Los 60 millones de toneladas de residuos mineros de la bahía de Portmán serán sellados: “Llevan 35 años engañándonos”

Los 60 millones de toneladas de residuos mineros de la bahía de Portmán serán sellados: “Llevan 35 años engañándonos”

La localidad costera contempla con rabia el incumplimiento del compromiso de descontaminación de uno de los mayores crímenes ambientales del Mediterráneo. Los técnicos avalan el confinamiento de los estériles y desaconsejan el dragado que el Gobierno central prometió en 2006

Portmán, el pueblo murciano que arrastra las consecuencias de tres décadas de feroz minería: “La playa se la tragaron los lodos”

Adelaida Guerrero nació hace 93 años en una casa menuda y arrinconada del barrio del puerto pesquero de Portmán, en el sureste de la Región de Murcia, y ahora –“desde hace ya tantas décadas que he perdido la cuenta”, matiza– se levanta cada mañana, se asoma a su puerta y observa, con una decepción a la que nunca ha logrado habituarse, el único puerto marítimo sin agua del mundo. Ella tiene, dice, la extraña sensación de estar viviendo en el mismo día desde que la playa y la bahía con la forma de una concha y el sonido de los barcos desaparecieron para siempre, arrastrados por la minería de plomo y zinc que enterró el pueblo entero.

A Portmán le han prometido una y otra vez en los últimos 35 años, con el fin de paliar el declive económico que acarreó ese cierre de la actividad minera de la multinacional Peñarroya, y para revertir uno de los mayores atentados ecológicos de la historia del Mediterráneo, que los 60 millones de toneladas de estériles mineros vertidos directamente al mar entre 1957 y 1990 como si fuera un pozo sin fondo serían limpiados; que el agua salada y el tranquilo oleaje volverían a dignificar el pueblo; que la pesca resurgiría otra vez como la principal manera de ganarse la vida; que se atraería, además, el turismo vacacional y las inversiones inmobiliarias.

Menos de 1.000 vecinos, y bajando

En pleno 2025 no se han cumplido ninguna de esas promesas, y el declive económico, lejos de mitigarse, ha avanzado como una enfermedad letal. Tan solo hubo, en 2016, tras largos años de estudio, una tentativa de proyecto de descontaminación de la bahía que resultó estar plagada de errores y que dejó la playa y el mar inaccesibles e invisibles desde la calle por la construcción de tres balsas de seis metros de altura que no sirvieron para nada. Entonces los vecinos tenían el consuelo de que el Gobierno central estaba trabajando a destajo por hacer realidad la promesa más definitiva de todas: el convenio que firmó en 2006 junto con el Ayuntamiento de La Unión y el Ejecutivo regional para dragar la bahía y generar una línea de costa a 250 metros de distancia de la original. Los estériles mineros colmataron el mar 600 metros hacia dentro.

Al fin se iba a recuperar, pensaron todos, una parte de la identidad que siempre hizo especial al pueblo. Pero aquellos trabajos se detuvieron en 2019 sin demasiadas explicaciones, y comenzó una nueva espera, y otro catálogo de estudios, que culminó el pasado 10 de abril con una decisión definitiva. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) descartó la opción del dragado y propuso, sin vuelta atrás, un sellado de los estériles que ya fue rechazado unánimemente por los habitantes de Portmán en 2005.


Uno de los amarraderos del antiguo puerto pesquero de Portmán. Décadas atrás, cuando el mar aún no había sido sustituido por residuos contaminantes, lo utilizaban los barcos que atracaban en el dique.

Los paseos de Adelaida Guerrero por la ensenada del puerto la sumergen en la costumbre nunca asimilada de mirar y no reconocer. Residir en el pueblo se ha convertido en una tarea difícil. En sus años más prósperos llegaron a ser más de 3.000 vecinos. Ahora quedan menos de mil, y bajando. Los jóvenes se marchan porque no hay trabajo. “¿Por qué otros sitios sí se han descontaminado y Portmán no?”, exclama.

