
El vidriero de Zaragoza que se enamoró de un pueblo: “Pintano es como vivir en una urbanización de lujo a 25 minutos de una ciudad”
Leo Navarro es uno de los últimos vidrieros que quedan en activo en Aragón. Hijo y nieto de vidrieros, vive desde 2019 en la Val D’Onsella, donde trabaja como alguacil de pueblo por las mañanas y vidriero por las tardes
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Quedamos para hacer la entrevista de la que nace este artículo y Leo Navarro pide que espere unos minutos; está terminando de recoger algunos de los utensilios y herramientas con los que trabaja. Es el alguacil del pueblo de Pintano, una localidad en la que viven 15 habitantes, enclavada en un promontorio en la Val D’Onsella, al norte de la provincia de Zaragoza, lo que le proporciona unas de las mejores vistas del atardecer que se pueden disfrutar en la zona. “Me enamoré de este pueblo, lo descubrí porque un conocido me invitó a visitarlo y decidí venirme a vivir, así, a la aventura”, confiesa Leo. Desde aquella decisión han pasado seis años.
Por las mañanas, este hombre que se crio y vivió en la ciudad de Zaragoza se encarga de que en el pueblo todo esté a punto: calles limpias, suministros garantizados, alguna reparación. Es la figura del alguacil, tan importante en las zonas rurales, especialmente en localidades poco habitadas como es el caso de Pintano, y de la vecina Undués Pintano; ambas se conocen comúnmente como Los Pintanos, pero son dos localidades independientes que suman unos 36 habitantes. Hace tres años que Leo es el alguacil, “antes trabajé en empresas de la zona, en otras labores”, recuerda Navarro, pero su oficio de cuna es el de vidriero.
Hijo y nieto de vidrieros, es un oficio que antes pasaba de generación en generación. En el taller del abuelo de Leo Navarro llegaron a trabajar 30 operarios “especializados en las diferentes fases de la producción”, porque, aunque reconoce que montar una vidriera es algo más o menos sencillo, “lo difícil es pintar sobre vidrio, hay que tener mano, que se te de bien dibujar y saber hacerlo”, añade. Hoy en día en Aragón quedan muy pocos artesanos que puedan encargarse de este último tipo de trabajos, “no estoy seguro, pero creo que quedamos mi primo y yo”, apunta Leo, que tiene 57 años y su primo 47.
Un giro de 180 grados: “Empezar de cero y reinventarse”
En 1993, Leo Navarro comienza a trabajar en el oficio de la familia; artesanos de la vidriería. Fueron sus antecesores los que le enseñaron “los primeros pasos en este maravilloso mundo”, y en su estudio realizó diseño, restauración y creación de vitrales artísticos hasta 2007. “Tuvimos suerte de ver lo que se venía, la crisis, y cerramos el estudio a tiempo”, señala Leo. Tras este giro en su vida profesional vendrían otros a nivel personal y familiar. Después de separarse y de dejar su trabajo de funcionario en el mantenimiento de instalaciones durante quince años, en 2019, este artesano decidió que necesitaba un cambio en su vida: “Empezar de cero y reinventarme”, y así, por azar, en una visita a Pintano, se enamoró del pueblo y decidió alquilar una vivienda y empezar de nuevo allí, a 158 kilómetros de Zaragoza.
Aunque trabajó en distintos empleos para nada relacionados con el vidrio, Leo Navarro siempre tuvo en la mente poner en marcha de nuevo su taller. “El mundo rural, fuera de lo que pueda parecer, te brinda posibilidades que no tiene la ciudad”, defiende. “Si yo me montara el taller en Zaragoza, Huesca o Pamplona, para empezar, tendría un gasto de local de cerca o más de mil euros, a lo que tendría que sumar autónomos, suministros etcétera, el coste mensual es muy elevado, cosa que no pasa en un pueblo, donde los alquileres de locales son mucho más económicos”, explica Navarro. “Yo además trabajo por internet, por lo tanto, puedo hacerlo desde un pueblo, en este caso desde Pintano”, apunta el vidriero, que pone en valor la calidad de vida “la paz y la tranquilidad que tengo aquí no la puedes comparar con una ciudad”, aunque reconoce que también disfruta de las ventajas de socializar porque tiene “acceso a internet y coche para desplazarse”. Para Leo Navarro, “residir en Pintano es como vivir en una urbanización de lujo a 25 minutos de Sangüesa”.
