
Así acabó la bacteria que nos hizo soñar con una vida de arsénico y que quizá no debería haberse hecho famosa
En 2010, ‘Science’ anunció el hallazgo de una bacteria que, afirmaba, podría redefinir el concepto de la vida al ser capaz de crecer gracias al arsénico; tras casi 15 años de críticas, la revista se retracta y enciende nuevos debates: ¿tiene sentido retirar artículos si no ha habido fraude? ¿Por qué se anunció una ‘revolución’ sin suficientes pruebas?
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Esta es la historia de un anuncio revolucionario a bombo y platillo, una gresca de 15 años y un carpetazo final que cierra un expediente y abre nuevas discusiones. Su origen se remonta al 2 de diciembre de 2010, cuando el equipo científico liderado por Felisa Wolfe-Simon publicó un artículo online en la revista Science con un título meridianamente claro y sencillo: “Una bacteria que puede crecer utilizando arsénico en lugar de fósforo”. La bacteria, encontrada en el lago Mono de California, lo tenía todo para acaparar titulares magníficos en todos los medios de comunicación del mundo.
“Un microbio encuentra sabroso el arsénico y redefine la vida” era la noticia de The New York Times, haciendo un uso exquisito de la licencia poética.
“Hallan extraña forma de vida en la Tierra”, dijo la BBC, mojándose poquísimo.
“Una bacteria adaptada al arsénico ensancha los márgenes de la vida”, nos contaba El País, con un titular informativo, riguroso y comedido.
Inciso: me pregunto cómo titularíamos esto en 2025 para arrancar unos clics y ganarnos el pan. “Revolución en biología: esta bacteria que come arsénico reescribirá los libros de texto”. “Si crees que sabes lo que es la vida, te equivocas: lo dice la NASA”. “Arsenic-eating, la nueva forma de vida bacteriana que se ha hecho viral en un lago de California”. Seguramente iría por ahí.
Vuelvo a 2010, cuando titulábamos más o menos como nos daba la gana (o como a nuestros jefes les daba la gana). Todos los medios explicaban lo que por primera vez en la historia sacaba a la luz el estudio en la revista Science: “Un microorganismo que es capaz de usar un elemento químico tóxico, en lugar de un fosfato, para vivir y crecer”.
Aquello era importante. Estábamos hablando de redefinir la vida en la Tierra. La mayor parte de la materia viva está compuesta principalmente por un grupo de seis elementos químicos (carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, azufre y fósforo), y eso era lo que se sabía. La novedad propuesta consistía en que “otros elementos de la tabla periódica puedan desempeñar las mismas funciones”. Los autores de la investigación describían una bacteria, la cepa GFAJ-1 de la familia Halomonadaceae, que era capaz de una proeza sin precedentes: no solo crecía en presencia de arsénico, que es muy tóxico, sino que además crecía “utilizando” los átomos de arsénico, los incorporaba a su propio ser. El microbio californiano sustituía el fósforo por arsénico para crecer. “Este cambio de uno de los principales bioelementos puede tener una gran importancia evolutiva y geoquímica”, afirmaban. De ser así, efectivamente, cambiaría los libros de Biología.
La agencia espacial estadounidense, que había participado en el trabajo con autores y financiación, desplegó su poder mediático y anunció los hallazgos como la prueba de una vida con piezas de arsénico, un antes y un después en astrobiología
Todos los titulares decían la verdad. La mejor verdad posible al leer el paper del 2 de diciembre de 2010 y después de haber asistido a la rueda de prensa que dio la NASA. La agencia espacial estadounidense, que había participado en el trabajo con autores y financiación, desplegó su poder mediático y anunció los hallazgos como la prueba de una vida con piezas de arsénico, un antes y un después en astrobiología. Se había publicado en Science, la revista que se suele calificar como el mejor escaparate de la ciencia mundial, con un duro proceso de revisión independiente por parte de la comunidad investigadora antes de aceptar cualquier artículo.
Sin embargo, ahora, quince años después, Science ha anunciado en un editorial que se retracta de ese trabajo, a pesar de que “en ningún momento ha habido ningún debate ni sugerencia de mala conducta o fraude en la investigación por parte de ninguno de los autores”, dicen desde la revista.
