
Taxis, VTC y hoteles, entre arrimar el hombro o hacer caja con el apagón: «Es una cuestión personal»
La ola de solidaridad popular con los más afectados por el corte se topa con una mixta respuesta del sector privado, con ejemplos más y menos comprensivos con las circunstancias extraordinarias de la jornada
Cientos de personas pasan la noche en estaciones de tren tras el apagón: “Somos náufragos del siglo XXI”
Los vecinos de Villanueva de Córdoba salieron al encuentro de más de 600 viajeros varados en un AVE para que pudiesen comer algo y no pasar frío tras horas varados en la vía. En Brazatortas (Ciudad Real), sucedió algo parecido, mientras que en la estación de Atocha, en Madrid, muchos acudieron a ofrecer cobijo a los pasajeros del vestíbulo que se preparaban para pasar la noche tras la cancelación de viajes. “Un pis y una cama”, según el ejemplo de Lola, de 43 años, que hizo el trayecto en coche desde Carabanchel para brindar auxilio. Las salidas de las ciudades recuperaron por un día, además, la casi desaparecida práctica del autoestop, entre otros muchos ejemplos de solidaridad ciudadana ante la situación inaudita del apagón total.
En esta postal fraterna falta el papel del sector privado, sobre todo en el sector del transporte y el hotelero, que se debatió entre la oportunidad golosa de hacer negocio siguiendo la estricta ley de la oferta y la demanda, o la de abrir la mano ante la situación extraordinaria, dejando de lado por un día el ánimo de lucro. La respuesta fue mixta.
“Es una cuestión personal”, cavila sobre la posibilidad de que los taxistas dejasen de cobrar algunas carreras el vicepresidente de la Federación Profesional del Taxi de Madrid, Jesús Fernández. “Seguro que se ha hecho”, entiende, aunque tampoco le consten casos. A lo que sí accedieron los taxistas es a recoger clientes de camino a destino y a perdonar parte del importe que señalaba el taxímetro, habida cuenta de que los atascos en algunos momentos fueron tan grandes que las cuentas se iban con facilidad a los 50 euros.
Entró aquí en acción una cierta solidaridad de clase. “Un hombre que va a trabajar en Mercadona, que es reponedor, que no tiene constancia de si tiene que ir o no, pero por su propia voluntad se acerca, pues oye, no le vas a cobrar ese servicio que de media a lo mejor es de 15 euros, pero [ayer] se fue a treinta y tantos. Al final dices: ‘dame 20 y ya está’. Tú estás trabajando, yo estoy trabajando”, razona. A quien se le cargaba el peaje completo era al empleado de multinacional, dando por hecho que la que pagaba era la empresa, según indica.
En la guerra permanente entre taxi y Vehículo de Transporte con Conductor (VTC), los primeros recuerdan que no suben precios por alta demanda, al contrario que sus rivales. Pero ayer tanto Cabify como Uber, dos de las principales compañías de los servicios de conductor a demanda, renunciaron a aplicar el algoritmo que dispara las tarifas cuando más necesidad hay, como tras los grandes conciertos o eventos deportivos, según aseguran respectivos portavoces de las empresas.
Los taxistas tuvieron aquí otra ventaja operativa: siguen usando la radio de forma habitual y pudieron trabajar con normalidad —“dicen que estamos obsoletos”, ironiza Fernández—, mientras que los VTC dependían de los vaivenes de la cobertura móvil, inestable durante toda la jornada. En Cabify aseguran que ofrecieron sus vehículos a la Comunidad de Madrid por si les hacían falta, lo que finalmente no fue necesario.
Los taxis estaban tan demandados que en algunos casos los peatones se echaban a la vía al grito de “aeropuerto” o “Leganés”, a ver si conseguían que uno se detuviese, según recuerda Carla, que trataba de ir de Avenida de América a Alcalá de Henares. “Tengo compañeros que tuvieron que irse andando hasta La Elipa [al este de la capital] para coger un bus que les llevara a Getafe o Navalcarnero o donde fuera, porque los buses urbanos iban a tope, y los taxis no querían salir de Madrid en muchos casos”, explica.
Ella sí consiguió auto. “La gente estaba en la carretera de la cantidad de personas que había. Muchos tenían carteles con sus destinos, y al ver uno que ponía Alcalá de Henares le dije al taxista que parara. Él, superamable, ni se lo pensó dos veces y paró en la carretera, que la verdad no había mucho tráfico, montamos a tres personas más y ya nos fuimos”, recuerda. “Solo” tardó cuatro horas en llegar, y al bajarse tuvo que darle indicaciones al conductor para que volviese, porque el GPS no funcionaba.
“Unos piensan en el budget, otros somos solidarios”
El director del hotel Mayorazgo de Madrid, Manuel Ruiz, es también el presidente de la Asociación Española de Directores de Hotel (AEDH). El Mayorazgo está en el entorno de Gran Vía, cerca de Plaza de España, y según Ruiz rebajó las tarifas a la mitad hasta llenar las habitaciones, que al empezar el día estaban reservadas únicamente al 40%.
El establecimiento tiene un grupo electrógeno solvente que le permitía estar operativo “en modo romántico” (con las luces bajas) sin miedo a quedarse a oscuras. Ofrecieron el descuento a trabajadores del entorno que no tenían como volver a casa. “Al de la tienda de cosméticos de enfrente, al peluquero de al lado, a uno de una agencia de viajes”, va enumerando Ruiz.
Su ejemplo no fue seguido de forma universal. El mismo lunes por la noche, la recepcionista de un hostal próximo a Atocha explicaba que precisamente es en estas ocasiones cuando los dueños hacen negocio, y que la rebaja ni se plantea. Con 200 habitaciones, el Mayorazgo tiene más margen. “En un hotel como este, con una facturación por encima de los 10 millones de euros, me compensa [facturar] 3.000 euros [menos] e irme a la cama sintiendo que he hecho un buen trabajo y que he ayudado a que la gente no duerma debajo de un puente”, presume.
Pero no es solo una cuestión tamaño, como constató la tía de Manuel Ortiz, de 71 años, que tuvo que pagar 287 euros por una habitación en el hotel NH de Atocha, tras volver de Canarias y quedarse sin opciones para regresar a casa a Ciudad Real. “Desde que llegaron de Tenerife, la gente de Madrid les ayudó mucho a mis tíos y mi madre. Les dejaron linternas, les acompañaron a hostales, les ofrecían bebidas y todo. […] Al llegar a Atocha y no poder entrar se asustaron un poco y se pusieron a buscar habitaciones. Fueron a tres o cuatro y no tenían nada. Solo en el NH, y tras el cansancio y el nerviosismo se quedaron. Me llamaron a las 00:30 que ya estaban en la habitación, me dijeron el precio y casi me caigo del susto”, escribe a elDiario.es. Al día siguiente, la tarifa por noche en la web había bajado a 201 euros.
La Comunidad de Madrid informó, por su parte, de que la ocupación hotelera pasó a última hora de la noche del 89% al 95%. La Consejería de Turismo dijo haber intervenido para coordinar la gestión de alojamientos. En el pabellón del Movistar Arena, en el que a la una de la madrugada había apenas seis personas, pasaron finalmente la noche en torno a un centenar.