El MITECO apuesta por el sellado

Pero esta pregunta, que resuena con eco en las calles desiertas del barrio, no tiene una respuesta sencilla. El 10 de abril se puso fin, con el anuncio del sellado por parte del secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, a ese sueño vecinal de recuperar la bahía y revertir el desastre consentido por todas las administraciones que estuvieron al mando durante la explotación minera: primero, la franquista; después, la democrática. La decisión de enterrar los estériles cuenta con el amparo de un informe del Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas (CEDEX). “Aquí hay una mano negra que no tiene interés en que este pueblo vaya para arriba. Al contrario. No hacen más que echarnos a pique. Nos dejan años esperando, sin soluciones, y les damos igual. Yo ya no tengo esperanza”, reitera Adelaida Guerrero, resignada, vestida con un tocado negro de luto. Su marido murió hace 27 años arrastrando las secuelas de un accidente laboral en la mina.

En su casa conserva, enmarcada en el gotelé, una panorámica en blanco y negro de la bahía. En Portmán todo el mundo tiene una foto parecida. Es como esos iconos de santos y mártires antiguos que decoraban antes las casas. Se ven buques de vapor, barcas pesqueras y un humo denso escapando de las chimeneas del principal responsable del problema: el lavadero Roberto. Cuando ella era joven los camiones ya revolvían la tierra inagotable de la sierra y los carros del ferrocarril llegaban solos y como suspendidos en el aire a esa ciudad industrial que extraía el mineral y expulsaba al mar 7.000 toneladas de desechos diarias. Ahora el lavadero es una ruina de ventanales rotos, metales oxidados y techos caídos que nadie se atreve a visitar por miedo a que ocurra la desgracia del derrumbe.


Panorámica de la bahía de Portmán antes de que desapareciera bajo los lodos de la minería, en la primera mitad del siglo XX, colgada en la casa de la vecina Adelaida Guerrero.

En casi cualquier punto, sea cerca o lejos de la casa de Adelaida Guerrero, el pueblo trata de escapar de una contrarreloj hacia el olvido, con viviendas que se vinieron abajo hace años y muros de hormigón con pintadas de ‘se vende’ muy leves, como asumiendo de antemano que no habrá ninguna llamada. La determinación del MITECO, recalcan fuentes consultadas del Ministerio, ha sido tomada, además de por la imposibilidad técnica de realizar el dragado de la bahía, para no dar lugar a más proyectos fallidos. En las casas que sí están habitadas los portmaneros gritan y escriben y reclaman que el Gobierno está rompiendo el compromiso que adquirió con ellos en 2006.

“Nos sentimos ciudadanos de tercera”

El presidente de la Liga de Vecinos de Portmán, Daniel Portero, explica que ahora, después de décadas de trabajo y espejismos de avances, se ha vuelto al punto de partida, y narra, porque él la vivió en primera persona, aquella mítica manifestación del año 2005 en la que cientos de vecinos conformaron sobre la arena negra de la playa una pancarta humana: “No al sellado”. En esa época, prosigue, el Ministerio había tomado la misma decisión que ahora.

“Pero conseguimos, gracias a nuestra presión, que –el Gobierno– diera marcha atrás y firmara el convenio para recuperar la playa y el espejo de agua que tuvimos toda la vida. Sabemos que el problema de Portmán es único, y entendemos que es difícil extraer los residuos. Pero no aceptamos el sellado como solución. No queremos más engaños. Llevan 35 años haciéndolo. Queremos que se invierta el dinero que haga falta, que se implemente la tecnología necesaria para que no sigamos pisando veneno”.


Daniel Portero explica, en la sede de la Liga de Vecinos de Portmán, la unión vecinal contra el sellado. A su alrededor se dispone una amalgama de pancartas históricas por la regeneración de la bahía.

Daniel Portero recalca un agravio comparativo: que el Ejecutivo apuesta por la opción del confinamiento de los estériles porque pretende evitar una elevada inversión económica en la bahía tanto tiempo después. Las fuentes del MITECO preguntadas al respecto subrayan que el coste del nuevo proyecto “no será menor a 50 millones de euros”.

“Por qué ahora dicen de sellar cuando llevan prometiéndonos tanto tiempo que se va a hacer un dragado. Por qué se empezó ese dragado en 2016. Por qué se cambia de opinión sin importar cómo nos sentimos”, cuestiona Portero. “Es un tema de dinero. Todos los desastres ecológicos de España se han solucionado invirtiendo mucho en ellos, como el Prestige o Aznalcóllar. Pero, al parecer, este no lo merece. Nos sentimos ciudadanos de tercera. Exigimos respeto por los vecinos que han luchado por la descontaminación de Portmán y ya no la van a ver”.