Los autores del estudio no están de acuerdo con la retracción y han escrito una carta a la revista expresando su descontento: “Aunque nuestro trabajo podría haberse redactado y debatido con más cuidado, mantenemos los datos tal y como se presentaron. Estos datos fueron revisados por pares, debatidos abiertamente en la literatura científica y estimularon investigaciones productivas”. Todo eso es verdad. De hecho, la revista recibió tal avalancha de escepticismo que tardó bastante en publicar en su edición de papel el artículo, y lo hizo acompañándolo de ocho comentarios de científicos independientes que le ponían pegas. Como explica al SMC Andrés de la Escosura, investigador de química prebiótica y origen de la vida en la Universidad Autónoma de Madrid, “ante las dudas y críticas suscitadas en la comunidad científica, los autores accedieron a compartir las muestras de bacterias para que otros laboratorios pudieran investigar sobre ellas, y en 2012, la propia revista Science publicó dos artículos que refutaban de manera clara los resultados y conclusiones del equipo de Wolfe-Simon”.
Imagen de la bacteria GFAJ 1.
Si en 2012 ya había pruebas de que aquello olía raro, ¿por qué han tardado quince años en retirarlo? “La revista alega como motivo para este retraso que nunca hubo indicios de una conducta científica fraudulenta por parte de los autores —aclara De la Escosura—, y que solo cuando los estándares establecidos por el Comité de Ética de Publicación (COPE) se han expandido, teniendo en cuenta también casos en los que los datos no apoyan las conclusiones, han procedido a retirar el trabajo”.
Es decir, ha habido un cambio en los criterios de Science respecto a la retirada de artículos científicos, que los propios editores de la revista, Valda Vinson y H. Holden Thorp, explican así: “Especialmente en los últimos cinco años, a medida que la integridad de la investigación se ha convertido en un tema aún más importante, Science ha pasado a retirar artículos con mayor frecuencia por motivos distintos al fraude y la mala conducta”. Ahora también se retractan de papers que, simplemente, afirmaban cosas que no podían afirmar.
Reconozco que al ver el editorial de Science en el que se anuncia la retracción, me alegré: por fin se acaba la historia de la bacteria que come arsénico. Y, sin embargo, ahora tengo muchas dudas al leer a otros científicos que se preguntan si tiene sentido este cambio en las reglas del juego. “Pienso (al revés que muchos colegas) que la retracción es excesiva, pues conlleva una carga reputacional negativa que es quizá injusta”, opina César Menor, catedrático de Bioquímica en la Universidad de Alcalá. “Claramente, no hubo mala conducta, ni falta de profesionalidad; simplemente, se trató de errores en la interpretación y discusión de los datos experimentales, algo habitual en ciencia y que no tiene nada de malo; al contrario, es una muestra de que la discusión de los resultados científicos funciona y que la ciencia avanza, dejando atrás ideas erróneas o interpretaciones incorrectas”.
Los autores han explicado que no están de acuerdo con la retractación: «Va más allá de las cuestiones de integridad de la investigación. Las controversias sobre las conclusiones de los artículos, incluida la solidez de las pruebas disponibles, son parte normal del proceso científico»
Eso mismo alegan los autores: “No estamos de acuerdo con esta norma, que va más allá de las cuestiones de integridad de la investigación. Las controversias sobre las conclusiones de los artículos, incluida la solidez de las pruebas disponibles, son parte normal del proceso científico. La comprensión científica evoluciona a través de ese proceso, a menudo de forma inesperada, a veces a lo largo de décadas”. Si se empiezan a retirar artículos porque estaban mal, ¿no se pierde parte del proceso?
Y, por otro lado, ¿hasta qué punto todo este hype ha sido responsabilidad de un anuncio demasiado inflado sobre un resultado demasiado incierto? “Cabe preguntarse si todo este debate ha sido realmente productivo, y también sobre el papel excesivamente mediático de algunos organismos científicos y ciertas líneas de investigación”, reflexiona Andrés de la Escosura, y creo que no le falta razón.
Cuando escribo esto, horas antes de que se publique la retracción, aún no sé si ha ocupado titulares en los medios. Seguro que no tantos como el supuesto hallazgo de 2010, pero me gustaría que se contase.
Si consumes información sobre ciencia, lo más probable es que suelas leer noticias que hablan de resultados. Los periodistas queremos contar cosas que pasan, que se descubren o que se saben. Por eso tampoco nos gustan los titulares con verbos en condicional, porque son flojos, no tienen fuerza. Informar de resultados está bien, es necesario. Pero también es necesario el relato de lo que sucede entre bambalinas hasta llegar a ellos; y hablar de todos esos resultados que creímos verdaderos y con los años, tras recabar nuevas pruebas, se han desechado. Informar del proceso científico no solo es indispensable para hacer información honesta, sino que además nos da la oportunidad de contar historias apasionantes sobre cómo se construye el conocimiento humano, con sus luces y sombras, con sus imperfecciones y desacuerdos. Como esta.