Todas las ventajas que ha encontrado en el rural, y el hecho de que cada vez haya menos vidrieros en España especializados en la parte más artesanal del oficio, ha hecho que Navarro se haya decidido a trabajar de nuevo con vitrales desde un estudio propio, “nunca he dejado de hacer trabajos puntuales, pero ahora están llegando encargos más grandes y siento que quiero hacerlos”.
El oficio de vidriero, mucho más que arte sacro
El oficio de vidriero, hasta ahora era transmitido de padres a hijos, lo que ha puesto en peligro su continuidad. Conscientes de esta situación, la Escuela de Arte y Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de León se está poniendo manos a la obra para la recuperación del oficio con la oferta de estudios en esta especialidad, únicos en España. “Se pretende crear un grado superior en vidrio y creo y espero que lo conseguirán pronto, porque ya se ha conseguido en otros oficios”, explica el artesano. Además, en septiembre de 2024 se dio un paso importante en este sentido, con la celebración en León del primer Encuentro El arte de la vidriera, organizado por Arcove, la Asociación para la Restauración y Conservación de Vidrieras de España.
Las vidrieras, popularmente asociadas con el arte sacro, pertenecen “un mundo que va mucho más allá”, confiesa Leo Navarro. Los trabajos con vitrales no solo se centran en la creación, reconstrucciones y mantenimiento de estas piezas en edificios eclesiásticos, o elementos relacionales con faroles y otra orfebrería, también se llevan a cabo trabajos en edificios históricos que están obligados a conservar patrimonio, entre el que se encuentran las vidrieras, encargos para viviendas privadas e incluso establecimientos públicos, como bares temáticos: “En Zaragoza he hecho La Martinica, el Saint Patricks Irish Pub o la Gallagher Irish Tavern”, apunta Navarro. Un oficio antiguo, que requiere de una mezcla equilibrada de conocimientos, arte, gusto y paciencia, y que, a día de hoy, sigue siendo casi desconocido.
Alguacil de mañanas, vidriero por las tardes
Sin descuidar su labor como alguacil, desde hace un tiempo, el vidriero organiza en fin de semana talleres sobre vidriería, una iniciativa gracias a la que algunos de los asistentes se han animado a pasear por Pintano, conocer la hospedería de la localidad, comer y pernoctar en ella con la excusa de disfrutar de una mañana de aprendizaje básico sobre vitrales. “Pensé que era una buena forma de dinamizar el pueblo, así que monté estos talleres, para un número reducido de personas, en los que hay una charla inicial, después entre todos montamos una vidriera, y finalizamos la mañana con un ágape en la hospedería”, explica Navarro.
“Si estás enfocado en lo que de verdad quieres, la vida te va llevando hacia ello”, reflexiona Navarro, mientras recuerda cómo consiguió hacerse con una cantidad importante de herramientas y vidrio a través de una página de segunda mano cuando buscaba otra cosa; una serendipia. “La familia de un maestro vidriero fallecido necesitaba desalojar el material de la casa, hablamos y me lo quedé por una cantidad que podía asumir, es como si hubiera estado ahí para ahí para mí”, añade Leo.
Durante algún tiempo, este artesano y alguacil ha tenido alquilada una nave en Pintano, en la que trabajaba en los encargos puntuales y almacenaba el material pero, recientemente, ha conseguido alquilar un local donde podrá trabajar “en mejores condiciones”. Navarro desmonta las estructuras, las trasladar hasta su taller y allí trabaja en ellas para luego volver a montarlas a su lugar de origen. En el nuevo espacio, ubicado en el pueblo, podrá además organizar talleres más amplios, de más horas, y de contenido más serio“, explica este artesano que, asegura que no va a dejar de ser alguacil, porque ”el de vidriero es un trabajo menos estable, por el momento“ y porque ser alguacil le gusta.
La inauguración de su nuevo estudio está prevista para finales de junio o principios de julio de este año, “cuando finalice la obra en la que estoy inmerso, la restauración de unas vidrieras en un edificio de Velázquez 35, en Madrid”, confirma Navarro. Para este descendiente de una saga familiar de artesanos del vidrio, alquilar este local marca un nuevo hito en su vida, “sabía que en algún momento volvería a trabajar en el oficio”, lo que Leo Navarro no imaginó fue que lo haría desde una localidad de 15 habitantes a las faldas del Pirineo.