Lo de Rosalía

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Hola,

La polémica de estos días tiene que ver con Rosalía. En una entrevista con Radio 3 la artista decía: “Creo que me rodeo de ideas feministas, creo que no me considero moralmente lo suficientemente perfecta como para considerarme dentro de un ‘ismo’ pero sí me inspiran y me rodeo de ideas feministas, desde siempre”. La rabia de muchas se disparaba.

Tiene sentido que nos moleste. En un tiempo en el que las derechas pegan fuerte con su agenda antiderechos y su antifeminismo, en un momento en el que volvemos a defender lo más básico -que la violencia de género existe, que el derecho al aborto es un derecho humano-, que una artista de su entidad esquive de esa manera la identificación con el feminismo escuece. Da la sensación de que la etiqueta moleste o vuelva a ser problemática.

Rosalía tiene derecho a no autodenominarse feminista, aunque el argumento con el que lo hace no tiene sentido. Desde luego que no hace falta ser moralmente perfecta para considerarse feminista. El feminismo no es un programa personal de rectitud moral ni un compendio de principios o dogmas que seguir fielmente. El feminismo no es una religión. Es más bien ese marco de ideas que ella menciona, una mirada y un pensamiento crítico, un movimiento que aspira a transformar el orden de cosas en el que vivimos. 

En medio de las críticas, algo me chirriaba. Era la sensación de que el estándar siempre es más alto para nosotras: siempre somos nosotras las interpeladas, las que tenemos que definirnos, pronunciarnos, hacer algo. ¿Y ellos? Recordaba estos días aquellos tiempos en los que los hombres firmaban manifiestos comprometiéndose, por ejemplo, a no participar en congresos, mesas redondas, tertulias o espacios en los que no hubiera paridad o representación femenina. Se sentían interpelados, la presión social les empujaba a hacer algo, a plantear cierta autocrítica y acción.

¿Dónde ha quedado todo eso? Sin minusvalorar la importancia de que una referente como Rosalía se llame feminista, sin tapujos, me parece que la interpelación y la presión deben estar, sobre todo, en otros frentes, en otros lados. Tampoco es que Rosalía reniegue del feminismo, solo que se nombra desde otro lugar, un lugar que a muchas no nos gusta, pero que es el que ella escoge. 

En la revista Volcánicas han publicado un artículo muy interesante hablando del feminismo adyacente: “Un discurso o posicionamiento que se ubica cerca del feminismo, pero sin asumirse ella misma feminista. El feminismo adyacente se beneficia de las conquistas del feminismo, pero evita el conflicto, la crítica y la disputa que conlleva la militancia o el activismo feminista, y es muy común en figuras públicas”. El artículo explica que eso de estar ‘cerca’ del feminismo no es lo mismo que sostener una práctica feminista. Elegir la tibieza busca evitar las consecuencias de decirse feminista. Mientras, muchas mujeres en el mundo, con mucho menos poder y recursos, se llaman feministas y ponen el cuerpo con los costes que conlleva.

Aún así, sigo pensando que tiene algo de distracción que la atención se centre en si una artista se considera feminista y que no ejerzamos esa interpelación de manera más extensa y no solo hacia ellas. Podemos, por ejemplo, interpelar igualmente a los cantantes y músicos – ¿por qué acuden a festivales donde solo tocan tíos?, ¿cómo concilian?- a las discográficas y editoriales -¿qué porcentaje de autoras y autores están publicando?, ¿qué temas están eligiendo para publicar?-, o los medios de comunicación -¿a quiénes les hacemos qué preguntas y por qué?-

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Ana