
Un funeral papal en tiempos de anticristos
Son muchos los que se reúnen estos días en Roma para asegurarse de que volverá a esos tiempos en los que el poder de la Iglesia católica fue claro aliado –cuando no cómplice– de dictadores, sátrapas y autócratas
No es el testamento espiritual del Papa Francisco lo que convoca a los líderes del mundo a asistir a su funeral este sábado. Es el poder político que, tras su muerte, queda vacante en una Iglesia, la católica, cuya historia está llena de dolor, sangre y corrupción. Una historia violentamente intolerante cuya sombra es tan oscura y alargada que ni siquiera la luz y el papado de un buen hombre como Francisco ha logrado reparar, y mucho menos hacerla desaparecer. En nombre de la fe de la Iglesia católica se han cometido (y se siguen cometiendo) crímenes que son claras violaciones de los derechos humanos.
La lista de pecados sin penitencia (como diría Juan José Tamayo) de la Iglesia Católica es infinita: terapias de conversión a las personas lgtbiq+, pederastia e impunidad, persecución de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, prácticas e inversiones financieras inmorales e ilegales, complicidad en los crímenes de los gobiernos de extrema derecha…
El legado de mensajes, gestos y compromisos del papa Francisco son la voz del disidente, del verso suelto que va contracorriente en una institución que, desde sus inicios, ha sido más de Pablo de Tarso que de Jesús de Nazaret. Una institución donde la corriente clerical contraria a los cambios y la reforma integral por la que apostaba el papa Francisco no ha dudado de calificarlo de anticristo y hereje.
El “Papa woke”, escriben algunos estos días en los medios digitales más reaccionarios y de derechas para deslegitimar y menospreciar su figura. Sus encíclicas ‘Laudato Si‘ y ‘Fratelli Tutti‘ serían atacadas de inmediato y tachadas de woke por Milei, Trump, Meloni y Orban. Autoridades todas estas que acuden al funeral de Francisco –quién sabe si más en modo celebración que de condolencia– y cuyos valores y políticas se asemejan a los que me dice ChatGPT estarían asociados al verdadero Anticristo.
Engaño, orgullo, soberbia, violencia, destrucción, falsa paz, individualismo, odio, idolatría al poder económico, exclusión, crítica a la compasión, manipulación de los símbolos religiosos para dominar… Son solo algunas de las características que me señala la inteligencia artificial. Si a los hechos nos remitimos, la descripción no encaja mal en los protagonistas de los discursos y políticas más duras contra las personas migrantes y refugiadas, las trans, las pobres, las que están en situación de sinhogarismo, las prostitutas… Realidades sociales y humanas perseguidas con una crueldad nunca vista en este siglo por Trump y sus amigos. Realidades que, precisamente, encarnarán las 40 personas que el papa Francisco ha elegido para ser arropado en su féretro.
Estas cuarenta personas que, una vez salgan de esa escena sagrada cuya imagen dará la vuelta al mundo, seguirán siendo susceptibles de ser deportadas, insultadas, golpeadas e ilegalizadas por las mismas autoridades y fieles católicos que dicen rezar por el alma de Francisco. Las mismas que firman las órdenes ejecutivas para ser torturadas y eliminadas del mundo mientras las borran de bases de datos, documentos, webs, leyes, de sus barrios, sus hogares, sus comunidades…
No es fácil ver la imagen de este funeral papal en tiempos de anticristos donde los que están más cerca de las tinieblas que de la luz están deseando que sea uno de los suyos el que ocupe el sillón del Sumo Pontífice. Todo se mueve en el Vaticano para volver al camino correcto de la doctrina de la Iglesia católica, aquella de la que tampoco se pudo alejar tanto el Papa Francisco en temas claves y vitales. Aun así, Francisco se ha debido de alejar lo suficiente, viendo la sed de poder y revancha que tienen sus opositores. Aquellos que desean volver a la moral de Juan Pablo II, e incluso a antes del Concilio Vaticano II, para controlar la vida de fieles (e infieles), disciplinar sus cuerpos con penitencia y fabricar almas dóciles y crédulas.
Son muchos los que se reúnen estos días en Roma para asegurarse de que volverá a esos tiempos en los que el poder de la Iglesia católica fue claro aliado –cuando no cómplice– de dictadores, sátrapas y autócratas. Estos ya están esperando, deseando a que sea nombrado un nuevo Papa más afín y menos woke, más neoliberal y menos de la justicia social. Un Papa al que le dé igual la Naturaleza y la ecología, que invierta en materias primas. Un Papa que deje de hablar de diversidad, inclusión y equidad y no moleste. Sobre todo que no les moleste.