
Francisco, sobre los animales
Cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio fue elegido papa en 2013, muchas personas progresistas albergaron grandes expectativas. ¿Se permitiría a los sacerdotes casarse? ¿O, más radical aún, abriría quizás la puerta a la ordenación de mujeres? Incluso hubo algunas señales de que podría reconocer las uniones entre personas del mismo sexo.
Dado el elevado número de estudios que indican que la mayoría de las personas católicas utiliza preservativos o anticonceptivos orales, parecía razonable esperar que un nuevo papa más progresista modificase las enseñanzas de la Iglesia sobre la planificación familiar. Una reforma así podría haber tenido lugar hace sesenta años, si el papa Juan XXIII hubiera vivido lo suficiente como para recibir el informe de la Comisión Pontificia sobre Control de Natalidad, que él mismo había creado.
Todas esas expectativas quedaron frustradas.
Entre quienes defienden a los animales, surgió otra serie de esperanzas a raíz del nombre que eligió Bergoglio: Francisco, una referencia evidente a Francisco de Asís, el santo patrón de los animales. No pasó mucho tiempo hasta que The New York Times publicara el siguiente titular: “¿Perros en el cielo? El papa Francisco deja abiertas las puertas del paraíso”.
En efecto, eso habría supuesto un cambio realmente revolucionario, ya que la Iglesia ha enseñado durante mucho tiempo que solo los seres humanos tienen un alma inmortal. Los teólogos conservadores se apresuraron a señalar que las doctrinas de la Iglesia no se modifican por los comentarios informales de un papa.
Una encíclica papal, sin embargo, es otra cuestión. Sin alterar directamente los dogmas fundamentales de la Iglesia, puede ofrecer una orientación autorizada sobre cómo estos deben interpretarse. Ese es el propósito de la encíclica de Francisco Laudato Si’ (Alabado seas), que trata sobre el entorno no humano y constituye uno de sus logros más significativos. El título procede del “Cántico de las criaturas”, un cántico religioso compuesto por Francisco de Asís alrededor de 1224.
Para comprender hasta qué punto es significativa esta encíclica, debemos recordar primero la larga influencia en el pensamiento católico romano de Tomás de Aquino, quien nació aproximadamente en la misma época en que Francisco de Asís compuso el “Cántico de las criaturas”. Aquino fue el teólogo cristiano más influyente del periodo anterior a la Reforma, y su filosofía, el tomismo, fue hasta tiempos muy recientes la filosofía semioficial de la Iglesia católica.
Esto es lo que dice Aquino sobre los animales: “No importa cómo se comporte el hombre con los animales, porque Dios ha sometido todas las cosas al poder del hombre, y es en este sentido que el Apóstol dice que Dios no se preocupa por los bueyes, ya que Dios no le exige al hombre cuenta alguna de lo que hace con los bueyes ni con otros animales”.
La referencia al “Apóstol” es a Pablo de Tarso, y a su interpretación de la antigua ley hebrea, según la cual el sabbat debía ser un día de descanso, no solo para los seres humanos, sino también para los bueyes“. ¿Acaso se preocupa Dios por los bueyes?”, preguntó Pablo (1 Corintios 9:9). Su respuesta fue negativa: la ley estaba destinada “por completo para nuestro bien”.
Las posiciones de Pablo y de Tomás de Aquino representan una interpretación rígida del “dominio” en el versículo del Génesis: “Y dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y que tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, toda la tierra y todos los reptiles que se arrastran sobre la tierra’” (Génesis 1:26-28).
Para Aquino y sus seguidores, este dominio es absoluto: los seres humanos pueden hacer lo que quieran con los animales, y no importa cuánto los dañen o con cuánta crueldad los utilicen, Dios no los juzgará por ello. Sin embargo, más recientemente, personas católicas con una visión más favorable hacia los animales han sostenido que esa no es la manera correcta de interpretar el versículo. En su lugar, argumentan que Dios confió su creación -los animales y la naturaleza misma- a nuestro cuidado, del mismo modo en que un propietario puede confiar a un administrador el cuidado de su finca y de todos los seres que habitan en ella.
En Laudato Si’, Francisco aborda este debate: “Aunque es cierto que los cristianos hemos interpretado a veces de forma incorrecta las Escrituras, hoy debemos rechazar fuertemente la idea de que haber sido creados a imagen de Dios y recibir el encargo de dominar la tierra justifique un dominio absoluto sobre las demás criaturas”.
El papa incluso rechaza explícitamente la postura de Pablo: “El descanso del séptimo día”, afirma, “no es sólo para el ser humano, sino también para que descansen tu buey y tu asno”. Y para que no quede lugar a dudas, Francisco añade: “Claramente, en la Biblia no hay lugar para un antropocentrismo despótico que no se preocupe por las demás criaturas”.
Al rechazar la visión dominante sobre los animales, sostenida por los pensadores del discurso hegemónico de la Iglesia católica durante la mayor parte de su existencia, Francisco hizo algo importante y digno del nombre de Francisco de Asís.
Y, sin embargo, aquí, como en otras áreas donde los sectores progresistas esperaban cambios más prácticos, vemos a un hombre bien intencionado que a menudo dijo las cosas correctas, pero que no utilizó su posición para impulsar las reformas necesarias. Por ejemplo, en Laudato Si’ se afirma que debemos “respetar las bondades inherentes a cada criatura, con el fin de evitar un uso desordenado de las cosas”. El uso más “desordenado” de seres vivos hoy en día es la ganadería industrial, que cría y mata actualmente a más de 200.000 millones de animales al año, tratándolos como simple mercancía, encerrándolos en espacios interiores o confinándolos en diminutas jaulas o establos. Es una actividad centrada únicamente en comercializar productos de origen animal al menor precio posible, sin consideración alguna por garantizarles siquiera un mínimo nivel de bienestar.
¿Qué habría pasado si el papa Francisco hubiera instado a los fieles de la Iglesia a no ser cómplices de este uso desordenado de los animales, y a evitar, siempre que fuera posible, los productos procedentes de la ganadería industrial? Es difícil saberlo. Quizás entonces Laudato Si’ habría marcado una verdadera diferencia.
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Artículo original «Francis on Animals», publicado en Project Syndicate. Traducción de Catia Faria, compartida en este medio con la autorización expresa de su autor y de dicha plataforma.