La protesta política y la especulación inmobiliaria

Los científicos contactados por elDiario.es para este reportaje sostienen que en la bahía de Portmán hay tal cantidad de restos mineros contaminantes que dragarlos supondría un riesgo elevado y del todo incomprensible. La intención del Ministerio es que “la solución definitiva esté plenamente perfilada antes de verano y que los trabajos se liciten para que puedan arrancar en 2026”. Ahora hay un plazo de un mes para que las partes implicadas presenten propuestas.

En cuanto Hugo Morán hizo públicas las intenciones del MITECO, la protesta de las administraciones locales fue inmediata: una confrontación política que ahora resuena a todo volumen en el pueblo con un estruendo de megáfonos. “No al sellado. Sí a la regeneración. Vecino, vecina, te necesitamos”. Una furgoneta pagada por el Ayuntamiento vaticina grandes concentraciones de rechazo a la iniciativa del Ejecutivo. La primera de todas se celebró el pasado domingo 27 de abril. Estuvo comandada por el alcalde, Joaquín Zapata (PP), por la Consejería de Fomento de la Región de Murcia y por Vox y su presidente autonómico, José Ángel Antelo. 


Vista, desde el edificio de las moliendas del lavadero Roberto, de las ruinas de la ciudad industrial de naves donde se trataba la tierra de la sierra y se extraía el mineral.

La reivindicación obedece a razones financieras. El Ayuntamiento busca la descontaminación completa de los terrenos porque prevé el uso turístico de la zona. No es ningún secreto la intención empresarial de construir urbanizaciones de veraneo, como las que se anuncian en un cartel utópico que aún sorprende junto a las ruinas del lavadero. Si la bahía se sella, el suelo no podría convertirse en urbanizable. 

El primer edil Zapata recibe a este periódico en su despacho y asegura que la decisión del MITECO es “inaceptable” y que condena “la creación de un motor económico en el municipio”. El PP municipal pretende comparecer incluso ante el Parlamento Europeo para explicar la “atrocidad que quiere hacer el Gobierno”. Fuentes consultadas de la Consejería de Fomento regional se oponen, de la misma forma, “rotundamente” al sellado. Ambas administraciones apelan a ese acuerdo “histórico” de 2006.

Dragar liberaría contaminantes

Para saber bien cuál es la mejor solución, si el sellado o el dragado, resulta útil escuchar al catedrático de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona, Miquel Canals, que ha estudiado a fondo el problema de Portmán durante años.

“Hay que tener presente”, explica, “que el depósito de residuos mineros de la bahía está fijo y ocupa un espacio concreto y concentrado. En otros casos de contaminación, como el Prestige o Aznalcóllar, los contaminantes se estaban expandiendo, y la cantidad de residuos era mucho menor. Que esté fijo abona la opción de plantear un sellado”.

A partir de esa premisa, Miquel Canals opina que las alternativas de dragado son “excesivamente agresivas”. “Extraer residuos daría lugar a una generación de nubes de material en suspensión cargadas de metales pesados que se expandirían por un área mucho más extensa. Luego habría que secar los estériles para alojarlos en una corta, y ese secado ocasionaría flujos ácidos que se infiltrarían en el terreno. Recuperar algo similar al estado inicial de la bahía no es del todo realista. Hay que pensar en cómo se puede regenerar minimizando los riesgos ambientales”.


El sellado implicaría confinar toda esta explanada de estériles, pero también los millones de toneladas que permanecen bajo el agua del mar.

El catedrático añade que los contaminantes, que ahora permanecen relativamente estabilizados a nivel subacuático, se liberarían sin control al dragar. Sería algo parecido a abrir un sarcófago de plomo, zinc, cadmio, mercurio o arsénico. El edafólogo José Matías Peñas profundiza en la idea: “Se trata de cambios en la especiación química de los residuos cuando entran en contacto con el oleaje. Eso los haría más solubles y tóxicos”.

El informe del CEDEX que sirvió de apoyo consultivo al MITECO plantea un “dragado mínimo”, de menos de un 0,3% del total de residuos –unas 150.000 toneladas–, sin que retroceda la actual línea de costa, y recomienda un “recubrimiento” del resto de materiales contaminados para evitar que lleguen a pie de playa o se sigan esparciendo por el mar.

Pero, ¿qué es en realidad sellar?

