Vendiendo humo: las otras veces antes de Altri en la que los políticos veían una obra de arte en una chimenea industrial

Vendiendo humo: las otras veces antes de Altri en la que los políticos veían una obra de arte en una chimenea industrial

La intención de la Xunta de convertir la chimenea de la macrocelulosa en un «icono» tiene antecendentes en la refinería de A Coruña, la pastera de Ence en Pontevedra o la central térmica de As Pontes, donde se ha iniciado el procedimiento para declararla Bien de Interés Cultural. Eso sí, tras su cierre

¿Celulosa o Guggenheim? La Xunta asume la propuesta de Altri para convertir la fábrica en un referente arquitectónico

25 años antes de que la Xunta hiciese suya la idea de convertir a la macrocelulosa de Altri en un “elemento arquitectónico atractivo” —un “Guggenheim”, como ironiza el BNG— y a su chimenea de 75 metros de altura en un “icono”, A Coruña ya hizo bandera de esta filosofía. El entonces alcalde socialista Francisco Vázquez presentó a bombo y platillo un proyecto del arquitecto César Portela para transformar a la refinería de Repsol en “la mayor escultura de la ciudad”. Portela embarcó en esa aventura al artista Agustín Ibarrola, quien tendría que transfigurar el conjunto de chimeneas y antorchas del complejo en un nuevo bosque pintado, inspirado en el que él mismo había creado en el valle vizcaíno de Oma, pero con árboles metálicos de más de 100 metros de altura. Al contrario que ahora, aquella propuesta no provocó ninguna tormenta. Seguramente, porque en A Coruña llevaban más de tres décadas conviviendo con la instalación mientras que el proyecto de Palas de Rei ha encontrado antes de nacer la mayor contestación social en Galicia desde la catástrofe del Prestige.

La transformación de la refinería era el mascarón de proa del proyecto con el que Portela ganó el concurso de ideas para diseñar el Parque Atlántico, el que estaba llamado a ser el pulmón de A Coruña: tres millones de metros cuadrados de zona verde, desde el Monte de San Pedro hasta Bens, la ladera que servía como vertedero a la ciudad hasta que, en 1996, 200.000 toneladas de basura y tierra cayeron sobre la zona de O Portiño y sepultaron a un hombre de 58 años que estaba lavando su coche. Su cuerpo nunca apareció.

Muchas de las ideas de aquel ambicioso diseño de Portela no pasaron del papel, como el jardín japonés o los tres museos científicos dedicados a las mariposas, los pájaros y las plantas. Otras, como el ascensor panorámico y el restaurante en el Monte de San Pedro sí llegaron a hacerse realidad. La intervención en el complejo industrial fue de las del primer grupo.

“Aquello quedó en nada”, rememora hoy Portela a través del teléfono. El arquitecto confirma la sensación de que la idea, simplemente, se dejó morir. “Agustín (Ibarrola) tenía otros encargos —como el jardín de O Rexo, en Allariz (Ourense), en el que ambos colaboraron—, el Ayuntamiento tampoco tiró para adelante…”. Un concejal de aquel gobierno local, tras hacer memoria, recuerda que los condicionantes técnicos y de seguridad eran demasiados para que la nave llegase a buen puerto.

Repsol no confirma este extremo, pero las crónicas de la época ya recogían los numerosos requisitos que apuntaba la empresa. “Si técnicamente es posible, nosotros no pondremos ningún impedimento”, citaba entonces La Voz de Galicia entre los mareantes números de la planta: el “lienzo” de Ibarrola alcanzaba el millón y medio de metros cuadrados, de los que 700.000 correspondían a los depósitos, las siete chimeneas y las dos antorchas; las más altas, de 140 y 120 metros de altura.

Frente a tanta cautela, Portela lo veía “facilísimo”: Ibarrola pintaría siguiendo un catálogo de colores, lo que facilitaría el mantenimiento si era necesaria una restauración. La refinería ya advirtió que tendrían que usar una pintura especial, una mezcla concebida para que resistiese las condiciones de temperatura extrema de la instalación. El arquitecto proponía trabajar por tramos, aprovechando el repintado que hacía la propia petrolera en períodos de seis años… pero todas esas intenciones murieron en un cajón.

As Pontes: símbolo, pero después del cierre

La frustrada transformación de la refinería en un objeto artístico no era algo que surgiese de Repsol. El caso de Altri, sin embargo, es todo lo contrario: fue la pastera portuguesa la que pagó el informe de Jordi Tresserras, antiguo presidente de ICOMOS-España —la entidad que asesora a la UNESCO sobre patrimonio—, en el que se apuesta por esa iconicidad, tanto de la chimenea como de todo el conjunto. Esa fue la postura que después la Xunta hizo suya en el expediente de la Dirección Xeral de Patrimonio Cultural que informó favorablemente del proyecto de macrocelulosa.

