Rafael Cobos, cineasta: “Bajo la tierra, en las cunetas, hay una memoria con la que no nos hemos reconciliado”

Rafael Cobos, cineasta: “Bajo la tierra, en las cunetas, hay una memoria con la que no nos hemos reconciliado”

El guionista de ‘La isla mínima’ y ‘Anatomía de un instante’ debuta en el largometraje con una revisión del cine quinqui que aborda el tema de las fosas de los asesinados por el franquismo

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Rafael Cobos ha escrito varias de las películas más importantes de las dos últimas décadas del cine español. Siempre con su amigo Alberto Rodríguez en la dirección. Hasta ahora. Tras radiografiar y mirar las cloacas de nuestro país en películas como La isla mínima o Modelo 77, Cobos salta a la dirección de largometraje —tras una primera aventura en forma de serie, El hijo zurdo— con Golpes (que ya se puede ver en salas de cine), una revisión del cine quinqui que sirve, de nuevo, como metáfora perfecta de una Transición que dejó a mucha gente olvidada. Empezando por los muertos en las cunetas que siguen sin desenterrarse y a una generación de jóvenes en los márgenes que sirvieron de materia prima para películas como El pico o Navajeros.

En Golpes todo, además, está atravesado por la Memoria Histórica. En la historia de estos dos hermanos separados aparece la sombra de un padre que sigue en una fosa. Uno de ellos (Luis Tosar) ha aceptado las normas del juego pactadas y mira hacia adelante olvidando todo. El otro, Jesús Carroza, prefiere desafiar las leyes y las normas, convirtiéndose en un arquetipo perfecto de ese cine quinqui al que Cobos no solo homenajea, sino que actualiza con brío.

Debuta en el largometraje tras ser guionista durante todo este tiempo de las películas de Alberto Rodríguez, ¿era un paso lógico en su carrera?

Es un proceso lógico, entre comillas, porque no hay una obligatoriedad de dirigir. En mi caso es una suma de que me interesa muchísimo la dirección de actores, y he acompañado siempre a Alberto en todo el proceso de ensayos y de conexión con ellos. Por otra parte, sentía que era el momento de llevar a la práctica esta pulsión. Se han sumado las dos cosas.

¿Hay algo de matar al padre en esta decisión?

No lo hay. De hecho, cuando afronto mi primera codirección, que fue con la serie El hijo zurdo, lo comento con él, le pregunto lógicamente, le pido que me ayude. La película es un ejercicio en paralelo que creo que al final me va a alimentar en el proceso de escritura y me va a dar muchas más herramientas a la hora de escribir. En esta película no lo involucro, no le doy la tabarra. Él me va viendo, tenemos esta relación de hace tanto tiempo que muchas veces no hace falta decir las cosas de un modo expreso, sino que se sobreentienden. No creo esta experiencia tenga nada que ver con matar al padre.

Ha escrito también este año Anatomía de un instante, con la que siento que Golpes tiene mucho que ver en cómo ambas están atravesadas por la historia de un momento determinado de España, la Transición, pero siendo dos lados del espejo diferentes. 

Ambas dialogan muchísimo. En Anatomía se está hablando de un proceso bastante más largo porque es todo el proceso de la Transición, pero que se remonta a la primera fractura, la Guerra Civil y Golpes justamente ataca ese momento en el que vamos a vivir las primeras elecciones democráticas, con una posible victoria de un partido de izquierda y en la que probablemente se tendrá que decidir qué vamos a hacer con nuestro pasado. Si vamos a establecer una conexión, vamos a saldar cuentas, o directamente vamos a olvidar y casi cerrar cualquier tipo de comunicación con el pasado. En Anatomía vemos cómo se establece un pacto evidente, cómo de alguna forma se concilian determinadas fuerzas, y en Golpes se habla justamente de que esto dejó fuera y dejó de mirar hacia otros sectores a los que era necesario mirar para que las cosas cambiaran y se construyera un país mucho más moderno.

Es una mirada al cine quinqui que tiene algo que el cine quinqui de su momento no tenía, la distancia del tiempo para analizar qué pasó entonces. 

