25 años de las ‘carreritas’: el pánico sin explicación que hizo a Sevilla consciente de la vulnerabilidad de su Semana Santa

25 años de las ‘carreritas’: el pánico sin explicación que hizo a Sevilla consciente de la vulnerabilidad de su Semana Santa

La investigación de aquel incidente de histeria colectiva en la Madrugada de 2000 se cerró sin culpables y sin una explicación formal, pero llevó a introducir unos cambios en la seguridad que se mantienen hoy

Las cofradías alertan de la masificación de la Semana Santa de Sevilla: “No cabemos más, no necesitamos turistas ni cruceros”

Puede decirse que Sevilla, hasta entonces, vivía en una feliz burbuja de inconsciencia con respecto a la seguridad de su Semana Santa, que estalló de forma aparatosa la Madrugada del 21 de abril de 2000, con sus principales hermandades en la calle. Camino de las 5.30 horas se produjeron estampidas de público, se rompieron los cortejos procesionales y una sensación de pánico se extendió por el corazón de la ciudad. La investigación oficial se cerró sin culpables y sin una explicación convincente pese a que hubo hasta 200 heridos, lo que alimentó todavía más los rumores y las teorías peregrinas.

A aquel incidente (conocido popularmente como las carreritas, sobrenombre que minimiza el impacto de lo que pasó) siguieron otros relativamente parecidos en 2005, 2009, 2015 y 2017, pero no provocaron ni de lejos el revuelo de 2000 pese a que el último fue bastante más grave en la cifra de heridos. Aquello hizo consciente a todo el mundo de la fragilidad de la Semana Santa y profesionalizó su seguridad con medidas que siguen vigentes hoy y que se han ido incrementando –aunque se están relajando cada vez más, por cierto– como la prohibición de venta de alcohol o los aforamientos de calles para limitar el número de personas.

Por no saberse, ni se conoce si los sucesos estuvieron coordinados o fueron hechos aislados, con respuestas cada vez más desbordadas al alimentarse del miedo y los rumores. Hablamos además de un tiempo sin redes sociales y casi sin teléfonos móviles, de hecho el que no estaba en las zonas del centro en las que se desató el pánico supo de lo ocurrido por la radio y la retransmisión que hacía la por entonces televisión municipal, Giralda TV, cuyas imágenes analógicas son las únicas que reflejan unos incidentes de los que casi no hay ni fotografías.


Un nazareno de los Gitanos con una insignia corriendo por la plaza del Duque.

La imagen de un nazareno de los Gitanos corriendo totalmente solo mientras porta una insignia, en dirección contraria al discurrir de su hermandad, ha quedado como uno de los símbolos de aquella noche. Hubo varios focos y la gente se puso a huir sin saber el porqué, espoleada por un terror invisible, mientras se tiraban sillas de la carrera oficial (el itinerario común que hacen todas las hermandades rumbo a la Catedral) para hacer un hueco por el que escapar.

Desde el atentado al toro que se había escapado

Teorías hubo muchas, aunque el único incidente realmente comprobado fue que un hombre portaba un cuchillo de grandes dimensiones y que dos agentes de la Policía Local lo persiguieron pistola en mano hasta reducirlo. Eso explicaría lo ocurrido en un punto muy concreto, pero no los brotes que se produjeron en zonas considerablemente distantes entre sí.

Los hubo que juraron haber oído una explosión, que algunos atribuyeron a un atentado de ETA y otros a una tubería que había reventado. Se habló de un terremoto, de motos que habían salido de portales y roto las filas de nazarenos y hasta de que la estaba formando un toro se había escapado de la Maestranza. Esta hipótesis fue de las más pintorescas, junto a la de que se había formado un barullo al descubrirse que el rey iba de incógnito en la comitiva de una hermandad.

Al paso que cogió más cerca de todo el lío fue al de las Tres Caídas de la Esperanza de Triana, que acababa de entrar en La Campana para iniciar la carrera oficial. A esas horas estaban también en la calle la Macarena, el Gran Poder, los Gitanos, el Silencio y el Calvario, con cientos de miles de personas dándose codazos por verlas. La sensación es que poco pasó para la que se podía haber formado, ya que hubo un centenar largo de afectados sobre todo por contusiones y ataques de ansiedad. lo más grave fue que una mujer se fracturó el tobillo.

Investigar la teoría del rol

La única idea más exótica a la que se dio pábulo fue a que todo obedecía a un juego de rol en vivo inspirado por la película Nadie conoce a nadie, de Mateo Gil, estrenada con gran éxito meses antes y que contaba una historia adobada de asesinatos en plena Semana Santa sevillana. Se llegó a investigar a aficionados al rol, pero aquella pista no dio para mucho más.