“Cuando se plantea un complejo industrial, conseguir la mayor integración en el paisaje, si va a haber una chimenea, es lógico”. El presidente de la Xunta asumía también esta filosofía y aprovechaba para disparar contra el BNG: “A mí me hace mucha gracia que los mismos que cirtican esta intervención están pidiendo que se declare Bien de Interés Cultural (BIC) una chimenea que es cuatro o cinco veces más alta. Un ejemplo más de las incoherencias que estamos viendo en este asunto”.

En su comparecencia tras el Consello de la Xunta del lunes, Alfonso Rueda se refería a la chimenea de la central térmica de As Pontes (A Coruña), que ha iniciado por segunda vez su tramitación como BIC, una iniciativa hoy respaldada por PP y PSOE pero que partió de las filas nacionalistas. Según la Consellería de Cultura, la chimenea, de 356 metros de altura —la más alta de Europa cuando se construyó, en 1974— “dejó de ser simplemente un elemento industrial para convertirse en símbolo de la identidad local”. El Bloque ha intentado, de momento sin éxito, que esa declaración se amplíe a otras instalaciones de la antigua térmica, esas que le dan el sobrenombre de la Springfield gallega, por su parecido con la central nuclear donde trabaja Homer Simpson.

La diferencia entre una y otra propuesta es que, mientras la chimenea de Altri —si llega a entrar en funcionamiento—, emitirá “azufre, óxidos de azufre, óxidos de nitrógeno, monóxido de carbono y material particulado”, tal y como recuerda Greenpeace, la de As Pontes ya se ha apagado para siempre. La casualidad quiso que Rueda criticase la postura del BNG apenas unos minutos después de sacar pecho por la reducción de emisiones de Galicia en 2023: un 38,3%, “a un ritmo cinco veces mayor que el conjunto de España”. La causa fue, precisamente, el cierre ese año de la central térmica. En 2024, el primero completo sin que Endesa quemase allí carbón, los gases de efecto invernadero se quedaron en mínimos que no se veían en más de 50 años.

Ence toma apuntes

Quien pareció tomar buena nota del intento coruñés fue Ence. Por aquella época, presidía el grupo pastero un buen amigo de Francisco Vázquez: José Luis Méndez. El director general de Caixa Galicia era uno de los hombres más poderosos de Galicia y lo fue hasta 2010 cuando, tras forzar la fusión con Caixanova —operación impulsada y apadrinada por la Xunta de Feijóo—, el Banco de España lo apartó de su cargo por la mala gestión que llevó a la entidad a la quiebra técnica. El rescate de Novacaixagalicia, la caja resultante, costó al erario público más de 9.000 millones de euros.

Pero, entonces, todo eso quedaba aún muy lejos. Hablamos de los tiempos en los que Méndez, ante la contestación social, presumía de que era más barato comprar voluntades para cambiar la opinión pública que trasladar la factoría de Pontevedra. La prórroga decretada por el gobierno Rajoy en funciones, avalada por el Supremo y criticada por Bruselas, garantiza su permanencia en Lourizán al menos hasta 2073, pero no todas las voluntades tenían precio: este 1 de junio, los opositores a las dos celulosas —la que existe y la que se proyecta— sumarán fuerzas en la ciudad del Lérez bajo el lema Nin Ence na ría nin Altri na Ulloa.

Méndez, el hombre que había querido ser pintor, lanzó a los estudiantes de la Facultade de Belas Artes de Pontevedra el “reto” de convertir la fábrica de la ciudad en “el primer monumento industrial gallego”. En este caso, las chimeneas no se tocaban. El objetivo era utilizar como soporte artístico la caldera de recuperación, de 4.000 metros cuadrados de base y 55 metros de altura. An(h)ellus, una intervención artística que cubría la fachada de anillos de luz, imitando a los que indican la edad del árbol en su tronco cortado, fue la ganadora.

Es fácil localizar ecos de todas estas experiencias en el informe que Jordi Tresserras redactó para Altri, envuelto en el supuesto marco de independencia que le concedía su pasado en ICOMOS, pese a que la entidad no dudó en desvincularse de sus llamativas conclusiones. En su propuesta para la chimenea, además de “incorporar” esos “elementos decorativos o artísticos” que la conviertan en un “icono”, o pintarla con verdes, marrones o grises, “tonos que se mimeticen con el entorno”, propone trabajar “formas de expresión y conceptuales”, precisamente, con “con escuelas de bellas artes y arquitectura del territorio”.

Pese a la existencia de puntos en común, para César Portela, su propuesta para la refinería y la de Tresserras para Altri no se pueden comparar: “Son cosas muy diferentes. Lo de A Coruña [la factoría de Repsol], estaba hecho; aquí aún hay que discutir si [la macrocelulosa] se hace o no se hace”.