Igual me equivoco, pero creo igual que tú, que el cine quinqui tenía la inmediatez, y eso hacía que la distancia entre la acción y el pensamiento de la historia fuera muy pequeña. Nosotros estamos denunciando que estos barrios, estos jóvenes que están directamente yendo al paro que soñaban con una libertad en mayúsculas y esdrújula, de repente se encuentran con que esta libertad no está llegando. Esta nueva democracia no estaba llegando a los barrios. El cine quinqui era mucho más percutivo, mucho más muscular. Tener la posibilidad de juzgar aquel momento desde fuera te permite hacer que la historia circule en una dirección y digamos el pensamiento fábula hacia otro sitio, porque sabes cómo acabó aquello y en qué desembocó. 

La nostalgia es una cosa superpeligrosa, sobre todo cuando de alguna forma nos permite dulcificar o entronizar cosas que son muy peligrosas

Rafael Cobos
Cineasta

La película está atravesada por la Memoria Histórica, como si de alguna forma reivindicara que todo lo que ocurre en España tiene su origen en aquel momento, en las heridas de la Guerra.

Eso surgió de una forma muy intuitiva, que no responde a una lógica racional. A mí me apetecía mirar al cine quinqui. Un cine digamos muy fronterizo, muy entre lo ordinario y lo extraordinario. Y a partir de ahí, cuando fui conformando la historia, pensé que era, al fin y al cabo, una respuesta a algo de lo que me apetecía hablar, que era ese momento en el que realmente pudimos hacer que las cosas cambiaran, que la memoria no se convirtiera en algo proscrito, que la memoria no fuera algo marcado por una determinada tendencia ideológica o política, sino que fuera algo con lo que tenemos que convivir para realmente construir y tener un país mucho más ecuánime y un país mucho, muchísimo más justo.

Eso entronca mucho con el presente. Sin hacer espóiler, pero esos dos hermanos quieren desenterrar a su padre de una fosa. Pero las fosas siguen sin abrirse. 

No se han abierto. Sigue siendo un acto proscrito, un acto que está al margen de la ley. No hay una verdadera regulación legal, no hay un amparo legal que haya puesto solución a eso. Hay cunetas, hay muchísimos muertos por ahí. Bajo la tierra hay una memoria terrible sobre la que no nos hemos conseguido hacer un poquito de justicia.

Entre estos dos hermanos hay también una cuestión de clase. Uno ha aceptado las normas del juego de la dictadura y la Transición y ha ascendido. El otro ha quedado al margen. Hay una ruptura que es también de clase.

Exactamente, hay una ruptura, hay una aceptación, hay una asunción de responsabilidad por parte de un hermano, y eso hace que tenga una amargura terrible y una tristeza infinita. Y hay un personaje que apuesta por la contravención, por la rebelión. Uno se ha adaptado al sistema porque era su forma de supervivencia y uno que responde con todo lo contrario. En ese sentido sí hay una cuestión lógicamente de clases, hay una clase heredada en Sabino que ha crecido en el seno de una familia de la España victoriosa. Y hay uno que se ha buscado la vida desde los márgenes.

Al final es una película que mira al pasado, pero no lo hace de forma nostálgica, al revés, mira de forma crítica a ese momento que no supuso el cambio esperado. 

La nostalgia es una cosa superpeligrosa, sobre todo cuando de alguna forma nos permite dulcificar o entronizar cosas que son muy peligrosas. No quería que la película tuviera nada de nostalgia. Hemos visto cosas recientes pegadas al cine quinqui, que tenían otra intención, ni mejor ni peor, pero que a lo mejor sí estaban más vinculadas a la nostalgia. Mi intención era alejarme de todo aquello que pudiera parecer nostálgico, porque es una herramienta peligrosa que justifica demasiadas cosas chungas.

La pregunta a un director debutante es, ¿y ahora qué?

Me lo he pasado muy bien. Esa es la verdad. Con El hijo zurdo sufrí más de lo normal. No sé por qué, pero supongo que sería porque era la primera vez que me enfrentaba a la asunción de determinadas responsabilidades y decisiones. Pero con Golpes he disfrutado como un verdadero niño pequeño jugando, cosa que me obliga forzosamente a repetir. No sé si me equivoco o no, pero lógicamente soy escritor y voy a seguir escribiendo. De hecho Alberto y yo ya estamos escribiendo su próxima película. Pero sí voy a volver a hacer otra película. Lo tengo clarísimo.