Ante estos condicionantes surge una pregunta: ¿En qué consistiría ese “recubrimiento”? “Sellar no es tapar residuos y ya está”, explica José Matías Peñas. “Es estabilizar el terreno y cubrirlo con capas impermeabilizantes; generar un perfil de playa que permita el baño y las actividades recreativas, con arenas limpias; promover en la zona sellada usos deportivos, campos de golf, chiringuitos, estaciones balnearias o lagunas. Es cumplir con la normativa de residuos. Es aislar los materiales y evitar que sigan contaminando. Dragar de forma masiva implicaría ir contra todas las leyes ambientales”.

“Con el sellado nos podemos quedar razonablemente tranquilos, porque la posibilidad de que haya escapes de metales pesados hacia el agua marina, como sucede ahora y lleva sucediendo años, se va a disminuir en un grado muy elevado”, detalla Miquel Canals.

El experto saca a la palestra otra cuestión, también importante, que no contemplaría el dragado masivo de la bahía: el “ecosistema submarino”. “En torno al 90% de los estériles mineros está bajo el agua y eso hace que la vida en el fondo sea inexistente. La capa superior contará con elementos como arenas, gravas o rocas para favorecer la recuperación de organismos, especies animales y praderas de posidonias”.

Errores pasados y muy visibles

Entre la pugna política de las administraciones locales y la realidad científica con la que trabaja ahora el MITECO, los errores cometidos por el Ejecutivo en la recuperación de la bahía saltan a la vista en cualquier costado de la localidad. Aquel proyecto fallido de 2016 que se paralizó en 2019 –y obtuvo una Declaración de Impacto Ambiental favorable en 2011 firmada por Teresa Ribera–, terminó por hundir la poca moral que les quedaba a los vecinos. En la playa del Lastre, un cartel blanco escrito con mayúsculas rojas deslumbra a quienes ya se tumban al calor de finales de abril. “11/04/2019. Se paralizó la limpieza y el dragado de la bahía. Después de 29 años esperando. Hasta cuándo”. Las fechas se quedan grabadas a fuego en Portmán.


Cartel, en la playa del Lastre de Portmán, escrito y colocado tras la paralización del proyecto de dragado en 2019.

Ese intento de descontaminación buscaba cumplir con el convenio de 2006 y retrasar la línea de costa hasta los 250 metros, pero resultó ser “una chapuza inviable”, a juicio de José Matías Peñas, en la que se invirtieron cerca de 33 millones de euros.

Únicamente se construyeron las infraestructuras. Josefina Marín pasa su día a día frente a las consecuencias directas de la paralización de los trabajos. A unos pocos pasos de su casa, que hace poco más de medio siglo estaba en primera línea de playa, ahora se perfila la valla kilométrica que protege la nada absoluta: las balsas de secado altísimas, la cinta transportadora que pretendía llevar los residuos, una vez secos, a los intersticios de la sierra, la escollera que provoca cada año la desaparición de la línea de playa.


Josefina Marín tiene estas vistas cuando sale de su casa. Esta es la línea original donde estaba la costa de Portmán.

Cuando sale a su puerta no puede ni ver el mar. “Este desastre”, señala, “nos terminó por fastidiar del todo”. “La obra nos quitó nuestras vistas. El acceso al Mediterráneo. La brisa. Nos han ido matando la esperanza. Dentro de un tiempo, si al final se sella, nadie hablará del dolor que nos produce que la bahía no se vaya a recuperar”.

Entre toda la sinfonía de dilaciones y sueños frustrados hay tan solo una promesa, la más simple de todas, que sí llegó a materializarse. Josefina Marín abre la portezuela de un armario en el comedor de su casa. Afuera intimida siempre la envergadura de la cinta transportadora, la valla como un muro o como la frontera de un país confinado. Agarra de dentro del armario un frasco de cristal. “Nos prometieron que nos lo darían el día en que dejasen de tirar mierda al mar. Lo hicieron, supongo, para que nunca se nos olvidara este crimen. Pero cómo se nos iba a olvidar”.

Dentro del frasco están contenidos los mismos lodos que durante 33 años sepultaron para siempre la bahía. En la parte frontal hay pegada una etiqueta que se desharía entre los dedos con solo moverla. La tinta de las palabras impresas aún resiste a la humedad. “31 de marzo 1990. Fin de los vertidos en Portmán”.


El frasco de la única promesa cumplida en el pueblo.