieren distinguir, entre ETA y Bildu, o entre ETA y PSOE o PNV, incluso entre ETA y Euskadi, y ETA y Navarra.

Esa actitud de una política de alto nivel, presidenta de la Comunidad de Madrid, no solo resulta deleznable, sino que abre la puerta a los peores instintos, genera odio, el mismo odio que se fue creando durante la II República Española y derivó en un golpe de Estado fracasado, una guerra civil exitosa para los sublevados, y una dictadura brutal que pervivió hasta la muerte, en la cama, del dictador.

A Ayuso quizá convendría recordarle que su propio partido nació en el magma franquista y que, a pesar de ello, nadie la debe llamar franquista, a todas horas, simplemente por ser del PP. Es una cuestión de memoria histórica, como la de ETA en la utilización que hace Ayuso, o en este caso la de Franco.

Todavía hoy si nos fijamos en la propia web del Partido Popular, podemos leer lo siguiente: “Los orígenes del Partido Popular se remontan a Alianza Popular, una formación que nació en el marco de la Transición, como una unión de distintas corrientes de la derecha democrática y reformista”.

Y, ¿sabe Ayuso qué corrientes de “la derecha democrática y reformista” eran esas?

Se lo voy a recordar. Eran asociaciones creadas por ministros franquistas, de pedigrí dictatorial, como Federico Silva Muñoz, Laureano López Rodó o Gonzalo de la Mora, asociaciones que luego fueron recauchutadas para crear Alianza Popular con Manuel Fraga Iribarne.

Y, ¿sabe Ayuso en base a qué legislación se crearon tales asociaciones?

Se lo voy a recordar también. Lo hicieron gracias a un elemento esencial, el Estatuto Jurídico del Derecho de Asociación Pública, que había sido aprobado por unanimidad por el pleno del Consejo Nacional del Movimiento Nacional, el 16 de diciembre de 1974. En vida de Franco.

Tiempo después, el gobierno posfranquista de Arias Navarro lo convalidó, y pasó como decreto ley a las Cortes franquistas que lo aprobaron. 

Ese estatuto franquista definía a las asociaciones como “medios complementarios para la participación de los españoles en las tareas políticas, a través de las entidades naturales, a la vez que cauces de expresión de la opinión pública”, pero, eso sí, bajo la estricta obediencia a “los principios del Movimiento y demás leyes fundamentales del Reino”. Es decir, era franquismo puro.

De ahí nació, como bien recuerda en la actualidad la web del PP, Alianza Popular. No le pusieron ni el nombre de partido, porque ese concepto producía sarpullidos en sus franquistas creadores. 

El franquismo se vio obligado y empujado al cambio de régimen porque la dictadura quedó como una isla en Europa, tras la desaparición de la dictadura en Portugal, y porque el pueblo presionaba de manera consistente en favor de la democracia. 

Hoy resultaría injusto que a un afiliado al PP se le llamara franquista solo por ser del PP. Lo mismo que a un afiliado de Eusko Alkartasuna o de Alternatiba, miembros de EHBildu, se le llamara etarra. 

Pero es evidente que ese partido, el partido de Ayuso, no proviene del liberalismo o del conservadurismo, como otros partidos de la derecha europea, sino directamente del franquismo. Es otro pecado original de aquella transición, como el que permitió legalizar a un jefe de Estado designado a dedo por el dictador, el hoy influencer Juan Carlos I.

Con las tácticas goebbelianas de Ayuso, podríamos centrarnos en los mensajes simples y reiterativos, y llamarle franquista a cada rato, siguiendo esa estrategia, con la que tanto rédito parece lograr, de calificar como filoetarras o etarras, a sus enemigos políticos sin distinción.