El por entonces delegado municipal de Seguridad Ciudadana, José Gallardo (PSOE), hizo por su parte alusiones a grupos de chavales con chaqueta y corbata, sugiriendo una especie de boicot conservador para tirar por los suelos la imagen del recién llegado alcalde, el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín, en la que era su primera Semana Santa como regidor. Nada se demostró en este sentido, de hecho ni que el origen estuviera en grupos de personas que se habían coordinado en diferentes puntos.

La que sí se enfrentó de verdad a Monteseirín fue su Policía Local, que en las semanas previas llevó a cabo sonadas protestas para mejorar sus condiciones laborales con algún que otro choque incluso con la Policía Nacional, encargada de desalojar a los agentes locales en alguna concentración no autorizada. Las protestas de los servicios municipales es un clásico en Sevilla en vísperas de las fiestas de primavera, sin ir más lejos ahora ha ocurrido con los bomberos, pero es verdad que aquellas reivindicaciones fueron especialmente virulentas.

Una advertencia que se fue de las manos

Aquello alimentó otro runrún que nunca se investigó: alguien (se apuntaba sin mayores pruebas a entornos sindicales) habría intentado dar un susto para hacer ver la importancia del papel de la Policía Local, pero se le fue de las manos con las reacciones de pánico. Lo que sí puso de manifiesto lo ocurrido es que, pese al rimbombante operativo de seguridad bautizado como Plan Trabajadera, no había mayor coordinación con la Policía Nacional. Y, de paso, se descubrió que la carrera oficial (plagada de sillas por las que cobra el Consejo de Hermandades y Cofradías) carecía de protocolos de emergencia y evacuación.

Dos meses y medio después de lo ocurrido se le dio carpetazo a la investigación, cerrándose las puertas policial y judicial y sin dar mayor trascendencia por ejemplo a que un responsable del Consejo de Cofradías recibió amenazas anónimas por llevar a cabo sus propias averiguaciones. La versión oficial fue que ocurrió algo, sí, pero no se sabía muy bien qué y desde luego no se identificaba a ningún posible responsable. Todo quedó difuso, como que hechos aislados que generaron un gran ruido provocaron una alarma inicial y luego el miedo se retroalimentó.

Lo que sí sirvió aquella histeria colectiva fue para abrir los ojos en cuanto a las muchas carencias de la seguridad de la Semana Santa. Aquello propició una modernización que se tradujo en la creación del Centro de Coordinación Operativa (Cecop), que desde entonces ejerce las funciones reales de conectar a todos los efectivos, incluidos los técnicos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).


Agentes de la Policía Nacional acotan con vallas el acceso a una calle.

El número de agentes que se moviliza cada año se disparó –esta Semana Santa son 5.000–, hicieron su aparición las vallas para delimitar las zonas más delicadas y también se acometieron cambios en la carrera oficial, a la que se le amputaron sillas y se crearon pasillos de evacuación. Y hasta las hermandades tienen sus propios protocolos de seguridad, que llevan por ejemplo a sus filas de nazarenos a pegarse a la pared para despejar el carril central de la calle como ya se ha hecho en los incidentes más recientes.

La repetición de situaciones similares desde entonces llevó a estudiar los patrones coincidentes, que dan pocas pistas salvo el entorno, las condiciones meteorológicas (un buen tiempo que lanza más gente a la calle) y la hora, siempre pasadas las 5 de la madrugada. Hasta se hizo un análisis de otras ciudades, que arrojó algún suceso similar en Jerez, Huelva o Málaga, aunque el más antiguo documentado se remonta a 1989 en Badajoz.

El papel del ruido

En lo que también parece haber coincidencia es en que siempre se produce un ruido muy particular, que vendría a ser como el de la propia masa en pánico. Eso dispara todavía más las alarmas, ya que no sólo se propaga muy rápido sino que produce el efecto de que va por delante de la persona que corre, aumentando la confusión. Las recomendaciones oficiales ante una situación de este tipo –no correr, no gritar y ayudar a mantener la calma– pueden parecer sencillas, pero la cosa se complica cuando se desata el pánico.

El presidente del Consejo de Hermandades, Francisco Vélez, apuntaba recientemente que el sevillano “está un poco inmunizado o vacunado” y que “aquello nos enseñó a reaccionar frente a una cosa de estas características”. Los sucesos los vivió al principio de la carrera oficial, en el palquillo de la institución que se instala en La Campana, y recuerda sobre todo el ruido, “un sonido producido cuando la gente corre en zonas más o menos estrechas y en el silencio de la noche. El sonido, que va por delante de las personas, era aterrador y se produjo esa alarma”.

Pasados 25 años, Sevilla está más preparada para afrontar emergencias en un momento tan delicado como es la Semana Santa, pero también se asume que el éxito en seguridad es fruto de un equilibrio muy delicado. El sevillano siempre ha hecho gala de su cultura de la bulla, que sabe desenvolverse en ese caos de manera innata, y hasta ha defendido que esa masa compacta de gente tiene sus propias reglas intrínsecas que casi no hace falta organizar. Una cierta inocencia que le hizo abandonar de golpe aquella Madrugada de 2000.