A contracorriente

A contracorriente

Escuchar al otro por si podemos aprender algo o, por algún extraño designio, lleva razón. Descubrir que en la ficción está la verdad. No exhibir nuestra vida sino ante nuestro propio corazón. Guardar los insultos y las groserías aunque te ampare un antifaz porque ante ti mismo te degradas igual

No tienes que seguir las sugerencias de nadie. Tú eres el editor final

Duke Ellington

Acudo a la cita y lo hago en estado de placidez total. Ni un tuit de Óscar Puente podría estropearme el ánimo (spoiler: no lo hace nunca). Estos días en Madrid han sido un respiro. El viento frío y la lluvia en las calles casi vacías te resucitan. Los restaurantes, como antes, sin necesidad de entregar el alma a cambio de una reserva en el segundo turno. Las gentes que no han huido, sonrientes. Las torrijas de La Maravilla, maravillosas como siempre. Los espectáculos, con entradas. Los libros, para cobijarte; el tráfico, para redimirte. 

No me pidan que rompa semejante encantamiento con noticias de lo real o lo irreal. Vivir a contracorriente puede parecer un desafío si no fuera porque es lo más cerca de la felicidad que se puede estar. Viajar cuando nadie viaja, permanecer cuando todos huyen. Respetar a los que adoran la bulla de una madrugá o de un Mena y pedir que te dejen no acercarte ni de lejos a un paso. Ir a Finlandia en verano y a las playas desiertas y melancólicas del Atlántico en invierno. Entrar cuando todos salen y salir cuando todos entran. 

No hacer alharacas ni escribir una línea porque una sentencia recoja la realidad, era obvio que la verdad se impondría. Leerte tu primer Harry Potter a los sesenta años y ser capaz de disfrutarlo en la maravillosa edición de Minalima. Tener claro que lo que sucede en las redes no es la vida real. Obviarlo. Olvidarte el móvil al salir de casa y no volver a recogerlo. Sufrir de pronoia más que de paranoia. Saber que uno es o no es independientemente de lo que los otros digan. El diamante será diamante por más que lo manche el cieno que escribía Rubén Darío y a la inversa, ninguna mirada es capaz de cambiar la esencia. Instalarse en lo racional cuando lo irracional triunfa o cuando por intereses quieren pervertir la racionalidad. Echarte una siesta con la conciencia tranquila mientras otros bullen en la perfidia. 

No contar los libros que lees y si lo haces no contarlo. Salirte de los catálogos y las reseñas compradas y no leer ni ver aquello de lo que todos hablan. Leer lo que otros esconderían. Reivindicar que lo que no leerías sea escrito. Ser consciente de que vivir a tu manera debe permitir a los demás vivir a la suya. Disfrutar de la diferencia y del diferente. Saber que odiar no es un delito sino contra tu propia paz interior. Reconocer el momento en el que tienes que plantarte aunque cosas importantes para ti corran peligro y saber por qué lo haces, digan lo que digan y pase lo que pase. No despreciar al que te desprecia sino compadecerlo. No normalizar lo anormal por mucho que se convierta en dominante. 

Guardar la alegría de vivir y contagiarla. Vigilar al poder porque siempre es peligroso. Respetar la libertad individual sin sumirla en la del grupo. Ayudar e informar pero no imponer. Analizar cada hecho con el conocimiento y la experiencia, no comprar listas ni ideologías. Pasear con un paraguas, o sin él, bajo la lluvia. No darse por aludido si no hay necesidad. No permitir que los daños de la vida te conviertan en víctima. Conservar la capacidad de ver los defectos de quienes amas y de tus líderes; evitar caer en la trampa de cegarte por sus virtudes. Asumir que la humanidad nunca resuelve un problema para siempre ni obtiene ningún éxito que no esté en permanente peligro. Concluir que la laicidad significa neutralidad no solo en relación a los dogmas religiosos sino en relación con cualquier dogma. Recordar que el pasado es un país extranjero en el que las cosas se hacían de otra manera y no intentar enmendarlas. Comprender que la vida no es una competición en la que nuestro bienestar surge del malestar de otro. 

Graniza y eso no es sino otro cambio. El cambio se asume con naturalidad ya que es la esencia de la existencia. Probablemente sólo haya un tema: la caída del hombre y de sus obras. Todos vamos a morir y ese es el eje sobre el que gira la vida. Los imperios caen y otros les suceden. Disfrutar del uso desinteresado de las palabras que hace la literatura, porque el autor no estaba interesado en las consecuencias que producen sino en el mero hecho de emitirlas. 

Para nada estoy tratando de decirles lo que deben hacer sino al contrario. Tenemos la responsabilidad de animarnos unos a otros a volver a ser auténticos. Si cada uno asumiéramos las consecuencias de no dejarnos llevar por la corriente casi todo tendría remedio. Respetar los gustos y los colores. Escuchar al otro por si podemos aprender algo o, por algún extraño designio, lleva razón. Descubrir que en la ficción está la verdad. No exhibir nuestra vida sino ante nuestro propio corazón. Guardar los insultos y las groserías aunque te ampare un antifaz porque ante ti mismo te degradas igual. 

Comer helados Utopía cuando prohíben el azúcar. 

No beber aunque tus amigos flipen.

Pedirte una cerveza fría en una reunión de deportistas abstemios. 

Reservar en una parrilla argentina el viernes de Dolores. 

Cenar en la época del ayuno intermitente. 

Si nada de esto les convence, llévenme la contraria, pero ante todo no me sigan la corriente.