Trump y el fin del antisanchismo

Trump y el fin del antisanchismo

El antisanchismo, como el wokismo, ha funcionado como un recipiente donde arrojar cualquier malestar y la irrupción mundial de Donald Trump no ha movido un discurso que se ha quedado obsoleto a derecha e izquierda de este país

Para entender el punto álgido de un fenómeno que explica una gran parte de la política española, el antisanchismo, un movimiento con sede en Madrid pero ya extendido a todas las comunidades autónomas, hay que remontarse a las elecciones de 2023 que Alberto Núñez Feijóo ganó pero perdió. Lo que antes era “que te vote Txapote” evolucionó a “al enemigo ni agua” que impide cualquier acuerdo de estado, ni siquiera en un momento como el que estamos viviendo, nubla el juicio del Partido Popular y limita su capacidad de actuación.

Tenemos pruebas todos los días pero el gran caos mundial que supone Trump enseña las costuras del principal punto del programa del PP, esto es, acabar con Sánchez. En realidad, gran parte de la política española, desde Vox hasta Podemos, está sustentada en la narrativa machacona de descabalgar a Sánchez, convertido en mito que resume todos los males de España. Este relato distorsiona gran parte de los asuntos de un país con muchas brechas abiertas que abordar, como la vivienda. Venga o no a cuento, el PP imita a Catón el Viejo a propósito de Cartago: Sánchez delendum est, debe ser borrado del mapa.

En una situación normal esta narrativa ya chirría y es la base de un populismo que conduce al odio del adversario pero con un EEUU embarcado en una guerra comercial sin precedentes y que está deportando a ciudadanos que no han cometido ningún delito, el relato de que Sánchez es la encarnación de todos los males se desmorona. Criticar a Sánchez y ofrecer una alternativa legítima es la democracia, demonizarlo es un error que está afectando a la capacidad del principal partido de la oposición para leer este gravísimo momento político.

El antisanchismo, como el wokismo, ha funcionado como un recipiente donde arrojar cualquier malestar y la irrupción mundial de Donald Trump no ha movido un discurso que se ha quedado obsoleto a derecha e izquierda de este país. No ha cambiado el discurso de Irene Montero, flamante candidata a la presidencia por Podemos, y lo que es peor, no ha cambiado la narrativa de una derecha enfrentada a sí misma y a sus vínculos con la autocracia de Trump. Las consecuencias de lo que está pasando las veremos en pocos meses. Será el fin de la seducción del sueño americano y, a nivel local, el fin de una estrategia política populista que nunca funcionó. La buena noticia es que el PP, libre del antisanchismo que lastra su visión del mundo, podrá, por fin, hacer política para todos.