Nadie hizo nada
El umbral que hemos colocado para calificar nuestros actos, que tendrían que ser actos de decencia o humanidad ordinaria, queda tan elevado que cualquier comportamiento que no sea ruin, mezquino o destructor se convierte en una anomalía digna de elogio
Nos despedimos cuando cayó la medianoche del último día de las verbenas madrileñas y mi amigo se fue a Ópera a coger el metro para volver a casa. Algunas horas después, yo, en mi salón, aún despierta, vi una publicación que él hizo, que…